Podríamos reflexionar, después de la lectura
de las páginas precedentes, sobre la conveniencia o interés intelectual del
título de este estudio. Haberlo hecho antes hubiera supuesto enfrentarnos a un
muy difícil tema por falta de la información necesaria. Como un comienzo de
este ejercicio de búsqueda debemos preguntarnos si estamos viviendo en un mundo
aceptable. No pretendo que se responda sobre lo justo o equitativo, o si está
más o menos cerca de algo ambicionado. Propongo que se piense, simplemente, en
si es aceptable. Podemos imaginar, en
este juego, una encuesta mundial: ¿Qué nos informaría? Si las respuestas fueran
mayoritariamente positivas todo lo anterior ha sido un esfuerzo inservible.
Pero, el motivo central de esta investigación ha partido de la tesis que se
sostiene en el supuesto de una opinión abrumadoramente rechazantes del estado
actual del mundo, lo cual nos permitiría pensar que estamos llegando a un punto
insostenible. Yo he partido del convencimiento de esa apreciación. No es sólo
una idea subjetiva, es el resultado de múltiples lecturas de personalidades
internacionales, académicos e investigadores, que llegan a esa conclusión. Las
páginas anteriores algo mostraron de ello. Avancemos un poco más.
En una entrevista reciente que el periodista ruso
de Komsomolskaia Pravda, Evgueni Chernih, le
realizara a Andrei Fúrsov[1]
(1951), el historiador le informa de un hecho que no ha recibido la difusión
necesaria para una gran parte de los
lectores del mundo global pero, aun si la hubiera tenido, hubiera pasado
inadvertida por el letargo en el que ha sido sumergido el ciudadano de a pie para comprender la gravedad de tal
acontecimiento. Peor todavía, si esta información se hubiera comprendido no
hubiera sido esperable alguna reacción importante:
Hace dos años las dos
dinastías financieras más famosas del planeta han concluido una alianza que de
inmediato planteó multitud de preguntas y de versiones conspirativas. A los
analistas esta alianza les pareció extraña, inesperada. Se consideraba que
ambos clanes desde hace mucho tiempo están enfrentados en una cruel guerra de
competencia. Se trata de una concentración del capital y del poder en vísperas
de serios sobresaltos que se salen del marco de las finanzas y de la economía.
No se trata simplemente de sobrevivir a la crisis, como piensan algunos, sino
de presentar un aviso para el futuro, anunciando su deseo de dominio en un
mundo de poscrisis y poscapitalista.
La impensable cantidad de dinero que está
involucrada en dicha alianza y los fines a los que se destinará debería
estremecernos. Agrego una información más que ayuda a percibir la amenaza del
fenómeno. El investigador Eric Zuesse[2] (1981) describió la
distribución de la riqueza global, sin tener en cuenta esta alianza, en estos
términos:
La desigualdad de la riqueza
es siempre mucho más elevada que la desigualdad de los ingresos, y por ello un
cálculo razonable de la riqueza personal en todo el mundo se encontraría
probablemente en este orden: el 1% más rico de la gente posee la mitad de todos
los activos personales. Esos individuos podrían considerarse la actual
aristocracia, en la medida en que su poder económico es igual al de todo el 99%
restante de la población del mundo.
Por su parte, el destacado periodista
canadiense-estadounidense David Brooks[3] (1961) proponía una
reflexión respecto del estado de anomia, indiferencia y pasividad de gran parte
de los ciudadanos de los EEUU ante esta marcha de la situación social, pero de
la que no escapa gran parte del mundo global, a partir de las siguientes
afirmaciones:
Una de las sensaciones más
raras aquí es la ausencia de lo urgente. Este país está en medio de las guerras
más largas de su historia, en las cuales cada día muere más gente, pero ésa es
sólo una de las tantas noticias urgentísimas que forman parte de un torrente de
información, desde los detalles respecto de la creciente desigualdad hasta las
pruebas de que se acerca una crisis ambiental que puede llevar al fin de la
vida humana en el planeta. Las noticias no dejan descansar –o sea, no es por
falta de información–, pero tampoco parecen despertar respuesta. Todo se
presenta con mayor prisa cada vez, pero
nada es urgente. En estos últimos años sucedió lo que todos saben fue el
mayor fraude en la historia del país, cuando los bancos y las empresas
financieras provocaron la peor crisis desde la Gran Depresión. Todos saben que
actualmente, esos mismos financistas y sus amigos, están gozando de un
suculento capital personal mientras la gran mayoría de los estadounidenses
sigue pagando las cuentas y consecuencias del desastre. Pero esta disparidad y desigualdad no es urgente.
Y continúa con una serie de planteos
similares, que acarrean los mismos peligros, que no conmueven a la famosa
“opinión pública” de su país, ni de gran parte del escenario internacional. Se
puede pensar, con bastante certeza, que las políticas educativas que forman
parte de los proyectos neoliberales han anulado la imaginación, la curiosidad,
han detenido el desarrollo intelectual y emocional de millones de personas, por
lo cual viven anestesiados sin posibilidad a reaccionar. La anestesia le sirve
al poder concentrado para mantener un escenario sin conflictos, pero la falta
de conflictos favorece la angurria de unos pocos que abusan hasta el hartazgo
en beneficiarse de ello. Se ha llegado, entonces, al punto de inflexión de la
curva[4]. Se
está frente al comienzo de la decadencia.
[1] Historiador,
sociólogo y publicista ruso, autor de numerosas monografías científicas y del
libro “Campanas de la historia” (Moscú, 1996). Sus intereses científicos se
centran en la metodología de la teoría e historia de sistemas sociales
complejos, particularidades del sujeto histórico, fenómeno del poder (y la
lucha mundial por el poder, información y los recursos).
[2] Es un historiador y antropólogo cultural estadounidense, teórico
general de sistemas, economista y periodista de investigación.
[3] Especializado en política. Escribe en el New York Times y fue editorialista
en el Washington Times y del The Wall Street Journal y realizó contribuciones
en Newsweek y The Atlantic Monthly.
[4] La curva creciente puede llegar a un máximo a partir de la cual ya no
puede seguir su trayecto ascendente, se convierte allí en decreciente, este
punto de inflexión marca el momento irreversible por el cual la pendiente puede
precipitarse hacia el punto cero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario