Si la preocupación
de países europeos por la defensa de sus propias culturas ha sido tan tenaz
hasta que fueron derrotados en los foros internacionales, debemos reflexionar
sobre ¿por qué ellos no se avinieron a las imposiciones de la Organización
Mundial del Comercio mientras tuvieron fuerzas? ¿Qué tipo de bienes estaban
defendiendo y por qué razón? La muy fuerte influencia de los medios
concentrados en nuestra América no permite que este tipo de debates emerja en
el espacio público. Las distorsiones que introducen los medios en la conciencia
colectiva, con sus modos y estilos generan un tipo de sensibilidad, de gustos y
de preferencias se puede percibir en
cómo desdibujan el perfil de la cultural nacional. La comedia italiana ya
citada, Un americano en Roma, pinta
con rasgos estereotipados un personaje que ha sido víctima de ese tipo de
distorsiones por la presencia masiva de esa cultura invasora, a punto tal que
no se reconoce ya como italiano. Se siente un “americano”; sin embargo, todo
denuncia en él a un italiano de la llamada Ciudad
Eterna.
Estamos entonces, nuevamente, ante el fenómeno
de la alienación. Esta palabra, que
fuera usada por los investigadores sociales y culturales en la década de los
60, es uno de los conceptos “desaparecidos” por el sistema de dominación
imperante. La Academia de la Lengua define la palabra alienación con cinco
acepciones, dos de las que hacen referencia al tema que tratamos. Dice:
«alienación: proceso mediante el cual el individuo o una colectividad
transforman su conciencia hasta hacerla contradictoria con lo que debía
esperarse de su condición»; y también:
«Estado mental caracterizado por una pérdida del sentimiento de la propia
identidad». Podemos ver esta otra definición que le da otro matiz: «Alteración
temporal o permanente de la razón y de los sentidos; pérdida de la
personalidad, la identidad o las ideas propias de una persona o de un colectivo
debido a la influencia o dominación de otra u otras: la alienación que provoca
la publicidad consumista».
Ya estamos en condiciones de comprender cuáles
son las consecuencias de un proceso de despersonalización
cultural que desfigura los valores culturales propios al presentarlos como
despreciables. Esto se ha expresado en afirmaciones de décadas pasadas: “Quien no sabe inglés es un analfabeto”, frase
acompañante de una publicidad comercial que enuncia sus ofertas en inglés. Esto
no significa que no deba aprenderse esa lengua. Pongo el acento sobre el tema
tratado en notas anteriores[1],
respecto de las enormes deficiencias que muestra una parte importante de la
población en el manejo del castellano, conocimiento previo para estudiar otro
idioma; caso contrario, no se aprende otra lengua: se reemplaza la propia.
El escritor
uruguayo Miguel Guaglianone se muestra preocupado por el papel que juegan los
medios de comunicación en el centro de este asunto:
El proceso por el cual los
medios masivos de comunicación influyen y condicionan a sus receptores, ha
llegado a ser un sistema integrado de alienación
mundial. El poder de los medios masivos de comunicación para determinar opinión
en el público no es una novedad. Ya a principio del siglo XX, William Hearst
fue capaz de crear -con su cadena de periódicos- una guerra con Cuba. En la
década de los 30 del mismo siglo, Joseph Goebbels sistematizó las transmisiones
radiales para adoctrinar al pueblo alemán en la visión
expansionista-imperialista de los nazis. Después de la Segunda Guerra Mundial,
los triunfantes EE.UU., con el advenimiento de la televisión, difundieron e
impusieron en el mundo su “american way of life”, a la vez que expandían
globalmente el mercado de los productos de consumo masivo que definían ese modo
de vida.
No obstante haber colocado como punto de
partida para esta investigación la década del 50 del siglo pasado, debo agregar
que la del 80 significó un gran salto cualitativo en el crecimiento del poder y
de la utilización de esos medios al
servicio de un proyecto que se consolidó como plataforma de lanzamiento global
del neoliberalismo. Sigamos leyendo:
La acumulación de capital y
poder en manos de un número decreciente de grandes corporaciones
transnacionales interrelacionadas, así como el desarrollo tecnológico de las
comunicaciones por satélite, capaces de cubrir el globo terrestre, apoyados en
la proliferación de los sistemas informatizados, han ido creando una red
alrededor de todo el planeta, controlada y abastecida por un reducido número de
transnacionales de la “información” y el “entretenimiento”.
[1] Véase en el blog www.pensandodesdeamerica.blogspot.com
la serie de notas El valor de las
palabras.
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