Pareciera que el relato de esa realidad que
nos muestran los medios desmiente la impresión espontánea de nuestra realidad
circundante, inmediata, cotidiana. Georges Perec dice:
La prensa diaria habla de
todo menos del día a día. La prensa me aburre, no me enseña nada; lo que cuenta
no me concierne, no me interroga y ya no responde a las preguntas que formulo o
que querría formular… lo que realmente ocurre, lo que vivimos, lo demás, todo
lo demás, ¿dónde está? Lo que ocurre cada día y vuelve cada día, lo trivial, lo
cotidiano, lo evidente, lo común, lo ordinario, lo infra-ordinario, el ruido de
fondo, lo habitual, ¿cómo dar cuenta de ello, cómo interrogarlo, cómo
descubrirlo?
Esto nos obliga a preguntarnos por las razones
que han dado lugar a este tipo de fenómenos. Una liviana actitud de personas,
poco dadas a la investigación y a la reflexión, acepta todo esto como un
resultado simple de los procesos socio-históricos, como una consecuencia natural del devenir del tiempo. No puedo
conformarme con razones poco consistentes; por ello, vamos a avanzar por este
camino. Debo advertir que es necesario problematizar el tema, atravesarlo con
preguntas que nos llevarán inevitablemente también a politizarlo. Se nos cruza
una palabra muy manoseada y tergiversada que ha padecido un desgaste intenso: “política”.
Por ello, dejo aclarado que la utilizaré en el más clásico sentido aristotélico.
Aristóteles[1] parte
de la base de que el fin superior del hombre es la búsqueda de la felicidad,
que consiste en la vida contemplativa. La contemplación le permitirá discernir
con claridad qué caminos conducen a ella. La vida en la comunidad es la
condición para ese logro, que debe estar regido por la ética y, como ésta debe
subordinarse al bien común, desemboca en
la política. Define al hombre como un animal social, «zoon politikon», que
desarrolla sus fines en el seno de una comunidad. La política del hombre se
explica por su capacidad del lenguaje, único instrumento capaz de crear una
memoria colectiva y un conjunto de leyes que diferencia lo permitido de lo
prohibido. De manera que nos encontramos con el tema que hemos estado
analizando: la palabra como instrumento de la política, entendida ésta como el
conjunto de propuestas y debates sobre ello, la coordinación de muchas acciones
que debe tener en cuenta la voluntad de los demás. La política gira en torno a
las leyes e instituciones creadas para elaborarlas y administrarlas.
La palabra que cruza el escenario social está
siempre traspasada por la política, puesto que su misión es acercarse a los
otros para comunicarles nuestros deseos, pensamientos, ideas, propuestas, que
no deben marginar la participación y la voluntad de los otros miembros del
espacio público: la comunidad.
Al abordar el tema de la palabra en el espacio público, sobre todo a partir de la
Segunda Guerra, nos enfrentamos al de la concentración de la propiedad de los medios
en muy pocas manos internacionales, y con el del uso que se hace de ellos. El Doctor
Umberto Mazzei[2]
nos advierte que no debe pensarse esto con mirada ingenua:
Desde el siglo XX, controlar
la información sin usar constricción formal, para limitar el alcance de la
mente y del espíritu, obsesiona a los ambiciosos del lucro desmedido, como los
llamó Adam Smith. Es en los Estados Unidos donde se elaboró el modelo. Allí se
redujo al mínimo en la educación media -la de la masa- la enseñanza de temas
humanísticos, como la historia, la geografía o la filosofía, que son la
referencia del pensamiento crítico. La idea es impartir sólo el conocimiento
necesario para que el trabajador sea útil, pero ignorante en lo político. Eso
permite forjar en la mente de las mayorías una visión del mundo alejada de la
verdad, pero que la orienta según convenga a la ambición de los dirigentes. El
truco sirve también a gobiernos que sin alharaca electoral tienen una clase
dirigente visible, pero es en las democracias donde es más útil, porque allí
los que de verdad mandan, se ven poco, pero usan la propaganda engañosa para
promover sus títeres en los carnavales electorales.
Son muy duras y tajantes aseveraciones que nos
imponen avanzar cuidadosamente, revisando sus contenidos[3].
Si bien este no es un tema nuevo, investigadores de la talla de Noam Chomsky,
de Harvard y del Instituto Tecnológico de Massachusetts, han publicado bastante
al respecto, pero el contenido de sus denuncias no son publicadas por el
sistema de medios concentrados.
[1] Aristóteles (384– 322 a. C.), filósofo, lógico y científico de la
Antigua Grecia, cuyas ideas han ejercido una enorme influencia sobre la
historia intelectual de Occidente por más de dos milenios.
[2] Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Florencia. Es
Director del Instituto de Relaciones Económicas Internacionales en Ginebra.
[3] Para un estudio más detallado de este tema sugiero mis trabajos El control de la opinión pública y La democracia frente a los medios de comunicación,
en la página www.ricardovicentelopez.com.ar
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