El filósofo alemán Edmund
Husserl[1]
(1859-1938) intuyó que la Europa de comienzos del siglo XX presentaba anomalías
que deteriorarían su espíritu. Levantó, entonces, su voz en defensa de la
supremacía europea que merecía ser defendida ante tan difíciles momentos. En
sus palabras trasmite con claridad la sobrevaloración de esa cultura:
Europa
entendida no geográficamente o cartográficamente, como si se pretendiera
circunscribir el ámbito de los hombres que conviven aquí territorialmente en
calidad de humanidad europea. En el sentido espiritual pertenecen
manifiestamente también a Europa los Dominios Británicos, los Estados Unidos,
etc., pero no los esquimales ni los indios de las exposiciones de las ferias ni
los gitanos que vagabundean permanentemente por Europa. Con el título de Europa
se trata evidentemente aquí de la unidad de un vivir, obrar, crear espirituales:
con todos los fines, intereses, preocupaciones y esfuerzos, con los objetivos,
las instituciones, las organizaciones,
“La estructura espiritual de Europa”: ¿qué es esto? Es mostrar la idea
filosófica inmanente a la historia de Europa (de la Europa espiritual) o, lo
que viene a ser lo mismo, la teleología inmanente a ella, que se da a conocer
en general desde el punto de vista de la humanidad universal como el
surgimiento y el comienzo de desarrollo de una nueva época de la humanidad, de
la época de una humanidad que en adelante sólo quiere vivir y puede vivir en la
libre formación de su existencia y de su vida histórica a partir de ideas de la
razón, hacia tareas infinitas.
Intentaré traducir el párrafo al
idioma del ciudadano de a pie. Cuando
habla de Europa se refiere a una energía que la colocó en centro del mundo, un
modo de pensar y pensarse, una clase de personas que asumen la superioridad de
la cultura y viven de acuerdo a ella, una cierta aristocracia espiritual, que
no debe ser confundida con un sentido poblacional: por eso llama europeos
también a las colonias británicas y a los Estados Unidos, pero excluye a los “indios”
de América y a los “gitanos” de Europa. Son sus representantes los elegidos para cumplir un
destino privilegiado: tiene como objetivo superior el desarrollo de una nueva época de la humanidad. Dos alemanes, dos
filósofos, Spengler y Husserl, contemporáneos, interpretan el momento histórico
de modos opuestos: el primero habla de decadencia, el segundo habla de no
renunciar a ese destino de grandeza; uno acusa a Europa de pretensiones
inaceptables, el otro la eleva a un sitial de privilegio que justifica su
camino imperial.
En la página www.senderoislam.net se publica un
comentario que contiene la mirada del mundo islámico sobre la cultura
occidental. Si logramos superar los prejuicios que intentan inculcarnos, podría
decirse que no puede dejar de interesar una reflexión oriental sobre nosotros.
El título de la nota es Crisis y
decadencia de occidente juzgado desde una filosofía y una moral, en gran
parte, ajena a nosotros:
Creo que todos estamos de
acuerdo en que la actual decadencia occidental es total, abarca al individuo y
a la sociedad. Están en crisis desde la religión hasta la naturaleza, el agua,
el aire, etc., pues todo está siendo degradado, lo que rodea al hombre y lo
interior al hombre, sus ideas, sus creencias, sus expectativas. Además de la
decadencia general que plantea el modo de vida materialista de occidente,
dentro de ella, existen las crisis individuales de cada ser humano. Cada uno
experimenta la decadencia general de nuestra época, el cambio, la angustia, la
inestabilidad, pero cada cual lo hace desde su propia circunstancia personal. Y
aunque existen diferentes grados de intensidad en cada experiencia individual,
todos sabemos ya indudablemente que el tiempo que se avecina es de tormenta, es
angustioso, devastador, y aun cuando quisiéramos apartarnos del problema, hay
un clima general que nos rodea, sacude y angustia. En definitiva, la crisis
actual es especial, porque además de que siempre cada uno de nosotros atraviesa
periodos de duda e inestabilidad, de inseguridad, hay ahora también enfermedad
en toda la sociedad. Antes la sociedad ayudaba a curarse, y el estado general
de la gente permanecía medianamente bien. Hoy tenemos un verdadero cáncer, ya
no es una gripe. La crisis lo afecta todo, se ha ampliado y extendido, se ha
hecho demasiado profunda.
[1] Estudió física, matemáticas, astronomía y filosofía en las
universidades de Leipzig, Berlín y Viena. Fue profesor en Halle, y en Gotinga y
pasó a ser profesor titular de la Universidad de Friburgo.
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