Me adelanto a contestar una posible pregunta: ¿Por qué estamos hablando más de los Estados Unidos cuando nos hemos propuesto hablar de la globalización? La respuesta me parce bastante clara pero no está demás hacerla y contestarla: porque es allí donde ha comenzado la última fase de ese proceso a partir del fin de la Segunda Guerra, y es ese el modelo sobre el cual se pretende construir la dominación mundial. Estudiar las características polacas, económicas e institucionales, nos permite ver la matriz del modelo que se intenta universalizar bajo la idea de “democratizar” a aquellos países en los que se coloca la mira del dominio.
Entonces, se pueden agregar más preguntas hacia el interior de ese país: ¿Por qué el Congreso de Estados Unidos no quiere que los ricos y las empresas paguen más impuestos? ¿Por qué los “representantes del pueblo” descargan sobre las espaldas de los ancianos y de los ciudadanos más pobres el descomunal déficit y la deuda de 14,2 billones de dólares? ¿Será porque los legisladores que acaparan las bancas del Senado y de la Cámara baja son millonarios?
Según un informe divulgado por el “Centro para Políticas Responsables”: «Los legisladores ricos acaparan las bancas del Congreso de Estados Unidos. El 60 por ciento de los que arribaron por primera vez al Senado y más del 40 por ciento en igual condición en la Cámara de Representantes son millonarios. La fortuna promedio de los que están en su primer año en el Senado es de 3,9 millones de dólares; mientras que la riqueza promedio estimada para los que arribaron por primera vez a la Cámara es 570.418 dólares. El senador demócrata por Connecticut Richard Blumenthal encabeza la lista de los ricos del Senado con una fortuna de 94,8 millones de dólares. Blumenthal gastó varios millones de dólares para derrotar a la republicana Linda McMahon, también multimillonaria, en la campaña de 2010 por un asiento en el Congreso. Tras Blumenthal, siguen siete republicanos de la Cámara de Representantes, entre ellos Diane Lynn Black, de Tennessee (49,4 millones de dólares), Rick Berg, de North Dakota (39,2 millones), Blake Farenthold, de Texas (35,8) y Scott Rigell, de Virginia».
La directora ejecutiva del Centro Sheila Krumholz opinó: «Pese a que millones de estadounidenses luchan por mejorar su situación, la mayoría de sus representantes en el Congreso vive en un mundo financiero muy distante». En ese contexto, es lógico que el Legislativo norteamericano defienda a los millonarios. Pero esta defensa tiene cierto parecido a un suicidio político en el mediano plazo. Veamos.
El problema central que debe afrontar en estos momentos la Casa Blanca, y el cuerpo de “asesores” que circulan por sus pasillos, es la Deuda que asfixia la economía del país del norte. Veamos algunos números para acercarnos al tema. «La deuda de Estados Unidos con acreedores externos subió a 10.701 billones de dólares a finales de junio de 2010, y llegó a unos 14,2 billones de dólares el 18 de abril de 2011 -informó el Departamento del Tesoro-. A la vanguardia de los acreedores se encuentra China con 1.160 billones, 30% más de lo estimado hace un mes (892 mil millones de dólares), seguido de Japón que es acreedor de 882 mil millones de dólares». Para establecer un punto de comparación: «En 1981 la deuda de Estados Unidos era de casi un billón de dólares, pero en los últimos 30 años aumentó rápidamente hasta la estratosférica cifra de 14,2 billones de dólares. Muchos se preguntan qué pasó y dónde están los billones. Los expertos consideran que las causas del endeudamiento público deben buscarse en la recesión de 2007-2009, que obligó a la Casa Blanca a inyectar cientos de miles de millones de dólares para salvar la economía. Esto se agravó por las guerras de George W. Bush y por la baja recaudación fiscal».
Aparecen dos factores en apariencia distantes entre sí pero que guardan una estrecha relación: La deuda del gobierno federal va creciendo por los enormes gastos militares que insume el proyecto de dominio mundial y sus guerras correspondientes; se agrega a ello una política suicida de ir bajando el impuesto a los más ricos y cargar el pago de la deuda sobre las capas sociales de menores ingresos y, al mismo tiempo, eliminar servicios de protección social para ellas. «Algunos críticos afirman que la ruina fiscal es herencia del ex presidente Bush, que durante dos mandatos favoreció a los más ricos con grandes recortes tributarios; promovió dos guerras (Afganistán e Irak) que desangraron la cartera de los contribuyentes; e ideó un programa de suministro de medicamentos para los ancianos sin contar con fondos suficientes. Según el presidente Barack Obama, su país perdió la brújula en la primera década de este siglo: “Aumentamos el gasto de manera dramática por dos guerras y programas caros de prescripción de medicinas”». Sin embargo este tema tiene una historia mucho más larga de la que ya algo ha quedado dicho en estas páginas.
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