Antes de seguir avanzando debemos incursionar en lo que Carlos Marx denominaba «el secreto mejor guardado de la economía» que me atrevo a expresar así: « ¿Por qué los ricos son cada vez más ricos y los pobres son cada vez más pobres?». Décadas atrás, si hubiéramos recurrido a algo que suena hoy a arqueología, al periodismo serio de izquierda, hubiéramos podido encontrar críticas al capitalismo. Pero hace ya tiempo este sistema parece haber sido “santificado” por la “Santa Sede de las Finanzas”, por lo que cualquier crítica corre el peligro de la excomunión y el correspondiente infierno: quedar excluido de los negocios.
Desde los inicios de la década de los ochenta, comenzó a percibirse una tendencia mundial hacia una distribución cada vez más injusta de la riqueza producida en el planeta. La brecha que se iba abriendo comenzó a ser medida por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que denunciaba que la distribución mostraba dos rasgos riesgosos: uno, era entre países ricos y países pobres; el otro, que esa brecha comenzaba a producirse en los países centrales entre clases ricas y clases pobres. El papa Juan Pablo II, en una denuncia de este fenómeno, lo denominó “la existencia de un cuarto mundo”.
Los noventa, con la imposición del Consenso de Washington y su expansión, llamada luego “globalización” —que fue el dominio de una doctrina socioeconómica, el neoliberalismo—, se intentó demostrar que “no había otro camino posible” y que “había un solo tipo de problemas y para ellos una única solución”: el “pensamiento único”. Este fue el período de la consolidación de un capitalismo financiero, concentrador y depredador, que centralizó en unas pocas manos el manejo de los asuntos del mundo. Este enorme poder se expandió sobre los medios de comunicación de masas para controlar el flujo de la información y sus contenidos, tema sobre el que ya he escrito antes.
Creo que ahora, con lo expuesto, ya estamos en condiciones de comenzar a juntar todas las figuras de este enorme rompecabezas y plantearnos algunas respuestas. Sin embargo, vamos a dar un paso más: analicemos el resultado de la gran injusticia, que va en aumento; la polarización extrema en la distribución de la riqueza ha tenido una derivación nueva: el movimiento "Occupy", que se está expresando en muchas grandes ciudades del globo. En los Estados Unidos, se ha definido como “el 99% de la gente que enfrenta al 1% de los multimillonarios”. Algunos estudios serios, publicados en las redes informales, dan cuenta de este fenómeno con investigaciones avaladas por metodologías científicas.
Empecemos por el que realizó hace unos meses la Oficina de Presupuesto del Congreso de los Estados Unidos. Su objetivo fue analizar la profundización de «la brecha entre la selecta minoría de ultrarricos y el resto de la población norteamericana». Es importante basarnos en ese informe, porque aparece allí una muestra de una situación que desborda hacia gran parte del mundo de hoy y que de algún modo nos amenaza. El periodista Eduardo Anguita lo resume de este modo:
«En Estados Unidos, desde 1982 hasta fines de 2010, los ingresos globales –deducidos los impuestos– crecieron un 62%. En el 20% más pobre de la población norteamericana, los ingresos crecieron un 18%, mientras que en el 1% más rico el incremento fue del 275%. El 19% más rico (corresponde al segmento siguiente de la escala) obtuvo un 65% de incremento de los ingresos. El famoso “americano medio” incrementó sus ingresos en un 37%. Es decir, el 80% de la riqueza producida fue a manos del 1% de supermillonarios».
Estos datos se reflejan claramente en quiénes son los candidatos republicanos, todos pertenecientes a ese 1% de los supermillonarios. Mitt Romney, ya mencionado en la nota anterior, es un supermillonario, «su riqueza la hizo con fondos de inversión especulativa, y sus declaraciones juradas consignan que sólo contribuyó al fisco en el orden del 15%, porque sus negocios son considerados “inversión” y no ganancias; que, en ese caso, debería haber tributado el 35%», un modo legal de evadir impuestos.
Un segundo estudio de la Escuela Económica de París, un centro de investigación dirigido por personalidades como el indio Dr. Amartya Sen o el norteamericano Dr. Joseph Stiglitz, ambos académicos en Harvard y Columbia, investigó los ingresos de los hombres y mujeres más ricos del planeta y llegó a resultados similares. Es decir, que mientras los supermillonarios incrementaron casi el 100% sus ingresos, nueve de cada diez del resto sólo mejoraron sus ingresos en menos del 20%.
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