El periodista Dr. Ignacio
Ramonet[1] (1943)
disertó en la Habana, Cuba, con motivo de cumplirse un nuevo aniversario de la
fundación del periódico El Diablo Cojuelo[2].
Este aniversario le permite al disertante contarnos algunas de las
sorprendentes particularidades que envolvieron este hecho. En primer lugar, su
fundador fue José Martí (1853-1895) sobre quien es necesario anotar algunas
cosas, dado que la historia lo ha olvidado, salvo en Cuba. Fue un político y
escritor cubano. Desde joven, se sintió atraído por las ideas revolucionarias
por la independencia de su país, entonces colonia española. Tenía sólo
dieciséis años cuando encaró la novedosa empresa de publicar un diario (1869).
Un año después, fue condenado a seis de cárcel por su pertenencia a grupos
independentistas. Realizó trabajos forzados en el penal hasta que su mal estado
de salud le valió el indulto y el exilio. Nos dice el disertante:
José Martí era un joven
moderno, era un joven de su tiempo, era un joven de la modernidad de su tiempo,
porque en 1869, el periodismo, de hecho, estaba naciendo. Antes no había
periodismo. El periodismo
industrializado, el periodismo de masas, no existía antes de los años
60. En 1869, terminaba la Guerra de Secesión en los Estados Unidos, y arranca
allí la industrialización norteamericana, como se estaba desarrollando también
en Inglaterra, y surge en ese momento, el periodismo moderno, el periodismo de
masas. El periodismo se había inventado un siglo antes, pero era un periodismo
para decenas de personas, no para miles, o decenas de miles, o centenares de
miles de personas. Era un periodismo cuyas publicaciones se hacían
esencialmente mediante la prensa, por eso se llama la prensa, la prensa de tipo
gutembergiana, que aplastaba una hoja de papel sobre un relieve tipográfico
hecho en plomo y salían unas cuantas hojas, unas gacetas, una hoja. Por tal
razón, varias de esas publicaciones se llamaban La Hoja… de tal lugar: una simple hoja con dos caras y
evidentemente no tenía un gran alcance.
Desde su residencia en el exilio, José Martí
se afanó en la organización de un nuevo proceso revolucionario en Cuba y, en
1892, fundó el Partido Revolucionario Cubano y la revista Patria. Se convirtió, entonces, en el máximo adalid de la lucha por
la independencia de su país. Dos años más tarde, tras entrevistarse con el
generalísimo Máximo Gómez[3]
(1836-1905) logró poner en marcha un proceso de independencia. Pese al embargo
de sus barcos por parte de las autoridades estadounidenses, pudo partir al
frente de un pequeño contingente hacia Cuba. Fue abatido por las tropas
realistas, cuando contaba cuarenta y dos años.
La figura de este prócer cubano adquiere
especial relieve por sus aportes al periodismo, por las notas que publica, pero
mucho más por sus definiciones sobre la función del periodismo. Ramonet cita
algunas de sus frases:
“No merece escribir para los hombres quien no
sabe amarlos”; “Si el periodismo ha de ser un culto, que lo sea a la virtud; no
debe hacerse de la pluma arma de satírico, sino espada de caballeros”; “Da
disgusto, da pena, creer que puede haber criaturas que por dinero, abran a los
paseantes esta arca santa de los pueblos que debe ser la prensa. No hay monarca
como un periodista honrado”.
Y describe después las condiciones necesarias
para que el fenómeno periodismo hubiera podido desarrollarse:
Para que la prensa llegue a
tener un alcance importante, hace falta que ocurran varias transformaciones
importantes. Primero, que una parte importante de la población esté alfabetizada.
En las sociedades mayoritariamente analfabetas, poca prensa había, sino en las
grandes ciudades y en algunos barrios de las grandes ciudades. Hacía falta
también que hubiese instrumentos, herramientas, que hubiese máquinas que
permitiesen la edición, rápidamente, en unas cuantas horas de la noche, de
miles o decenas de miles, o centenares de miles o millones, al final del siglo
XIX, de ejemplares que iban a ser vendidos por la mañana y para eso hubo que
inventar la linotipia, hubo que inventar la rotativa, que no existían antes.
[1] Periodista español, establecido en Francia, director de Le Monde diplomatique en español. Es
doctor en Semiología e Historia de la Cultura por la École des Hautes Études en
Sciences Sociales (EHESS) de París, y profesor de Teoría de la Comunicación en
la Universidad Denis-Diderot (París-VII). Especialista en geopolítica y
estrategia internacional y consultor de la ONU.
[2] El Diablo Cojuelo es un
personaje legendario de la tradición castellana, también en otras literaturas
(Shakespeare). Es un diablo al que, lejos de ser
una forma maligna, se le representa como «el espíritu más travieso del
infierno»,
[3] Fue un militar cubano de la Guerra de la Independencia, General en
Jefe de las tropas revolucionarias cubanas en la Guerra del 95.
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