Comienzo esta serie de notas tomando como referencia el libro de Noam Chomsky (1928), lingüista, filósofo y activista estadounidense: El control de los medios de difusión. Los espectaculares logros de la propaganda, Editorial Crítica (2000), como un pequeño homenaje de mi parte a este docente, investigador, crítico meticuloso, que se ha dedicado en estas últimas décadas a analizar el funcionamiento y el papel que cumplen los medios de información. Es profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y se ha convertido en uno de los intelectuales críticos más destacados de las últimas décadas siglo XX hasta hoy. Las notas que iré publicando tendrán a este texto como centro de mis reflexiones.
En este trabajo vuelve, una vez más sobre la que parece ser una de sus obsesiones investigativas. El título en castellano, que traduce Media control del inglés, suena de una manera ambigua en nuestra lengua: podemos preguntar ¿los medios son los que controlan o son los controlados? Sin embargo, el subtítulo ya nos da una pista de hacia dónde apunta. Si los logros de la “propaganda” son los “espectaculares”, queda claro que es el primer significado el que vale. Comienza su exposición proponiendo un tema fundamental para la vida política de las democracias occidentales:
«El papel de los medios de comunicación en la política contemporánea nos obliga a preguntar por el tipo de mundo y de sociedad en los que queremos vivir, y qué modelo de democracia queremos para esta sociedad. Permítaseme empezar contraponiendo dos conceptos distintos de democracia. Uno es el que nos lleva a afirmar que en una sociedad democrática, por un lado, la gente tiene a su alcance los recursos para participar de manera significativa en la gestión de sus asuntos particulares, y, por otro, los medios de información son libres e imparciales. Si se busca la palabra democracia en el diccionario se encuentra una definición bastante parecida a lo que acabo de formular. Una idea alternativa de democracia es la de que no debe permitirse que la gente se haga cargo de sus propios asuntos, a la vez que los medios de información deben estar fuerte y rígidamente controlados. Quizás esto suene como una concepción anticuada de democracia, pero es importante entender que, en todo caso, es la idea predominante».
Se me ocurre pensar después de haber leído esto que la tan mencionada “libertad de prensa”, que encierra y oculta “la libertad de empresa”, está aferrada a la segunda alternativa. El parámetro de la importancia otorgada a este criterio como medida de la “democraticidad” — palabra que propone el politólogo italiano Giovani Sartori— queda en manos de los medios de comunicación. Nada menos.
Como la problemática está centrada para Chomsky en el análisis de la capacidad enorme y brutal señalada en el subtítulo Los espectaculares logros de la propaganda, comienza a historiar sus orígenes modernos:
«Empecemos con la primera operación moderna de propaganda llevada a cabo por un gobierno. Ocurrió bajo el mandato de Woodrow Wilson. Este fue elegido presidente en 1916 como líder de la plataforma electoral Paz sin Victoria, cuando se cruzaba el ecuador de la Primera Guerra Mundial. La población era muy pacifista y no veía ninguna razón para involucrarse en una guerra europea; sin embargo, la administración Wilson había decidido que el país tomaría parte en el conflicto. Había por tanto que hacer algo para inducir en la sociedad la idea de la obligación de participar en la guerra. Y se creó una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel, que, en seis meses, logró convertir una población pacífica en otra histérica y belicista que quería ir a la guerra y destruir todo lo que oliera a alemán, despedazar a todos los alemanes, y salvar así al mundo. Se alcanzó un éxito extraordinario que conduciría a otro mayor todavía: precisamente en aquella época y después de la guerra se utilizaron las mismas técnicas para avivar lo que se conocía como Miedo Rojo. Ello permitió la destrucción de sindicatos y la eliminación de problemas tan peligrosos como la libertad de prensa o de pensamiento político. El poder financiero y empresarial y los medios de comunicación fomentaron y prestaron un gran apoyo a esta operación, de la que, a su vez, obtuvieron todo tipo de provechos».
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