En el tratamiento del tema, hasta aquí, no
habían aparecido las correlaciones socio-histórico-culturales, como, por
ejemplo, la familia, los hijos, los parientes, etc. El análisis centrado en las
vivencias del individuo, descomprometido del contexto, permite profundizar
vivencias, pero nos aleja de la consideración del resto de las relaciones sociales.
Una aproximación ingenua, un poco adolescente, coloca el acento en las ventajas
aparentes que ofrece:
A las relaciones a distancia se les brinda por ello
la oportunidad de romper el silencio sonoro de las relaciones cercanas. Y si
ambos disponen de espacios para hablar con el otro enteramente reservados al
intercambio y la comunicación mutua, el amor a distancia puede incluso
articular un espesor y una intensidad particulares. El hecho de que otros
sentidos no distraigan de la conversación, concentrarse enteramente en la
fuerza del lenguaje y/o de la contemplación, hace posible que se aborden las
principales preguntas relativas al “tú y yo”.
No debemos ignorar que un modelo de individuo
bastante aceptado, en lo que se ha denominado, con mucha ambigüedad, “el
posmoderno” (concepto muy manoseado, que no ofrece mayores precisiones aunque lo
aceptaré para caracterizarlo) se propone entablar relaciones superficiales,
descafeinadas, frívolas, o faltas de compromiso, que parecieran ofrecer grandes
ventajas para un programa de vida centrado en el goce. Con tono festivo, se las
caracterizó con una expresión inglesa: el touch
and go, un ‘toco y me voy’, aunque parezca ser más una conducta de
adolescentes o posadolescentes, cuyos límites de edad hoy están muy borrosos.
Este tipo de individuo no se plantea en un futuro, inexistente en su
imaginario, la formación de una pareja estable que apunte a la construcción de
una familia con hijos. Vive en un perpetuo presente hasta algún momento que, cuando
se presente, verá… La contracara está presente, según nuestros autores:
Cuando hasta ahora se
hablaba de la familia –sobre todo si pensamos en su núcleo elemental: madre,
padre e hijo– se la suponía explícita o implícitamente ligada a la proximidad
espacial y la convivencia directa. Esta regla no excluía fases temporalmente
limitadas de separación y, como todas las reglas, conocía excepciones (las
familias de marineros, por ejemplo), pero en general se daba por hecho que la
relación familiar es una relación cara a cara y entraña presencia física. Es lo
que revela una mirada a la historia o a la historia conceptual. Pese a las
múltiples transformaciones que ha conocido el contenido del concepto a lo largo
de los siglos, una nota ha permanecido invariable, a saber, la vinculación con
un lugar en común. Aún más: al comienzo, este vínculo constituía el rasgo
característico de la familia.
Los últimos siglos —y si tomamos como hito la
Revolución Industrial Inglesa— han producido cambios sustanciales en el modelo
de familia, al punto de que algunos, con mucha liviandad han hablado de la
desaparición de la familia como institución fundamental de la cultura
occidental. Nuestros autores, saliendo al cruce de estas afirmaciones, dicen:
Y sean cuales hayan sido las
formas de vida nuevas que en las últimas décadas han ido apareciendo, vivir en
el mismo lugar ha seguido constituyendo un aspecto decisivo en la concepción de
la familia.
Y esta afirmación
adquiere una importancia decisiva, por quienes son y por la seriedad de sus
investigaciones, cuando debemos pensar con cierta rigurosidad temas como estos.
Los medios de comunicación, cuyos tratamientos de este tipo de temas se
caracterizan por la superficialidad y banalidad, van dejando en la conciencia
colectiva una mirada menospreciativa sobre la familia, si bien no puede negarse
que se han ido incorporando, a partir de la vigencia de los nuevos derechos,
otras variedades de familia (homosexual, monoparental, etc.). Sostienen un poco
más adelante:
Pese a ello, la nota esencial
de que una familia tiene que vivir bajo el mismo techo, la premisa de un lugar,
una relación cara a cara e interacción directa, nunca ha sido realmente
cuestionada
Para cerrar estas
notas quiero decir que, a pesar de que debemos enfrentar un mundo convulsionado,
pareciera poder afirmarse, sin temor a graves errores, que en la constitución
de la subjetividad de la persona sana, madura, que desarrolle lo mejor su
espiritualidad, lo más humano de lo humano, hay valores que conservan toda su
vigencia. Y esto no es poca cosa.
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