miércoles, 20 de febrero de 2013

El amor en los tiempos de la globalización VIII



En el tratamiento del tema, hasta aquí, no habían aparecido las correlaciones socio-histórico-culturales, como, por ejemplo, la familia, los hijos, los parientes, etc. El análisis centrado en las vivencias del individuo, descomprometido del contexto, permite profundizar vivencias, pero nos aleja de la consideración del resto de las relaciones sociales. Una aproximación ingenua, un poco adolescente, coloca el acento en las ventajas aparentes que ofrece:
A las  relaciones a distancia se les brinda por ello la oportunidad de romper el silencio sonoro de las relaciones cercanas. Y si ambos disponen de espacios para hablar con el otro enteramente reservados al intercambio y la comunicación mutua, el amor a distancia puede incluso articular un espesor y una intensidad particulares. El hecho de que otros sentidos no distraigan de la conversación, concentrarse enteramente en la fuerza del lenguaje y/o de la contemplación, hace posible que se aborden las principales preguntas relativas al “tú y yo”.
No debemos ignorar que un modelo de individuo bastante aceptado, en lo que se ha denominado, con mucha ambigüedad, “el posmoderno” (concepto muy manoseado, que no ofrece mayores precisiones aunque lo aceptaré para caracterizarlo) se propone entablar relaciones superficiales, descafeinadas, frívolas, o faltas de compromiso, que parecieran ofrecer grandes ventajas para un programa de vida centrado en el goce. Con tono festivo, se las caracterizó con una expresión inglesa: el touch and go, un ‘toco y me voy’, aunque parezca ser más una conducta de adolescentes o posadolescentes, cuyos límites de edad hoy están muy borrosos. Este tipo de individuo no se plantea en un futuro, inexistente en su imaginario, la formación de una pareja estable que apunte a la construcción de una familia con hijos. Vive en un perpetuo presente hasta algún momento que, cuando se presente, verá… La contracara está presente, según nuestros autores:
Cuando hasta ahora se hablaba de la familia –sobre todo si pensamos en su núcleo elemental: madre, padre e hijo– se la suponía explícita o implícitamente ligada a la proximidad espacial y la convivencia directa. Esta regla no excluía fases temporalmente limitadas de separación y, como todas las reglas, conocía excepciones (las familias de marineros, por ejemplo), pero en general se daba por hecho que la relación familiar es una relación cara a cara y entraña presencia física. Es lo que revela una mirada a la historia o a la historia conceptual. Pese a las múltiples transformaciones que ha conocido el contenido del concepto a lo largo de los siglos, una nota ha permanecido invariable, a saber, la vinculación con un lugar en común. Aún más: al comienzo, este vínculo constituía el rasgo característico de la familia.
Los últimos siglos —y si tomamos como hito la Revolución Industrial Inglesa— han producido cambios sustanciales en el modelo de familia, al punto de que algunos, con mucha liviandad han hablado de la desaparición de la familia como institución fundamental de la cultura occidental. Nuestros autores, saliendo al cruce de estas afirmaciones, dicen:
Y sean cuales hayan sido las formas de vida nuevas que en las últimas décadas han ido apareciendo, vivir en el mismo lugar ha seguido constituyendo un aspecto decisivo en la concepción de la familia.
Y esta afirmación adquiere una importancia decisiva, por quienes son y por la seriedad de sus investigaciones, cuando debemos pensar con cierta rigurosidad temas como estos. Los medios de comunicación, cuyos tratamientos de este tipo de temas se caracterizan por la superficialidad y banalidad, van dejando en la conciencia colectiva una mirada menospreciativa sobre la familia, si bien no puede negarse que se han ido incorporando, a partir de la vigencia de los nuevos derechos, otras variedades de familia (homosexual, monoparental, etc.). Sostienen un poco más adelante:
Pese a ello, la nota esencial de que una familia tiene que vivir bajo el mismo techo, la premisa de un lugar, una relación cara a cara e interacción directa, nunca ha sido realmente cuestionada
Para cerrar estas notas quiero decir que, a pesar de que debemos enfrentar un mundo convulsionado, pareciera poder afirmarse, sin temor a graves errores, que en la constitución de la subjetividad de la persona sana, madura, que desarrolle lo mejor su espiritualidad, lo más humano de lo humano, hay valores que conservan toda su vigencia. Y esto no es poca cosa.

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