Podemos afirmar, como tesis que sustentará los pasos siguientes, que el
capitalismo aparece y crece indisolublemente
unido a la alteración de los individuos, de las instituciones, de las
relaciones sociales, políticas y económicas. El orden social naciente busca,
entonces, instituir interpretaciones dominantes que se arraiguen en las
subjetividades, al clausurar toda tentativa de cuestionamiento o interrogación,
que acarrearía serios riesgos de debilitar el entramado de ideas y certidumbres
sobre las que se comienza a asentar la nueva identidad colectiva. Esta
institucionalización de significaciones, entendimientos básicos y valores que fundamentan el nuevo orden
definen, al mismo tiempo, las condiciones de lo pensable y lo factible. De ese
modo, se mantendrán unidas y consolidadas la sociedad naciente y la
subjetividad colectiva correspondiente.
Así toda formación económico-social
"sujeta" su orden; cabe decir, también, que la sociedad es
intrínsecamente historia y, frente a lo instituido, se pueden operar nuevos
procesos instituyentes. En este sentido, queremos rescatar la vida cotidiana
como un lugar privilegiado para la intervención de estos procesos. A pesar de
ser considerada con cierto desdén como lugar de lo mero empírico, es
imprescindible su estudio toda vez que se quiera comprender la interrelación
entre el mundo económico-social y la vida humana. La vida cotidiana es el
espacio idóneo para observar cómo se materializa una formación económico-social
dada; cómo se instituyen sujetos acordes
con ese orden dado; cómo se invisibilizan los malestares que genera, dándoles
estatus de normales y dejándolos sujetos a una queja sin análisis ni
consecuencias, conformándose el estado de conformismo generalizado.
Este párrafo de la
Doctora Cucco agrega precisiones que abren un abanico de ideas respecto de cómo
se consolida un orden social y, al mismo tiempo, cómo se van configurando
nuevos mecanismos de cambio hacia un posible avance en la búsqueda de un
perfeccionamiento que prometa una sociedad cada vez más humana.
El cambio social va acumulando pequeñas correcciones,
producidas por otras tantas innovaciones de las conductas cotidianas que pueden
pasar inadvertidas para los ciudadanos de a pie. Pero la acumulación de estas
modificaciones en un momento actúa como las placas tectónicas profundas, en
cuyos choques hacen sentir la fuerza del cismo. Los grandes cambios
revolucionarios han sido precedidos por procesos similares. En momentos
históricos en que las fuerzas sociales confrontan sus intereses, sus
contemporáneos no siempre las viven como el cambio deseable; muchas veces se han
presentado como un enorme caos social que arrasa con el orden existente. Además,
como sucede habitualmente cuando el pensamiento acerca de la posibilidad de un
mundo mejor se proyecta hacia lo exterior de las subjetividades humanas —como
una necesidad de transformar las estructuras sociales, económicas, políticas—, se
pierde de vista que están constituidas por una cantidad infinitas de pequeñas
acciones personales, sustentadas por los valores e ideas imperantes.
Rara vez en la historia,
los actores de los grandes cambios sociopolíticos fueron conscientes de qué
estaba sucediendo. Hoy mismo, en todas partes del planeta, se van produciendo
modificaciones no percibidas por su dimensión como cambios; pero después, desde
la perspectiva histórica, se las define como procesos revolucionarios. Por tal motivo, prestar
atención a los procesos individuales y grupales es parte esencial de un
aprendizaje colectivo de percepción de los pequeños cambios emergentes que
pueden anunciar las grandes reestructuraciones posteriores. Se puede decir que
hay siempre pequeños laboratorios sociales que experimentan en la dimensión
micro lo que posteriormente se proyectará en lo macro. Esos laboratorios van
incubando los nuevos sujetos sociales que portarán, a su vez, las nuevas
subjetividades creadoras de una nueva
sociedad.
Debemos
ahora aventurarnos en el análisis de los nuevos escenarios posibles y
deseables, con la conciencia de que estamos proyectando mundos posibles que
requieren subjetividades acordes. Éstas deberán encarnar ese cambio, fruto de
los consensos que se hayan ido tejiendo.
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