En notas anteriores ya había hecho referencia al programa HAARP, que debemos saber ahora puede ser un arma de destrucción masiva. Esta arma forma parte del programa militar americano, ya comentado, «Joint Vision 2020», y constituye una amenaza para las interacciones sutiles entre los ecosistemas de la Tierra y la ionosfera. Es una amenaza para el clima y el medio ambiente vibracional del planeta, temas que indudablemente escapa a la comprensión inmediata de todos los que estamos muy lejos de saber física y temas afines. Sin embargo, una vez más, debo decir que debemos hacer un esfuerzo para entender en qué andan los estrategas imperiales en su preparación para “derrotar a enemigos potenciales”.
En 1998, el mando ínter ejércitos de EE.UU. inició un programa conjunto de experimentación de nuevos conceptos de guerra en apoyo del plan Joint Vision 2020. «El HAARP está dirigido conjuntamente por la Marina y por la Fuerza Aérea estadounidense, y constituye un elemento clave de Joint Vision 2020. Un plan de programación, el HAARP Joint Service, elaborado en febrero de 1990 por el laboratorio de geofísica de la Fuerza Aérea y el Departamento de Investigación Naval de la Marina, expone sus aplicaciones militares. Este documento indica, entre otras cosas, que el HAARP será utilizado para generar ondas de muy bajas frecuencias para la comunicación con los submarinos en inmersión, y para eventuales aplicaciones de guerra meteorológica, así como para tentativas de sacar partido de los procesos ionosféricos naturales utilizando la ionosfera como reflector del flujo energético destinado a la superficie terrestre».
Si lo que va quedando dicho se parece mucho a la ciencia ficción la autoridad del profesor Michel Chossudovsky, ya citado, nos aclara: «Aunque pocas veces se habla del tema en el debate sobre el cambio climático global, ahora puede modificar el clima del mundo con una nueva generación de armas electromagnéticas avanzadas. Tanto EE.UU. como Rusia han desarrollado capacidades para manipular el clima para el uso militar. Los militares de EE.UU. han aplicado técnicas de modificación del medioambiente durante más de medio siglo. El matemático estadounidense John von Neumann, en asociación con el Departamento de Defensa de EE.UU., comenzó su investigación sobre la modificación del clima a fines de los años cuarenta en plena Guerra Fría y previó “formas de guerra climática aún no imaginadas”. Durante la guerra de Vietnam, se utilizaron técnicas de bombardeo de nubes, comenzando en 1967 con el Proyecto Popeye, cuyo objetivo era prolongar la estación del monzón y bloquear rutas de suministro del enemigo».
La “guerra climática”, según las investigaciones del profesor, amenaza potencialmente el futuro de la humanidad, pero ha sido excluida con indiferencia de los informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de Naciones Unidas, (IPCC). A esta altura de todo lo visto no puede sorprendernos que un alto organismo internacional proteja los intereses imperiales. Insiste el profesor: «Las fuerzas armadas de EE.UU. han desarrollado capacidades que les permiten alterar selectivamente los modelos climáticos. La tecnología, que está siendo perfeccionada bajo el Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia (HAARP), es un apéndice de la Iniciativa de Defensa Estratégica – ‘la Guerra de las Estrellas’. Desde el punto de vista militar, HAARP es un arma de destrucción masiva, que opera desde la atmósfera exterior y es capaz de desestabilizar sistemas agrícolas y ecológicos en todo el mundo».
¿Cuáles son sus alcances?: «La modificación del clima, según el documento de la Fuerza Aérea de EE.UU. AF 2025 Informe Final, “ofrece al combatiente en la guerra una amplia gama de posibles opciones para derrotar o impedir a un adversario”; sus capacidades, dice, se extienden desde provocar inundaciones, huracanes, sequías y terremotos: “La modificación del clima se convertirá en parte de la seguridad interior e internacional y podría ser realizada unilateralmente... Podría tener aplicaciones ofensivas y defensivas e incluso ser utilizada para propósitos de disuasión. La capacidad de generar precipitaciones, niebla y tormentas en la tierra o de modificar el clima en el espacio... y la producción de clima artificial forman todas parte de un conjunto integrado de tecnologías (militares)”».
Entonces, se puede ya comprender por qué el ciudadano de a pie ignora todo sobre un tema de tanta gravedad. Todo ello se debe al silencio impuesto: «Los analistas militares guardan silencio sobre el tema. Los meteorólogos no investigan el asunto y los ecologistas se concentran en las emisiones de gases invernadero bajo el Protocolo de Kyoto. Tampoco se incluye la posibilidad de manipulaciones climáticas o medioambientales como parte de una agenda militar y de inteligencia del debate más amplio sobre el cambio climático bajo los auspicios de la ONU, aunque es reconocida tácitamente. El programa HAARP, establecido en 1992, en Gokona, Alaska, utiliza una serie de antenas de alta potencia que transmiten a través de ondas de radio de alta frecuencia, cantidades masivas de energía a la ionosfera (la capa superior de la atmósfera). Su construcción fue financiada por la Fuerza Aérea de EE.UU., la Armada de EE.UU., y la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (DARPA. por sus siglas en inglés)».
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