El análisis que estoy ofreciendo apunta a informar, a un público no dedicado a este tipo de estudios, los métodos y técnicas con que los poderes internacionales manejan lo que llaman con toda naturalidad “El libre flujo de las informaciones”, a sabiendas de lo hipócrita y cínico del título. Debo agregar que, con diferentes características, modalidades adaptadas a cada país, y con diversas formas de camuflar estas operaciones, su influencia se extiende por todo el planeta, con las consabidas excepciones.
El General Simon Worden no oculta las intensiones de la institución a su cargo, una de las directivas dice: «En situaciones de crisis las Operaciones de Información cumplirán una función disuasoria y flexible para comunicar nuestros intereses nacionales. Las IO (Information Operations) pueden aplicarse para conseguir resultados físicos y psicológicos de apoyo a los militares». Nada nuevo en el mundo, Comenta el Dr. Romano, hace casi doscientos años, el general alemán, teórico militar, Karl von Clausewitz (1780-1831), hizo hincapié en “los aspectos morales y políticos de la guerra” y dijo ya en su famoso tratado “De la guerra” que en tiempos de conflicto “la mayoría de las noticias son falsas”. No debe ignorarse que, por lo menos, a partir de la Segunda Guerra Mundial no hubo nunca en el mundo una paz completa y duradera, por lo cual para los Estados Unidos el conflicto es permanente, aun en momentos en que no se esté disparando ni una bala. De aquí debemos sacar como una primera conclusión que el denominado “libre flujo de las informaciones” está bajo la supervisión directa o indirecta del Pentágono.
Dentro de este cuadro de situación es obligatorio, para una comprensión profunda del tema de la “información pública”, incorporar todo este tipo de datos que puede escandalizar al lector poco avisado de estos manejos. Agrega el Dr. Romano: «La Primera Guerra del Golfo iba a ser el primer conflicto bélico televisado y luego resultó ser invisible por la ausencia de imágenes del mismo. Hoy, la estrategia del Pentágono y de la Administración de George Busch, con respecto a la Segunda Guerra del Golfo ha cambiado. Haciendo gala de una prepotente sinceridad se han lanzado a la compra abierta de periodistas en distintos países para que den una versión favorable de sus tesis e intereses, sinceridad que es de agradecer. Más aún. Invitaron a 500 periodistas, elegidos por ellos, para que convivan con las tropas y presencien directamente los combates. Pero no podrán informar de todo. Se les proporcionarán 19 reglas de obligado cumplimiento periodístico. Entre ellas: *No informar de los lugares concretos donde se desarrollen las acciones. *No identificar las posiciones enemigas. *No informar de las bajas estadounidenses. *Los jefes de unidad podrán vetar o embargar los trabajos de prensa».
Los grandes diarios de los Estados Unidos no son ajenos a este tipo de manipulación de la información pública, colaboran en esta campaña de desinformación y confusión con titulares sensacionalistas y falsos rumores. La vieja afirmación: “En tiempos de guerra la primera víctima es la verdad”, no debe hacernos caer en engaños. El problema radica en el concepto “en tiempos de guerra” que nos lleva a pensar en guerras convencionales. Pero los “dueños del mundo”, como señalé antes, consideran que estamos en guerra permanente en tanto pueda sospecharse de algunos que no acuerden sumisamente con su concepción de la política internacional y de la aplicación de sus directivas. La histeria que derraman por el mundo le sirvió a la Administración Bush para limitar todo tipo de información que no aprobaran los Servicios de Inteligencia.
De lo expuesto se deduce que el tan publicitado “libre flujo de las informaciones y conocimientos” no deja de ser una cruel ironía. Viene bien recordar las palabras de Albert Einstein, su aguda inteligencia lo llevó a afirmar: «Bajo las condiciones actuales, los capitalistas privados controlan las principales fuentes de información (prensa, radio, enseñanza). Por eso es sumamente difícil y, a decir verdad, totalmente imposible en la mayoría de los casos, que el ciudadano individual llegue a conclusiones objetivas».
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