A partir del atentado a las Torres Gemelas, que todavía no ha sido investigado seriamente y sobre el cual pesan gravísimas sospechas, como ya quedó dicho, la política exterior del gran país del norte expresó con toda claridad sus intensiones imperialistas en su despliegue planetario y en los modos de su implementación. La «guerra contra el terrorismo» y la definición del gobierno de George W. Busch, que sigue rigiendo con su sucesor aunque con arreglos cosméticos, se ha convertido por lo tanto en un ensayo para la actual doctrina estratégica de Estados Unidos tendiente a implantar un «dominio total» como fue definida en el importante informe del Pentágono titulado Joint Vision 2020, llamando entonces a garantizar «la capacidad de las fuerzas estadounidenses, operando solas o con el apoyo de los aliados, para derrotar a cualquier enemigo y controlar cualquier situación mediante la gama de operaciones militares disponibles».
Es necesario, aunque es poco frecuente, que se remita el análisis a los textos originales en los cuales se expresa con toda claridad las intenciones, proyectos, y decisiones tomadas y a tomar mediante las cuales se va a garantizar la capacidad de las fuerzas propias ante la tarea, como dice el documento, «para derrotar a cualquier enemigo». Como ya hemos visto, impera en todos estos documentos un estilo ambiguo que permite diversas interpretaciones pero que, en realidad, abre la puerta a las más imprevisibles aventuras militares tras inconfesos intereses económicos y financieros del poder concentrado.
El Profesor Bernardo Quagliotti de Bellis ha analizado los documentos del Pentágono con toda minuciosidad, dado que en sus investigaciones necesita saber a dónde apuntan los planes estratégicos del “imperio americano”. «Por considerarlo de gran interés, transcribo los conceptos fundamentales del documento “Visión Conjunta 2020” (Joint Vision 2020), publicado por la Dirección de Políticas y Planes Estratégicos del Ejército de los Estados Unidos en junio de 2000. El propósito de “Visión Conjunta 2020 (VC 2020), “…es el de describir en términos generales las capacidades operativas que se requerirían para que la fuerza conjunta sea exitosa…” en las inmediaciones del 2020. No es un plan para el futro, sino una proceso de reacomodación permanente de la doctrina militar de Estados Unidos, a su vez heredera del “VC 2010”, elaborado en 1995».
Continúa diciendo: «En realidad la lectura de tales documentos, permite comprobar -en un análisis serio, teóricamente informado y fundamentado, las contradicciones económicas y socio-políticas de los Estados Unidos, así como de su accionar político-militar tanto en el presente como en el pasado cercano. Decía que una lectura atenta de este último (VC 2020), deja entrever una serie de coincidencias entre sus planteamientos con la ofensiva actual desatada a escala planetaria por la Casa Blanca y el Pentágono, quienes sostienen: “Los intereses globales y las responsabilidades de los Estados Unidos persistirán y no hay ninguna indicación de que las amenazas hacia esos intereses o a los de nuestros aliados vayan a desaparecer. Los conceptos estratégicos de fuerza decisiva, proyección de poder, presencia de ultramar y agilidad estratégica continuarán rigiendo nuestros esfuerzos para cumplir con esas responsabilidades y enfrentar los retos del futuro”».
Cabe aquí la pregunta ¿hasta dónde se pude llegar en los “esfuerzos… para enfrentar los retos del futuro”? La respuesta a este interrogante linda con la ciencia ficción, su nombre en código es “El programa americano HAARP”. En inglés “High Frequency Advanced Auroral Research Project”. Traducido al castellano podría ser, “Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia”. Se la define como la “primera herramienta para el estudio de la física ionosférica y la radio-ciencia“. No hemos avanzado mucho. Revisando lo que ofrecen las empresas que realizan este tipo de servicios, se puede leer: «Como muestra, Weather Modification Inc., Tecnologías de Gestión de los Recursos Atmosféricos del siglo XXI, brinda una amplia gama de servicios: programas de aumento de lluvias, de nieve, mitigación de daños ocasionados por granizo, disipación de niebla o transferencia de asistencia técnica y/o tecnológica para la consecución de estos fines. Hay también precedentes de utilización de este tipo de tecnologías con fines militares, por ejemplo, durante la guerra de Vietnam, en 1967 con el Proyecto Popeye, cuyo objetivo era prolongar la estación del monzón y bloquear rutas de suministro del enemigo –como explica el economista canadiense Chossudovsky ».
El tema no es nuevo para los estrategas del Pentágono. «Incluso ya en 1958, el capitán T. Orville (consejero principal de la Casa Blanca y encargado de los estudios sobre cambio climático) admitió que el Departamento de Defensa estaba investigando “métodos para manipular las cargas de la Tierra y el cielo con la intención de producir cambios en el clima” por medio de un haz electrónico que ionizaría o desionizaría la atmósfera sobre una zona determinada». Más tarde, en 1966, el profesor Gordon Mac Donald (miembro del comité científico del presidente) realizaría un comentario preocupante: «La clave de la guerra geofísica está en identificar la inestabilidad ambiental que, sumada a una pequeña cantidad de energía, liberaría cantidades ingentes de la misma». Más recientemente, en Abril 1997 el Secretario de Defensa de los EE. UU, William Cohen, respondió ante preguntas sobre si el Pentágono estaba en posesión de un arma destructiva de carácter sísmico: «Otros se están dedicando incluso a un tipo de terrorismo ecológico que puede alterar el clima, generar terremotos, activar volcanes a distancia mediante el uso de ondas electromagnéticas… Es decir, hay muchas mentes ingeniosas allá afuera trabajando en la búsqueda de medios para causar terror a otras naciones… Es real, y es la razón por la cual tenemos que intensificar nuestros esfuerzos».
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