Salgo al cruce de algún lector que pueda
decirme: «¿Qué tiene todo esto de malo? Cada cual vive como quiere y como
puede. ¿Quién tiene derecho a juzgar las conductas de los otros? Hemos avanzado
lo suficiente como para hacer con nuestras vidas lo que nos plazca». Debo
contestarle que le reconozco el derecho a pensar así, pero que no lo comparto
totalmente. La libertad es un tesoro humano, el fundamento de nuestras
diferencias en el reino animal, pero esa libertad debería ser utilizada en la
construcción de un mundo justo y equitativo que le otorgue a cada persona todas
las posibilidades para decidir cómo quiere vivir.
Amigo lector, ¿cree usted que este mundo de
hoy las ofrece, que todos tienen a su alcance el hacer lo que desea? ¿No
encuentra usted impedimentos serios para alcanzar una vida feliz, compartible, que
satisfaga esos deseos? No niego que una parte (pequeña) de la población del
planeta pueda lograr el ingreso en ese mundo
feliz (aunque tengo mis dudas); pero…, y la inmensa mayoría ¿puede
lograrlo? ¿No habrá allí escollos estructurales que impiden al acceso a esa
mayoría? Por otra parte, la aparente
felicidad de que disfrutan algunos, según hemos estado viendo, ¿no será el
resultado de las limitaciones para percibir algunos resultados patológicos a
que dan lugar esas nuevas formas de relación social y sentimental?
Los autores comentan, mordazmente, la disparidad de comentarios relacionados con los
temas que han ido apareciendo y que recogen al respecto:
Tales diagnósticos encierran
sin duda un núcleo de verdad: el amor a distancia no descansa únicamente en la
separación entre amor y sexualidad, sino también entre amor y vida cotidiana.
El amor a distancia es como el sexo sin tener que lavar después la ropa de
cama, como comer sin fregar los platos, como un tour en bicicleta sin sudor ni
dolor de piernas. ¿Quién echaría ahí algo de menos?
El abanico de experiencias que muestra la vida
cotidiana, en esta etapa de la cultura moderna, permite tomar conocimiento de
la amplia gama de variaciones personales, de historias y biografías disímiles,
que no pueden ignorarse dentro del cuadro analizado. Insisto aquí en la
necesidad de aguzar el ojo para diferenciar, dentro de él, las patologías, que en algunos casos aparecen y de las cuales la consulta terapéutica ha dado prueba, y excluirlas como tipos de vida aceptables:
Caracteres
difíciles, personas que han estado solas durante mucho tiempo y les resulta muy
difícil la convivencia, celos,
infidelidades, machismo, distintos criterios a la hora de educar,
incompatibilidades, diferencias culturales, problemas económicos que resultan
en discusiones y problemas cotidianos, desempleo y su repercusión a todos los
niveles son los principales conflictos que suelen darse en las parejas.
Como un comentario que propone una síntesis
transitoria para ir dando un marco de valoración a lo ya visto, sostienen:
Pero
el amor a distancia no es la receta de la felicidad eterna, ni traslada a sus
cultivadores a la Isla de los Bienaventurados, mientras la mayoría de las
parejas de nuestro entorno se enfanga en sus rutinas. No pueden pasarse por
alto los peligros a los que lo expone quedar exonerado de la vida cotidiana.
Por ejemplo, que el autorretrato no nos presente a nosotros mismos, sino una
versión corregida de nuestra persona. O, a la inversa, el peligro de
transfigurar al compañero, de elaborar una imagen idealizada de él que no
aprobaría el test de la realidad. Desde este punto de vista, amar a distancia
equivale a aprender a soñar. El amor a distancia es el amor de un yo festivo
por un otro festivo, purificado de la banalidad de la vida cotidiana. Cuando uno no tiene que entenderse con su
compañero en las normas relativas al orden doméstico o en las terribles
dificultades asociadas a las visitas familiares, se libera de numerosas
obligaciones. Pero cuando solo se vive fragmentariamente al otro, y muchos
aspectos de su vida solo se conocen a través de sus narraciones –o lo que es lo
mismo, cuando múltiples conflictos potenciales quedan ocultos– falta el
aterrizaje. Y la fantasía puede llegar demasiado lejos. El amor a distancia
puede ser engañoso.
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