Y ahora, después de habernos colocado en contexto
histórico; de haber tomado debida nota de las condiciones socioculturales de
esta etapa que nos toca vivir; de asumir que no debe desconocerse la referencia sobre
importancia de la crisis en curso; que esta crisis, expandida en la dirección
mundana, es decir, abarcadora del conjunto de las relaciones sociales, no deja
indemnes nuestras subjetividades; estamos frente al verdadero comienzo de
nuestra reflexión más profunda. Dada esta afirmación, el profesor Lanz nos
invita a pensar:
Quisiera introducir entonces la pregunta de si es posible
pensar sin paradigmas, interrogando la propia
idea de la crisis de paradigmas, que es una de las expresiones más
recurridas, probablemente, en el vocabulario académico hoy por hoy: "Crisis
de paradigmas". Vivimos una "Crisis de paradigmas".
Pero, ¿qué quiere decir "Crisis de paradigmas"? Por lo menos
me gustaría invitarles a pasear un poco por los tres síntomas de la idea misma
de crisis. Para comenzar, como ustedes bien saben, la idea de crisis está
presente de forma abrumadora en todos los discursos. Hasta el punto de que es
un concepto especialmente banalizado. Casi no dice nada, porque todo se nombra
con la palabra "crisis". Por lo tanto, caracterizar una época, un
momento, un paradigma en clave de crisis, no transmite de inmediato nada al
lector; por el enorme poder trivializador que tiene un uso abusivo de esta
palabra "crisis".
Esta advertencia nos lleva a dejar de lado la
utilización periodística de este tema, por el abuso que ha vaciado lo mejor de
su contenido semántico. Esto nos obliga a darle un sentido sólido que remita a
pensar seria y detenidamente sobre el problema.
Lo primero que creo debe subrayarse y destacarse con
letras firmes, es que la crisis que hoy
se presenta es una crisis con mayúsculas. Y si el hoy aparece como una
definición un tanto vaga, debe decirse, entonces, para ubicarnos, que su
manifestación más clara se evidencia en estas últimas décadas. Sin embargo, por
lo que ya vimos, la profundidad del tema nos remite a un siglo y medio, con la
advertencia de los Maestros, cuya escala debe medirse por la incidencia en la
totalidad de la lógica civilizatoria. Representa un punto de inflexión en el
recorrido histórico mayor de la sociedad moderna, un periodo histórico de más de cinco
siglos. Lo que está en juego es la totalidad del mundo cultural global[1].
Profundiza su análisis nuestro profesor:
Es una caracterización que quiere poner el centro de
atención, no en este o aquel aspecto de detalle, de tal o cual saber,
disciplina o ambiente cognoscitivo, sino en el propio centro fundacional de una
civilización. Nada más y nada menos. Estamos diciendo que la Modernidad, (con
"M" mayúscula), es decir, una civilización, tiene tres o cuatro
siglos instaurando y realizando un modo de ser, de pensar, de producir y de
reproducir la vida, el hombre, la humanidad. Esa Modernidad ha entrado en
crisis. ¡Ah! Si lo que está en crisis es una civilización, su lógica fundante,
sus conceptos pivotes fundamentales, entonces no estamos hablando para nada de
una "crisis de crecimiento", de un accidente, de una
aceleración repentina, de una coyuntura inconveniente, de una anomia reparable;
estamos hablando de una convulsión en la médula fundacional de la civilización
que gobierna el globo terráqueo desde el siglo XVI en adelante, sobre manera, a
partir del siglo XVIII. Es la Modernidad toda la que ha entrado en crisis. Es
decir, es una civilización, es una lógica, es un modo de entender al mundo, es
una manera de organizar la vida en ese mundo, etc.
Para los fines de nuestra investigación, alcanza con
decir: la crisis sobre la que intentamos proyectar algo de luz es una situación
límite que coloca el propio modo de entender el mundo contemporáneo en una
especie de “no va más”; una sensación de final, de abismo, cuestionadora de la
razón moderna, de los propios fundamentos que dieron pie a toda una
civilización que madura su proyecto político-cultural-institucional, a partir
del siglo XVIII, y que hoy comienza a mostrar su agotamiento. Por tanto, si es
de esta crisis de la que debemos hacernos cargo, entonces la crisis del modelo
civilizatorio y de su paradigma, de conceptos y estructuras mentales, no es un tema
trivial. Es un estado de cosas que nos desafía a pensar por dónde empezar a construir los caminos de
salida y hacia dónde.
[1] En otro trabajo de próxima publicación en esta
misma página La decadencia de Occidente
se podrá leer al respecto un análisis más detenido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario