Para ir avanzando en el análisis del contenido de la tradición comunitaria y la práctica
de la ayuda mutua prescrita en esos tiempos leamos el contenido de esas
normas. En el Levítico, uno de los
libros del Pentateuco (cinco libros)
se las recoge. Allí se prevé la posibilidad cierta de que a algunos les vaya
mejor que a otros y acumulen más riquezas. Como consecuencia de ello, trata la
situación de los empobrecidos que, habiendo recurrido al préstamo, no hubieran
podido pagarlo. Se enfrentaría a la posibilidad de conflictos como consecuencia
de desigualdades sociales imprevisibles. Esta preocupación tiene como
fundamento el reparto igualitario de tierras que se había realizado mediante un
sorteo al llegar a esas tierras de Canaán. Según la tradición, Moisés dijo: «Esta
es la tierra que ustedes se repartirán como herencia por medio de un sorteo».
Lo que deseo destacar en estos pasajes es la preocupación por la
posibilidad de generar una desigualdad social agraviante. Estaba viva todavía
la memoria de los viejos tiempos en tierra de los faraones (siglos XV al XIII
a. C.), en los que habían padecido la esclavitud. Por ello veremos como este
tema reaparece varias veces bajo distintas formas.
Por tal razón, al entrar a las tierras de Canaán (la Palestina de hoy) Moisés
les recomienda, hoy diríamos con criterio ecológico
trabajar la tierra durante seis años y el séptimo dejarla descansar; en ese
año se debe tomar sólo lo que ella produjera por sí misma (una sabiduría que
hoy llamaríamos preservación del suelo). Durante cuarenta y nueve años (siete
veces siete años --siete es un número cabalístico[1]) debe
hacerse lo aconsejado y al año siguiente, el año cincuenta, se llega al año
jubilar.
«Entonces,
el día diez del séptimo mes -el día de la Expiación- ustedes harán sonar la
trompeta en todo el país. Así santificarán el quincuagésimo año, y proclamarán
una liberación para todos los habitantes del país. Este será para ustedes un
jubileo: cada uno recobrará su propiedad y regresará a su familia... En este
año jubilar cada uno de ustedes regresará a su propiedad. Cuando vendas o
compres algo a tu compatriota no se defrauden unos a otros».
Cada cincuenta años se debían condonar todas las deudas, incluso se debían
devolver todos los bienes que se habían tomado como pago de deudas, o aquellos
comprados a un necesitado en condiciones de ventaja abusiva. La tenencia (la
propiedad no era permitida) de la tierra era transitoria y cada cincuenta años
se volvían a sortear las parcelas para colocar en igualdad de condiciones a
todos.
La posesión y explotación de la tierra creaba una responsabilidad social.
La cultura patriarcal dominante, como ya quedó dicho, hacía responsable de una
parcela de tierra sólo al varón casado, razón por la cual quedaban
desprotegidos en caso de muerte la viuda y el huérfano. La responsabilidad
social obligaba a hacerse cargo de todo aquel que quedara en una situación
miserable, por diversas causas, por ello se dice:
«Si
tu hermano se queda en la miseria y no tiene con qué pagarte, tú lo sostendrás
como si fuera un extranjero o un huésped, y el vivirá junto a ti. No le exijas
ninguna clase de interés: teme a tu Dios y déjalo vivir junto a ti como un
hermano. No le prestes dinero a interés ni le des comida para sacar provecho».
En otro de los libros del Pentateuco,
el Deuteronomio, se agrega:
«Al
cabo de tres años deberás separar la décima parte de todo lo producido ese año
y lo depositarás en la puerta de tu ciudad. Entonces vendrá a comer el levita,
ya que él no tiene posesión ni herencia contigo; y lo mismo harán el
extranjero, el huérfano y la viuda que están en tus ciudades, hasta quedar
saciados».
Tampoco el extranjero tenía derecho a recibir una parcela por no pertenecer a las Tribus, pero se lo incorporaba a la misma
categoría de la viuda y del huérfano. Todo el que se quedaba en la miseria no perdía
su derecho a recibir su sustento. Esta situación miserable no debía dar lugar
al aprovechamiento por parte del que estuviera en buena situación. De este modo
se lograría el deseo manifestado por Dios: “No habrá pobres a tu lado”. Toda la
comunidad era responsable de atender las necesidades de: «la viuda, el huérfano
y el extranjero».
[1] En
algunas religiones el siete es un número sagrado, representa lo bueno: los
siete días de la semana, las siete notas musicales, los siete colores del arco
iris, los siete pecados capitales, las siete artes, los siete mares, las Siete
Maravillas del Mundo, los siete sabios de Grecia, Roma, la ciudad de las siete
colinas, etc.
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