La cita del doctor Umberto Mazzei puede haber
provocado en algún lector —poco avisado sobre este tipo de informaciones—
sorpresa o desconfianza, ya que se ataca a un órgano al que se presentó como el Cuarto Poder, el garante de la libertad de prensa, el defensor de la
democracia y el portador de la verdad pública. Recomiendo recordar o ver la
película El ciudadano[1], en la que ya se denunciaba, en la
década del 40 del siglo pasado, este tipo de maniobras con la información.
Sigamos leyendo al doctor Mazzei:
Hasta el siglo XX, los
medios de información eran de propiedad difusa, cobertura regional y diferente
percepción de la realidad. Durante el siglo XX, la propiedad de los medios de
información se concentró, la cobertura se amplió al nivel nacional e
internacional, las versiones de la noticia se fueron haciendo más coincidentes y se instalaron los medios
audiovisuales, que estimulan la pereza intelectual. El siglo XXI comienza mostrando
la propiedad de los medios concentrada y la difusión de noticias muy
orquestada. Hay un cartel internacional cuyas miras políticas van más allá de
las definidas por el Consenso de Washington o la Organización del Tratado del Atlántico
Norte. Su técnica básica es mentir por omisión. Se amputan partes esenciales de
la verdad o de la realidad histórica y política, mientras se inventa o exagera
lo que se quiere revelar. El fin es demonizar personas o países, creencias o
ideologías.
Este manejo de la
información pública va quedando cada vez más al descubierto. La prensa nacional
e internacional ha publicado noticias falseadas muy burdas como para que pasen
inadvertidas. Ha ocultado operaciones guerreras en el Cercano y Lejano Oriente,
con miles de víctimas que incluyen en cifras alarmantes a niños, mujeres y
ancianos. Los bombardeos con aviones no tripulados (los “drones”[2]).
¿Cómo se explica esta intención tergiversadora en el manejo de la información
pública? La razón reside en que la propiedad de esos medios está en manos de
las grandes multinacionales cuyo proyecto apunta a la dominación global, tema
que no debe ser público y debe ocultar los medios utilizados, principalmente
militares. Sigamos con el doctor Mazzei:
La concentración de la
propiedad y el anonimato de los accionistas dificultan la identificación
específica de los intereses económicos, políticos o confesionales que orientan
la manipulación de la información, pero el modo como los grandes grupos
informativos coinciden en calificar los intentos de democratizar la información
como atentados contra la libertad de expresión, indica temor a la
transparencia. Datos europeos recientes muestran que la concentración aumenta,
porque la crisis afecta más a los medios de información pequeños e
independientes. Según El País
(14/12/2012), desde el 2008, en España desaparecieron 132 revistas y 22 diarios,
y se sumaron 6300 periodistas al paro. La inversión en prensa, radio y
televisión cayó un 45%.
Hay más: si bien los medios despiden a periodistas
y a empleados —y esto afecta a los pequeños y a los medianos—, a los grandes
las pérdidas no les preocupan, porque obtienen sus utilidades con sus grandes
empresas para las cuales los medios desarrollan una tarea política:
Pero
hay cosas de más profundidad. La investigación descubrió complicidades entre la
prensa y la clase política, entre el Grupo Murdoch
y los dos partidos principales, entre la policía y los diarios. El Juez
Leveson ya se pronunció sobre los vínculos entre barones de los medios y los
políticos británicos, con un clásico “understatement[3]”
británico: “Durante los últimos 35 años hubo, en esa relación, una insalubre
proximidad”.
[1] El ciudadano es una película
estadounidense de 1941, dirigida, escrita, producida y protagonizada por Orson
Welles. Está considerada una de las obras maestras de la historia del cine. La trama examina la vida de Charles Foster Kane, basada en la del magnate
de la prensa estadounidense William Randolph Hearst (1863-1951). Durante su
estreno, Hearst prohibió mencionar la película en sus periódicos.
[2] Los drones, vehículo aéreo no tripulado, son capaces de un alto poder
destructivo, aunque éste no se basa en el potencial explosivo de estos proyectiles, sino en su enorme capacidad de
penetración.
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