Propongo ahora dar un paso más y entrarle al problema por otra vía. Para lo cual invitaremos ahora a una investigadora de estos temas, la
antropóloga Marta Riskin, quien lleva una larga trayectoria en el análisis de
los usos de las palabras con fines muy claros, aunque escapen a la percepción
del ciudadano de a pie. Sin la menor duda, nos aporta una claridad conceptual
que nos resultará muy útil. Nos convoca a memorizar los efectos que provocaba,
en la conciencia colectiva, el uso abusivo de un concepto atemorizador:
Tan sólo poco más de una década atrás, el
“riesgo-país” escapó del vocabulario de los especialistas y, distribuido por
los multimedios sobre una nación que ya no exportaba productos sino hijos, nos
señaló la incompetencia, estupidez e inutilidad de nuestros esfuerzos y
proyectos. Una vez cumplida la instauración del “corralito” y al ritmo de las
cacerolas, la frase fue perdiendo protagonismo y emigró de las primeras planas,
reducida a su verdadera dimensión de sobretasa que paga un país por sus bonos,
en relación con la tasa de interés que paga el Tesoro de los Estados Unidos.
Quienes registraron que la publicitada “objetividad” periodística convertía el
índice económico en un “caballo de Troya” para favorecer a veintitantos
clientes de títulos, alias el “mercado”, también aprendieron la diferencia
entre consumir verdades ajenas y reflexionar por cuenta propia. Algunos también
detectaron que la confianza y la autoestima nacional son factores que influyen
en la formación de expectativas económicas, que en definitiva modelan los
destinos nacionales.
Volver nuestra mirada hacia ese pasado
reciente nos permite recuperar, para nuestra investigación, la capacidad que
tiene la palabra manipulada, en este caso mediante la traslación de su
significado específico, en el estrecho ámbito de los especialistas en finanzas,
al espacio público. Como señala nuestra antropóloga, la presencia amenazante
del concepto técnico en los grandes títulos de la prensa escrita, repetido en
los medios audiovisuales por supuestos especialistas profesionales a lo largo
de los días, la convirtió en una especie de virus latamente contaminante para nuestra tranquilidad
cotidiana. Si bien esto fue mucho más visible para quienes tuvieron la voluntad
y la perseverancia de haber seguido el recorrido del tema en la década
siguiente, el estallido de la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos y sus repercusiones
mundiales evidenciaron el manejo abusivo e interesado de las Consultoras
Internacionales.
Todavía hoy el riesgo país-país mide de modo
diferente la incapacidad de pago de deudas. Según los intereses de los
banqueros y financistas internacionales, alcanza con ver hoy el problema en
Grecia y España. Con el valor del dólar, sucede algo semejante. Partiendo de
estas comprobaciones, Marta Riskin avanza:
Cuando aceptamos que los
mensajes distan de ser neutrales y filtran nuestra realidad, también podemos
ser capaces de elegir la dirección de nuestros esfuerzos y hasta crear nuestro
propio “indicador de solvencia general”. Un índice que bien podría llamarse
“confianza-país” y se construyera con variables que midan resiliencia y cultura
de producción, recursos inexplorados y nivel profesional y científico,
capacidad creativa y respeto de los derechos humanos, la solidaridad de las
mayorías y la aplicación efectiva de la justicia social. También, por supuesto,
mediría simplemente justicia; ya que la aplicación de la ley de medios otorgará
a cada uno de nosotros y nosotras, la efectiva y democrática posibilidad de
elegir entre “riesgo-país” y “confianza-país”.
Si hemos logrado incorporar a nuestros razonamientos
estos conceptos, que pueden funcionar como herramientas para el desmontaje de
las manipulaciones, nuestra razón se agudizará, se hará más sutil en la
recepción de los mensajes, se reconvertirá por el adiestramiento en la
utilización de la sana sospecha. Todo ello la predispone a abandonar viejas
ingenuidades que habían generado conceptos tales como la objetividad de la
información.
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