He propuesto, como tema de esta serie de notas, un análisis del tema de la libertad, para lo cual nos hemos remontado, en la búsqueda de la palabra de sus teóricos más importantes, hasta la Inglaterra del siglo XVIII. Hemos contrapuesto las consideraciones teóricas —muy importantes por ser fundantes del Derecho, hasta el presente— con la historia de sus aplicaciones prácticas, sobre todo en el escenario internacional, sin dejar de lado el nacional, en el que, desde el comienzo, aparecen contradictoriamente respecto de sus planes imperiales. Ahora sólo quiero agregar algunas de las violaciones flagrantes que señalan la poca estima que demuestran cuando la ley se interpone en el reaseguro de sus intereses, sobre todo en los Estados Unidos.
En las últimas notas me he apoyado en las opiniones del Dr. Paul Craig Roberts por ser un miembro destacado de la derecha republicana, razón por la cual habla desde el riñón mismo del establishment de ese país. Encuentro allí un fundamento de mayor peso en cuanto sus críticas parecen intentar el rescate de los valores republicanos, en una etapa en que es mucho más lo que se vocifera que lo que se los respeta. Veamos sus palabras: «El régimen de Obama, como el de Bush/Cheney, es un régimen que no quiere ser limitado por la ley. Y tampoco lo querrá su sucesor. Los que luchan por defender el vigor de la ley, el mayor logro de la humanidad, se verán asimilados a los oponentes del régimen y tratados como tales. Este gran peligro que se cierne sobre EE.UU. no es reconocido por la mayoría de la gente. Cuando Obama anunció ante una reunión militar su éxito en el asesinato de un ciudadano estadounidense, hubo vítores. El régimen de Obama y los medios presentaron el evento como una repetición del (supuesto) asesinato de Osama bin Laden. Dos “enemigos del pueblo” han sido triunfalmente liquidados. Que el presidente de EE.UU. haya proclamado orgullosamente ante una audiencia entusiasta, que había jurado defender la Constitución, que es un asesino y que también había asesinado la Constitución de EE.UU. es evidencia extraordinaria de que los estadounidenses son incapaces de reconocer la amenaza para su libertad».
Agrega el siguiente comentario, muy útil para nuestra comprensión de este fenómeno político, ante la necesidad de comprender cuál es el estado del derecho en el capitalismo que hoy se practica: «Emocionalmente, la gente ha aceptado los nuevos poderes del presidente. Si el presidente puede hacer que se asesine a ciudadanos estadounidenses, no es tan terrible que se les torture. Amnistía Internacional ha publicado un alerta de que el Senado de EE.UU. se prepara a aprobar legislación que mantendría abierta indefinidamente la Prisión de Guantánamo y que el senador Kelly Ayotte (republicano de Nueva Hampshire) podría introducir una provisión que legalizaría “técnicas realzadas de interrogatorio”, un eufemismo para tortura. En lugar de ver el peligro, la mayoría de los estadounidenses solo concluirá que el gobierno se está poniendo duro contra los terroristas, y eso recibirá su aprobación».
Es notable que, a pesar de que los estadounidenses tienen «evidencia abrumadora de las noticias y de vídeos en YouTube sobre el abuso brutal de la policía contra mujeres, niños y ancianos, del trato brutal y asesinato de prisioneros no solo en Abu Ghraib, Guantánamo, y las prisiones secretas de la CIA en el extranjero, sino también en prisiones estatales y federales en EE.UU. El poder sobre los indefensos atrae a gente de una inclinación brutal y maligna». Se puede advertir en estas palabras una sugerencia sobre alguna limitación de la democracia cuando la opinión pública es siendo condicionada por los grandes medios de comunicación.
Y un último señalamiento acerca de la ideología de las fuerzas represoras —que habla también de cómo se los prepara—: «Una inclinación brutal infecta ahora a los militares de EE.UU. El vídeo filtrado de soldados estadounidenses que se deleitan, como revelan sus palabras y acciones, al asesinar desde el aire a civiles y a camarógrafos de los servicios noticiosos que caminan inocentemente por la calle de una ciudad muestra a soldados y oficiales carentes de humanidad y disciplina militar. Excitados por la emoción del asesinato, nuestros soldados repitieron su crimen cuando un padre y dos pequeños se detuvieron para ayudar a los heridos, y fueron ametrallados».
Quiero suponer que John Locke no habrá llegado hasta este punto, pero las conductas de los colonos ingleses en tierras americanas y en la India mostraron la distancia que hubo desde el comienzo entre lo que se escribe y lo que se hace. No debemos olvidarlo.
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