Para la etapa de los primeros asentamientos del pueblo hebreo la posesión
de una parcela de tierra garantizaba el bienestar de cada familia, de todas las
familias sin exclusión. La existencia de la extrema pobreza era considerada una
situación social inaceptable que exigía la colaboración de los otros miembros
de la comunidad para asistir al necesitado. Una muy vieja tradición semita, que
se remonta al Imperio babilónico de los tiempos del Rey Hammurabi (siglo XVIII
a. C.) habla de la necesidad de dar ayuda. Una trilogía habla de los
necesitados: «la viuda, el huérfano y el extranjero», que será recogida siglos
después en los textos del Antiguo testamento:. El sacerdote Xabier Pikaza[1] (1941) escribe sobre este tema:
Pues
bien, la Biblia ha elaborado una ley muy especial para proteger a los no
privilegiados (viudas, huérfanos, extranjeros). Viuda es una mujer que no recibe ayuda económica o
protección social de ningún varón, sea porque su marido ha muerto, sea porque
ha sido abandonada y queda sola, sin padres, hermanos, hijos o parientes que
cuiden de ella. En el contexto patriarcalista y violento del tiempo del Antiguo
Testamento, para una mujer, era imposible vivir sola, pues la unidad fundante y
el espacio base de existencia era la “casa”
y fuera de ella una mujer se volvía prostituta o vagaba sin sentido por
la tierra. Huérfano es el niño o menor sin familia que le ofrezca casa, es
decir, protección jurídica, espacio de vida social y capacidad de desarrollo económico.
Por eso está a merced del capricho o prepotencia de los poderosos del entorno.
La tradición israelita ha vinculado siempre a huérfanos y viudas, situándoles
sobre un mismo campo de necesidades y haciéndoles objeto de cuidado especial
por parte del resto de la sociedad. Extranjeros son los que residen en la
tierra israelita, pero sin formar parte de la institución sagrada de las
tribus. No se han integrado en la estructura económica, social y religiosa del
pueblo de la alianza, pero tampoco conservan el derecho del país del que
provienen con sus propias estructuras sociales, familiares, religiosas; por
eso, carecen de protección jurídica.
Esta normativa preveía posibles situaciones que se podían dar en la
práctica cotidiana del pueblo hebreo. Recordemos que la tierra había sido dada
a todos. En la época que analizamos ya se había establecido una sociedad
patriarcal, el varón era el designado para ejercer el derecho de posesión de la
tierra. Las categorías de la trilogía representaban a los excluidos del
sistema, por tal razón era obligación de los demás hacerse cargo de sus
necesidades y darles protección. Esto queda expresado en unos pocos ejemplos
que citaré, pero que se repiten a lo largo de muchas textos:
«A
ninguna viuda ni huérfano afligiréis. Porque si tú llegas a afligirles, y ellos
clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor»; «Dios es grande, poderoso y
temible, que no hace acepción de personas; que hace justicia al huérfano y a la
viuda; que ama también al extranjero dándole pan y vestido».- «Cuando siegues
tu mies en tu campo, y olvides alguna gavilla en el campo, no volverás para
recogerla; será para el extranjero, para el huérfano y para la viuda; para que
te bendiga Jehová tu Dios en toda obra de tus manos. Cuando sacudas tus olivos,
no recorrerás las ramas que hayas dejado tras de ti; serán para el extranjero,
para el huérfano y para la viuda».- «Cuando acabes de diezmar todo el diezmo de tus frutos
en el año tercero, el año del diezmo, darás también al levita, al extranjero,
al huérfano y a la viuda; y comerán en tus aldeas, y se saciarán. Y dirás
delante de Jehová tu Dios: He sacado lo consagrado de mi casa, y también lo he
dado al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda, conforme a todo lo que
me has mandado; no he transgredido tus mandamientos, ni me he olvidado de
ellos».
La posibilidad de que a algún miembro de la comunidad no le fuera bien con
sus cosechas, o por cualquier otra razón se viera obligado a pedir prestado
para sobrevivir, quien lo ayudara debía comportarse de acuerdo a lo
establecido:
«Si
prestas dinero a un miembro de mi pueblo, al pobre que vive a tu lado, no te
comportarás con él como un usurero, no le exigirás interés. Si tomas en prenda
el manto de tu prójimo, devuélveselo antes de que se ponga el sol, porque ése
es su único abrigo y el vestido de su cuerpo».
[1] Ha cursado estudios en la Universidad Pontificia de Salamanca, en la
Universidad de Santo Tomas y en Instituto Bíblico (Roma); – y en las
universidades de Hamburgo y Bonn (Alemania). Es Doctor en Teología por la Univ.
Pontificia de Salamanca, Doctor en Filosofía
por la Univ. de Santo Tomás de
Roma, Licenciado y Doctor en Sagrada Escritura por el Instituto Bíblico de Roma.
Profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario