domingo, 20 de junio de 2010

El capitalismo en crisis XXIX

En un artículo reciente el escritor estadounidense John Berger rescata de un informe elaborado en el año 2007 por la oficina de estadísticas de Justicia de EEUU el siguiente dato: «1 de cada 136 habitantes de ese país esta detenido en cárceles o Institutos penitenciarios. Cuatro millones en total. El miedo es también global, responde a diversos motivos». Para Berger «A lo largo y ancho del planeta vivimos en una prisión. La prensa nos informa que 15 millones de mexicanos viven escondidos en EEUU, a pesar del muro que impide su ingreso, de 1.200 Km. de largo y 1.800 torres de observación con policías armados. La ONU cuenta 200 millones de refugiados en el mundo, escapando de guerras y pobrezas extremas». Mirando nuestro entorno observamos un mundo de barrios cerrados, villas miserias, favelas, nuevos ghetos. Los que allí habitan son en cierto modo compañeros de prisión, según la expresión de Berger. Es visible que hay grupos de personas apartadas, excluidas de la sociedad, gente que está en esa situación de presos a la fuerza, custodiados como criminales, pero están también quienes buscan voluntariamente estar custodiados por su anhelo de seguridad y protección en barrios cerrados, “edificios con seguridad”, club de campo, etc.
El Dr. Galende nos sugiere que pensemos en personas de nuestro entorno: «Podemos sumar a los que viven encerrados en sus empleos por horarios que no dominan (por ejemplo la flexibilización laboral y la extensión horaria aprobada por el Parlamento Europeo). A todos los convierte en presos el miedo: por amenaza del desempleo, por la violencia, por el hambre, por la emigración, por la ilusión de la seguridad. Como los criminales presos, quienes estamos presos en este mundo global amenazante nunca aceptamos este presente como definitivo, la mayor parte mantiene su anhelo de libertad, de poder elegir y decidir, pero no ignoramos que muchos, por diversas debilidades y desventajas sociales, son victimas personales del pánico y la angustia crónica». Por ello la afirmación de Galende es clarificante: «Este mundo del miedo no es natural ni espontáneo. Por vía del consumismo, que necesita de una cultura del individualismo, se trata de mantenernos aislados, como en las cárceles se mantiene a los presos en celdas individuales, para evitar que la idea de un futuro en común nos pueda volcar juntos a la resistencia».
La baja calidad, calidad integral, de nuestras vidas es una de las causas de las angustias a las que estamos sometidos, tal vez la más importante. Por ello, cuando se renuncia a la esperanza, porque no podemos escapar al efecto pernicioso del miedo, hemos aceptado que este estado de cosas es inmodificable, o si es posible modificarlo no es una tarea que podamos hacer cada uno de nosotros o, peor aún, es un tema que no interesa analizar. La aceptación de la promesa del éxito personal, conseguible por pocos en el contexto masivo, aparta de este tipo de reflexiones. Ese éxito, obtenido en el escenario del mundo competitivo, no nos aleja de los miedos ni de las angustias, puesto que de ser así las clases acomodadas no visitarían los consultorios de los psicólogos, los psiquiatras, terapeutas en general. Es evidente que eso no es cierto, más aún, un porcentaje importante de los pacientes provienen de esos sectores sociales. Esto no significa que en el resto de la sociedad no sea necesario, lo es porque esta sociedad capitalista no perdona a casi nadie.
Continúa Galende: «Este encierro masivo hace que la vida urbana se parezca a la de la cárcel o al manicomio: conflictos y luchas entre vecinos o antiguos compañeros, pobres atacando a otros pobres, desempleados luchando contra empleados, especialmente si son inmigrantes, aun en la pareja amorosa se observa la desconfianza y cuidado de no comprometer bienes y futuro. Si prestamos atención veremos cómo los medios a través de mensajes incluidos en aparentes noticias, nos dicen que la vida es insegura, insisten con lo incierto de la economía, los riesgos de epidemias, crisis energética, catástrofes naturales, amenazas del futuro cuyo contenido ficcional se oculta. Lo eficaz es generar el miedo y lograr su capacidad de mantenernos aislados. Estas operaciones mediáticas son exitosas, mantienen su eficacia haciéndonos creer que la prioridad para cada uno de nosotros es tomar medidas destinadas a nuestra seguridad personal, nos convencen de que nuestra situación de riesgo y amenazas del futuro depende lo que podamos hacer cada uno, no del destino en común».

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