Estas
consideraciones cobran especial importancia por la publicación de un informe
confidencial del gobierno de los Estados Unidos, que se elabora cada cuatro
años para definición de las políticas públicas de la Casa Blanca. El Director
del mensuario Le Monde Diplomatique, el
doctor Ignacio Ramonet[1],
publicó en el periódico mencionado un artículo en el que analiza ese informe[2]. La
sorpresa la genera el pronóstico que contiene, respecto a sus proyecciones para
las próximas décadas:
La principal constatación es
el declive de Occidente. Por vez primera, desde el siglo XV, los países
occidentales están perdiendo poderío frente a la subida de las nuevas potencias
emergentes. Empieza la fase final de un ciclo de cinco siglos de dominación
occidental del mundo. Aunque los Estados Unidos seguirán siendo una de las
principales potencias planetarias, perderán su hegemonía económica en favor de
China. Y ya no ejercerá su “hegemonía militar solitaria”, como lo hizo desde el
fin de la Guerra Fría (1989). Vamos hacia un mundo multipolar en el que nuevos
actores (China, la India, el Brasil, Rusia, Sudáfrica) tienen vocación de
constituir sólidos polos continentales y de disputarle la supremacía
internacional a Washington y a sus aliados históricos (Japón, Alemania, Reino
Unido, Francia).
El tema es de suma importancia por lo que es
ocultado para la información pública. Poderosos intereses internacionales
impiden que en los grandes medios aparezcan este tipo de análisis. Por su
importancia, voy a apoyarme en comentarios publicados hace algunos años por una
personalidad académica de mucho prestigio: el doctor Jorge Beinstein[3], en La
viabilidad del postcapitalismo
(Rebelión, 08-08-2004). Entonces afirmaba:
Las actuales turbulencias de
la economía mundial forman parte de una crisis crónica iniciada a comienzos de
los años 1970, una de cuyas expresiones más notables ha sido la tendencia de
largo plazo a la caída de la tasas de crecimiento productivo global, en
especial en los países centrales. La magnitud alcanzada por dicha crisis se
combina con la declinación norteamericana ante la que no aparecen en el futuro
previsible potencias de reemplazo; Japón lleva ya casi de tres lustros de
estancamiento y la Unión Europea está acosada por el déficit fiscal, la
desocupación y la asfixiante interpenetración económica con Estados Unidos. A
lo que se suma la inviabilidad económica de amplias zonas de la periferia,
algunas de las cuales ya han colapsado o están muy próximas al desastre. El
subdesarrollo ha dejado de ser desarrollo subordinado, caótico-elitista,
complemento de las necesidades de los países centrales para convertirse en
depredación de fuerzas productivas, aniquilamiento de poblaciones.
El diagnóstico no
muestra atenuantes y describe con claridad el proceso que había comenzado,
según sus análisis, en la década de 1970. Estas afirmaciones han sido acompañadas
por otros analistas que coinciden en esa apreciación. Esta caracterización
impone una serie de temas que los presenta de este modo:
El debate aparece dominado
por dos interrogantes decisivos: ¿ha entrado el mundo burgués en un proceso de
decadencia?; ¿existe capacidad humana real para superar esa decadencia? La
primera pregunta está asociada al tema de la hegemonía del parasitismo
financiero y, en consecuencia, al potencial de regeneración del capitalismo; la
segunda, al de la posible irrupción de masas insurgentes con fuerza cultural
suficiente como para desatar el proceso de abolición de la modernidad
occidental.
Diez años después
de haber sido escrito este artículo, Beinstein podría seguir formulando estas
preguntas que no encontrarían hoy mejores respuestas que entonces. Esto muestra
que la vertiginosidad que han adquirido los procesos históricos no han mejorado
los modos de sus resoluciones. ¡Tantas veces la Historia se ha demorado en
abrir paso a los nuevos caminos! Para una mejor comprensión de cómo se ha
estructurado el entramado socio-político-económico del capitalismo del siglo XX,
nos propone una síntesis:
El capitalismo aparece entonces como un
sistema de dominación con vocación planetaria que se concretó hacia fines del
siglo XIX cuando, salvo raras excepciones, el mundo estaba compuesto por países
occidentales, colonias y semicolonias de Occidente. En ese momento, de
expansión territorial máxima, se produjo el paso decisivo en la
occidentalización del mundo... pero también comenzó la mutación parasitaria del
sistema, la marcha irresistible del capital financiero hacia el poder total en
el capitalismo, que se extendió durante más de un siglo con altibajos, hasta su
desarrollo aplastante desde comienzos de los años 1970.
[1] Una de las figuras principales del movimiento antiglobalización. Es
doctor en Semiología e Historia de la Cultura por la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), de París y
catedrático de Teoría de la Comunicación en la Universidad Denis-Diderot (París-VII). Especialista en geopolítica y estrategia
internacional y consultor de la ONU, actualmente imparte clases en la Sorbona
de París.
[2] Puede consultarse en esta misma página web, cuyo título es El mundo en el 2030.
[3] Doctor en Ciencias
Económicas por la Universidad de Franche
Comté, Besançon. Especialista en pronósticos económicos y economía mundial,
consultor de organismos internacionales y director de numerosos programas de
investigación. Titular de cátedras de economía internacional y prospectiva,
tanto en Europa como en América Latina. Es profesor titular de la Universidad
de Buenos Aires (Cátedra "Globalización y Crisis")
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