Es necesario detenernos brevemente en un aspecto que, por lo general, pasa a un segundo plano en estos debates —y no creo que inocentemente—, para abordar luego el problema de la comunicación de masas. En la nota anterior opté por la denominación de ciencia de las ciencias es porque ésta se constituyó con el aporte de varias: la sociología, la psiquiatría, la psicología profunda, la psicología de masas, la psicología motivacional, las técnicas de la investigación social. Dijo Erich Fromm refiriéndose a este fenómeno, a fines de los sesenta:
"La creciente complejidad de las empresas y del capital, hacen que sea de la mayor importancia conocer por adelantado los deseos del consumidor y no sólo conocerlos, sino también influir sobre ellos y manejarlos. Las inversiones de capital en las gigantescas empresas modernas no se hacen por presentimiento, sino después de un manipuleo y una investigación concienzuda del consumidor y de todo el mercado".
Sus aportes invalorables, expresados en un aumento considerable de las utilidades, le otorgaron a esta ciencia un prestigio digno de mejores propósitos. Los éxitos empresariales fueron un punto de referencia insoslayable para el análisis de todo tipo de negocios. Aquí la palabra “negocio” adquiere la significación que el idioma inglés da a su equivalente business, que debiera ser traducida por “ocupación”. La generalización que la cultura anglosajona hizo de esta palabra colocó bajo un mismo paraguas todo tipo de ocupación, pero en aquella cultura se sobreentendía su referencia a las “utilidades”. Por tal razón, se generalizó la traducción como “negocios”. Esto no es ingenuo ni neutro, porque tiñó nuestro modo de entender las relaciones sociales como relaciones utilitarias.
De la afirmación de Fromm: “Las aplicaciones de la psicología se han generalizado a partir del manejo del consumidor y del trabajador, al manejo de todo el mundo, incluida la política”. El conocimiento que ofrece esta ciencia posibilita un “manejo” utilitario de las relaciones con las otras personas, convirtiéndolas en “medios” para la obtención de ciertos fines: la utilidad. Sigue nuestro autor: “Mientras que la idea original de la democracia se basaba en el concepto del ciudadano responsable y con ideas claras, en la práctica esto se distorsiona cada vez más, por la utilización de los mismos métodos que se desarrollaron primero en la investigación de mercado”. Se puede ya adelantar que el “negocio” de la información se va a enmarcar en estos criterios.
La distorsión fue convirtiendo la “libertad de prensa” en una “libertad de empresas”, libertad que no se ejerce en el interior de la empresa de medios, donde rige la disciplina empresarial. Es la libertad que tiene el empresario de la información, como parte de un conglomerado mayor, para transmitir lo que él crea que es conveniente y lucrativo. La tan mentada “línea editorial” es, muchas veces, un modo vergonzante de la censura. Si la información adquiere la forma de “noticia” y es noticia aquello que llame la atención del “consumidor de noticias”, el interés del “consumidor condicionado” pasa a ser el criterio de lo que puede ser noticia. La libertad de la que se habla se ejerce en el mercado con las “reglas del mercado”. Además, el “negocio” de la información está sostenido en gran parte por la publicidad. De allí que una parte importante de lo expresado está condicionada, a su vez, por la presión de los anunciantes.
Esto pone de relieve la tarea de la “prensa alternativa”, que, partiendo de medios precarios, intenta cubrir, en la información pública, ese hueco, vacío, casi un “agujero negro que no llena los grandes medios. La prensa alternativa se mueve dificultosamente en la búsqueda de la necesaria publicidad que mantenga financieramente el medio en circulación. También hasta allí se hace sentir la presión de las grandes empresas, los grandes medios, las agencias de publicidad que intentan maniatar el contenido de los mensajes del medio en el que colocan publicidad.
El otro riesgo que corre esta imprescindible libertad y diversidad de prensa, en una sociedad democrática, es la presión que se hace sentir desde los intereses partidarios, empresariales, profesionales sobre todo cuando ejercen el poder de sus instituciones. No pocas veces se confunde la crítica leal y honesta con campañas de difamación. Esto no significa que no existan, pero por verlas tantas veces provocan en el “consumidor avisado” el resultado de una paranoia que parece no poder evitarse cuando se ejerce el poder desde la distancia que lo separa de la gente. No debe callarse, entonces, que esa necesaria libertad de prensa es uno de los pilares sobre los que se debe construir —o reconstruir, como en nuestro caso— la salud institucional de la Nación y la defensa de la comunidad toda.
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