domingo, 2 de noviembre de 2014

La juventud - ¿esperanza o peligro? IV



En medio de estas exigencias se cruzan las transformaciones de la pubertad: psíquicas, emocionales y propiamente psicosociales, que se suceden por los imperativos de las circunstancias actuales. Nos advierte la doctora Moral Jiménez que, al ponernos a pensar el tema de la juventud, debemos evitar algunos riesgos, comunes en el trabajo de los medios:
Cualquier condición social, representación, tendencia u objeto socio-construido suele adquirir el estatus  de realidad natural, amparado en el poder de la costumbre y a base de la fuerza del acostumbramiento ante aquello que se mimetiza de tal modo con el entorno que no es fácilmente identificable como apéndice creado ex profeso. Las circunstancias se imponen, aunque éstas suelen ser producto humano.
El mundo de la posguerra, el de la segunda mitad del siglo XX, comenzó a ceder a la resignación de someterse a una ideología, el neoliberalismo. Esta cultura importada de los centros de poder llegó con el propósito de arrasar con los valores de la cultura moderna, aquellos heredados de las tres banderas de la Revolución francesa del siglo XVIII: igualdad, libertad, fraternidad. Su programa fue reemplazarlas por otras nuevas, ideadas en los centros de poder para la exaltación del individuo: la libertad sin deberes; la competencia con todos y contra todos; el camino de la realización personal desprendida de todo compromiso; la persecución del placer fácil e inmediato como meta suprema.
Ante ese panorama el fraile dominico brasileño, teólogo de la liberación, Frei Betto[1] (1944), describía el panorama en el que parecía caer la juventud en un artículo titulado ¿En nombre de qué? y formulaba  algunas preguntas inquietantes:
Innumerables jóvenes se zambullen de cabeza en la onda neoliberal de relativización de los valores. Vuelven público lo privado, son indiferentes a la política y a la religión, practican el sexo como deporte y, en materia de valores, prefieren los del mercado financiero. Ahora bien, la creciente autonomía del individuo, pregonada por el neoliberalismo, hace que muchos  jóvenes se pregunten: ¿en nombre de qué debemos aceptar otras normas morales además de las que yo decido que me convienen? Se respira una cultura de desculpabilización, ya que, en la travesía del río, se dio la espalda a la noción de falta, se ennobleció la transgresión cotidiana, y todavía no se avanzó en la interiorización de la ética. ¿Quién es hoy el predicador colectivo capaz de dictar, con autoridad, el comportamiento moral? ¿La Iglesia? No. El predicador colectivo, el Gran Sujeto, existe: es el Mercado. Él corrompe niños, induciéndolos al consumismo precoz; corrompe jóvenes, seduciéndolos para priorizar como valores la fama, la fortuna y la estética individual; corrompe familias a través de la hipnosis colectiva televisual.
En otro artículo  titulado Entre la razón y la perplejidad, agregaba otras consideraciones:
Intento entender cuando el sistema produce más y más, y cómo el poder de adquirir productos superfluos está restringido a una pequeña parte de la población; la poderosa máquina publicitaria busca imponernos modismos, marcas, simulacros de felicidad perpetua y elixires de eterna juventud. Mi perplejidad es ver personas que tiran por la ventana del tiempo las dos terceras partes de vida que les queda (pues una tercera parte la pasamos durmiendo), hipnotizadas por largas horas delante de la TV excitadas por la envidia que las consume, devorando revistas que revelan supuestas intimidades de ricos y famosos, nutriendo el corazón y la lengua de amarguras e intrigas.
No deben entenderse estas líneas de Frei Betto como la expresión de una amargura desesperanzada.  Nada más lejos de la actitud de este luchador, que pagó con la cárcel y la tortura, su compromiso con los pobres. Estamos ante una denuncia del estado de una parte de la juventud, un diagnóstico serio y certero, que no conviene dejar de lado para pensar con profundidad y compromiso este proceso social. Para ello propongo mirarlo y pensarlo desde la óptica de lo que fue sucediendo en nuestra América desde comienzos del siglo XXI, como la apertura de un camino diferente hacia la construcción de una sociedad más humana. El surgimiento paulatino de jóvenes que se fueron sumando al aporte de esa construcción es una respuesta en marcha.



[1] Asesor de movimientos sociales, como las Comunidades Eclesiales de Base y el Movimiento de Trabajadores Rurales sin Tierra (MST). Entre 2003 y 2004, fue asesor especial del presidente Luiz Inácio da Silva, "Lula", y coordinador de movilización social del Programa Hambre Cero.

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