miércoles, 10 de julio de 2013

La decadencia de Occidente VI



 A partir de la catástrofe financiera de la Bolsa de Nueva York, los analistas y los investigadores se preocuparon para detectar las causas que las habían provocado. Como es de suponer, no hubo acuerdo en definir una causa o unas pocas, pero fundamentales. Las escuelas del pensamiento económico no se podían poner de acuerdo. Los marxistas esgrimieron fundamentaciones que les permitían corroborar las predicciones atribuidas a Marx. Los defensores del liberalismo económico no podían aceptar que el sistema capitalista pudiera entrar en un cuestionamiento estructural de su funcionamiento, dado que esto abría las puertas de la crítica revolucionaria.
Otro tema relevante que aparece es el que Raymond Aron[1] (1905-1983) denominó “la anarquía capitalista”, que sería la consecuencia de un mercado libre, de oferta y demanda (es decir, no planificado) que arrastra el peligro de caer en crisis de superproducción, de producir por encima de la demanda existente. Esto es el resultado de que la demanda no es cuantificable con precisión. Aunque, con mayor propiedad, habría que hablar de crisis de demanda, por disminución del poder de compra, cuya persistencia pondría en riesgo la normal continuidad del “mercado”.
No debe olvidarse que la quiebra de la Bolsa fue un resultado combinado de estas posibles causas, por lo cual en la década del treinta el desconcierto reinante llevó a que varias universidades estadounidenses se lanzaran a estudiar el sistema de planificación centralizada de la Unión Soviética como una salida posible.
Una definición sencilla de este concepto nos la brinda Wikipedia:
La economía centralizada es aquella en la cual los factores de producción están en manos del Estado, que es el único agente económico relevante. Por ello, el mercado pierde su razón de ser como mecanismo asignador de recursos. Estas manipulaciones son llevadas a cabo mediante planes económicos quinquenales, en los que se especifica detalladamente el suministro, los métodos de producción, los salarios, las inversiones en infraestructuras.
Para poder pensar sobre este tema más detalladamente, recurro a un economista e historiador británico de orientación marxista, Maurice Herbert Dobb[2] (1900-1976), quien, en un artículo titulado ¿Planificación centralizada o descentralizada? (1966), sostiene:
Existe, en relación con la planificación, un problema que no queremos dejar de abordar, ya que, con harta frecuencia, ha sido objeto de discusión dentro y fuera de los países socialistas. Dicho problema se refiere al mecanismo de la planificación, es decir —para denominarlo de la misma forma en que se ha hecho en algunos países socialistas—, a los “modelos económicos” y, en particular, al grado de centralización o descentralización que ha de existir en la planificación económica y en la administración. Mucha gente se siente inquietada por el peligro de una “burocracia” con excesiva concentración de poderes, demasiada inflexibilidad en la línea de mando y escasa iniciativa democrática desde abajo. ¿Cómo evitar la aparición, en la esfera económica, de un poderoso “imperio” burocrático, lento e irresponsable?
El párrafo está poniendo en evidencia que también dentro de los países socialistas se debatía sobre este problema para definir cuánta planificación, cómo planificarla y con qué grado de libertad, si debía ser centralizada o descentralizada, etc. En medio de lo que se cuestionaba en la década del treinta, se trataron con mayor atención dos propuestas diferentes. Ambas abandonaban en gran parte la idea de un mercado libre dejado a sus propios mecanismos: a. las diversas formas posibles de planificación, y b. las tesis de John Maynard Keynes[3] (1883–1946) cuya propuesta ponía énfasis en la preservación del capitalismo. Su principal novedad radicaba en plantear la imposibilidad de dejar el mercado del sistema capitalista librado a sus propias reglas, porque allí se encuentra la causa de las crisis.
El profesor Raymond Aron, de la Sorbona de París, analizó las características del mercado libre:
Cuando los economistas dicen “mecanismo de mercado”, entienden por ello que el equilibrio entre la oferta y la demanda se establece espontáneamente entre compradores y vendedores en el mismo; que la distribución de recursos colectivos se determina por la respuesta de los consumidores a las ofertas de los productos sin planificación de conjunto y que pueden producir desequilibrios en los mercados parciales e, incluso, en el global.
De allí que la crisis de sobreproducción de fines de la década de 1920 aparece como consecuencia de diversos factores: la sobreacumulación de capitales, sobre todo los especulativos, que engendró una capacidad de oferta que desbordaba la demanda; el subconsumo relativo, vinculado a una caída de la demanda de bienes; el desorden productivo  y económico en general (anarquía capitalista), y la declinación de la rentabilidad de las actividades productivas.


[1] Fue un filósofo, sociólogo y analista político francés. Se doctoró en Filosofía de la Historia en la École Normale Supérieure, donde fue profesor de Sociología de la Cultura Moderna.
[2] Egresado de la Universidad de Cambridge (Inglaterra). Desarrolló su labor como conferenciante y docente en su universidad. Se incorporó como docente del claustro del Trinity College de la Universidad de Dublín donde impartió clases de economía.
[3] Economista británico, considerado uno de los más influyentes del siglo XX, cuyas ideas tuvieron una fuerte repercusión en las teorías y políticas económicas.

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