En las notas precedentes hemos estado analizando los diferentes factores que inciden sobre el contenido posible de un periódico, aunque, como hemos visto, esto se repite en los otros medios: radio y televisión. Los periodistas, profesionales de la información, trabajan para un público que, en su gran mayoría, espera recibir un mensaje ideológicamente moderado. Son uno de los factores del condicionamiento, han aparecido también los anunciantes que ejercen su “poder de veto” sobre cierta información o sobre el modo de comunicarla. Pero hay más, nos dice Javier Ortiz.
«Al referirme antes a las empresas de la comunicación, no he mencionado a los accionistas. Los accionistas, incluidos los minoritarios, también tienen influencia. Pondré un ejemplo referido al medio para el que trabajo. Uno de los grandes accionistas de El Mundo es Rizzoli, emporio italiano de la comunicación. El principal accionista de Rizzoli es Agnelli, propietario de la Fiat. Francamente, no imagino yo a la sección de automotores de El Mundo poniendo a crítica el último modelo puesto en la calle por la Fiat. Aunque –todo sea dicho– tampoco la veo haciendo lo propio con el último modelo de la Renault, la Opel o la Citröen, que proporcionan al periódico unos fantásticos anuncios de página entera que pagan a muy buen precio. Pero dejemos ya los condicionantes concretos de cada medio y elevemos un poco más el punto de mira, para ver de qué fuentes beben los periódicos».
Aunque pudiera parecer que los factores influyentes ya han sido descritos, hay más. «La prensa diaria en el mundo presenta, como no podía ser menos, una gran variedad, dependiendo de las tradiciones de las diversas áreas culturales, e incluso de las de cada país, de su fortaleza económica, del nivel de alfabetización de las poblaciones respectivas, etcétera. No obstante, esa variedad es más aparente que real. Se refiere más a las formas que a los contenidos. Por un lado, la progresiva desideologización de la labor periodística –entendiendo por tal la adopción de patrones ideológicos equivalentes, si no idénticos, que entronizan los postulados formales de la ideología neoliberal– y, por otro, la estandarización de las técnicas de redacción de las noticias hacen que los contenidos de los periódicos se estén uniformizando cada vez más a lo largo y ancho del mundo». Aparece bajo otro manto la incidencia del pensamiento único que también incide en las formas de la comunicación.
Javier Ortiz pasa a analizar un factor de alto poder de condicionamiento: «La labor de las grandes agencias de noticias. Sólo los rotativos más poderosos tienen una red de corresponsales propios que les permite cubrir la información potencialmente relevante a escala internacional. Esta red, de todos modos, y en el mejor de los casos, abarca únicamente las principales capitales de cada continente, lo que conlleva carencias fundamentales. Es cierto que, en casos extraordinarios, los periódicos desplazan a sus enviados especiales, pero éstos no les aseguran la cobertura del día a día. Así las cosas, todos los diarios del mundo deben nutrirse del material que les proporcionan las grandes agencias de noticias. En el mundo de hoy, hay muy pocas grandes agencias de prensa. Están Reuter, controlada por una comisión paraestatal de la Commonwealth; Asociated Press (AP), que es una cooperativa formada por los principales diarios de Nueva York; United Press International (UPI), que es de capital privado norteamericano, y France Press, de propiedad pública francesa. La vieja Tass soviética se ha fragmentado y ha perdido buena parte de la influencia que tuvo. En el ámbito internacional de habla española, la agencia española Efe cuenta con considerable acogida».
La importancia de estas agencias y el papel que cumplen en la distribución de “la noticia” no pasó inadvertido para los grandes capitales concentrados. En los últimos treinta años, la mayor parte de esas agencias fueron “fusionándose”, expresión que oculta los mecanismos de la desaparición de muchas de ellas o, simplemente, fueron compradas por las más fuertes. De tal modo, hoy quedan funcionando las pocas que cita Javier Ortiz. Aunque no es nada sencillo obtener información de la estructura de estas súper-agencias, se puede calcular que unas dos mil personas trabajan diariamente en ellas. Pero la profesión periodística también ha padecido el proceso de la “tercerización”, por lo que se puede calcular que muchos miles más de periodistas suministran noticias a las agencias.
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