La mirada de Lippmann, con capacidad de penetración, nos permite comprender cuáles son, según él, todas las piezas del aparato de dominación estadounidense, hoy globalizado. La maquinaria del sistema de comunicación, que no se reduce sólo a los medios: «Así, tenemos un sistema educacional, de carácter privado, dirigido a los hombres responsables, a la clase especializada, que han de ser adoctrinados en profundidad acerca de los valores e intereses del poder real, y del nexo corporativo que este mantiene con el Estado y lo que ello representa. Si esos hombres “calificados” pueden ascender hasta allí, podrán pasar a formar parte de la clase especializada. Al resto del rebaño desconcertado básicamente habrá que distraerlo y con dirigir su atención a cualquier otra cosa. Habrá que asegurarse de que permanecen todos en su función de espectadores de la acción, liberando su carga de vez en cuando en algún que otro líder de entre los que tienen a su disposición para elegir».
Muchos otros han desarrollado este punto de vista, agrega Chomsky, bastante convencional entre los hombres y mujeres de la derecha estadounidense: «el destacado teólogo y crítico de política internacional Reinhold Niebuhr (1892-1971), conocido a veces como el teólogo del sistema, gurú de George Kennan y de los intelectuales de Kennedy, afirmaba que la racionalidad es una técnica, una habilidad, al alcance de muy pocos: solo algunos la poseen, mientras que la mayoría de la gente se guía por las emociones y los impulsos. Aquellos que poseen la capacidad lógica tienen que crear ilusiones necesarias y simplificaciones acentuadas desde el punto de vista emocional, con objeto de que los bobalicones ingenuos vayan más o menos tirando. Este principio se ha convertido en un elemento sustancial de la ciencia política contemporánea». Muy duras palabras que provocan la necesidad de reflexionar sobre todo ello. Forman hoy parte del ideario del Tea Party .
Pero si la sociedad del Norte ha acabado siendo más libre y democrática, y esto es lo que ha sucedido desde la posguerra, es porque se fue perdiendo aquella capacidad de dirigir el rebaño hacia la meta prefijada. La contraofensiva conservadora de los ochenta en adelante recurrió a esta doctrina pero sin manifestarlo abiertamente. Por ello, vuelve a recurrir a las técnicas de propaganda. La lógica es clara y sencilla, Chomsky la sintetiza con estas palabras: «la propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al estado totalitario. Ello resulta acertado y conveniente dado que, de nuevo, los intereses públicos escapan a la capacidad de comprensión del rebaño desconcertado». La disciplina que tomó a su cargo la tarea de propagar “las ideas correctas” fue la ciencia de las Relaciones Públicas. Esta carrera fue presentada como “el estudio de los modos y normas de comunicar amablemente los contenidos de la cultura de una empresa”. Todavía podemos oír entre nosotros a jóvenes que quieren estudiar esa carrera, con total ingenuidad. Esta es otra muestra de la capacidad de encubrir los verdaderos propósitos.
Dice Chomsky: «Los Estados Unidos crearon los cimientos de la industria de las relaciones públicas. Tal como decían sus líderes, su compromiso consistía en controlar la opinión pública. Dado que aprendieron mucho de los éxitos de la Comisión Creel [Comisión creada por Woodrow Wilson] y del miedo rojo[al comunismo], y de las secuelas dejadas por ambos, las relaciones públicas experimentaron, a lo largo de la década de 1920, una enorme expansión, y se obtuvieron grandes resultados a la hora de conseguir una subordinación total de la gente a las directrices procedentes del mundo empresarial». La situación llegó a tal extremo, que en la década siguiente los comités del Congreso estadounidense empezaron a investigar el fenómeno. De estas pesquisas proviene buena parte de la información de que hoy disponemos para investigaciones como la presente.
«Las relaciones públicas constituyen una industria inmensa que mueve, en la actualidad, cantidades que oscilan en torno a un billón de dólares al año y desde siempre su cometido ha sido el de controlar la opinión pública, que es el mayor peligro al que se enfrentan las corporaciones». Esto permite a comprender ahora por qué las grandes corporaciones comenzaron a comprar medios de comunicación, fenómeno que se acentuó a partir de la década de los ochenta.
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1 comentario:
Encontre el blog. Soy Carlos. Muy buena su clase hoy. Voy a venir a leer un poco cada tanto.
Un gusto... Carlos.
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