Como tesis para la comprensión del proceso de cambio al cual pensamos
dirigirnos, debo plantear que los obstáculos son muchos más de los deseables o
esperables. Es indispensable saberlo de antemano para no perdernos en un laberinto
de ideas desalentadoras. Además, los tiempos del cambio no son homogéneos, los tiempos
individuales son necesariamente diferentes, y ese
acompañamiento será una tarea nada sencilla. Debe contarse también con las
fuerzas que se nieguen a cambiar por las más diversas razones, y suponer una
sucesión de etapas asincrónicas que impondrá un trabajo de coordinación de
parte de los sectores propuestos a liderarlo. Sostiene la doctora Cucco, como
modos de proceder:
En relación con los procesos de
transformación, los consensos instituidos no desaparecen fácilmente, y perduran
en sus efectos, a pesar de los cambios en las condiciones sociales y materiales.
Liberarse de los aspectos instituidos que son parte constituyente de nosotros
mismos implica, por tanto, dentro de la intervención social, realizar acciones
específicas y de modo propositivo, ya que supone estar trabajando sobre temas
que nos atraviesan de parte a parte. Se puede trabajar una metodología
participativa, pero si no se dan las condiciones de reconocimiento y de trabajo
sobre nuestras actitudes autoritarias que se arrastrarán por un tiempo, nuestro
saber y nuestras mejores intenciones pueden fracasar.
Los necesarios obstáculos que impone el pasado, incrustado en nuestras
conciencias, plantearán una dura batalla interior que no debe soslayarse. Esa
tarea, denominada la batalla cultural, debe ser asumida, en
primer lugar, por los sectores sociales que lideren el cambio; se obtendrá de
allí un aprendizaje necesario para compartir y trasmitir al conjunto. Agrega
detalles de este proceso, como un diagnóstico necesario para tener en cuenta:
Las circunstancias sociales actuales
afectan seriamente los procesos de un crecer saludable. La apología del
cumplimiento inmediato de deseos, de la baja tolerancia a la frustración, junto
al desprestigio de las normas y la dificultad adulta de poner límites
adecuados, la falta de esfuerzo y la inmediatez que niega la idea de proceso dificultan
los procesos de aprendizaje de vida. Cada vez más encontramos descontrol de
impulsos y agresividad, junto a dosis de sobreestimulación de cosas que no
pueden procesar, y promesas de abastecimiento absoluto. Un
mal reaccionar suplanta la deseable relación intersubjetiva y muestra indicios
del hundimiento de los espacios simbólicos. Las personas de hoy “hablan mucho,
escuchan poco y piensan nada” expresaba con preocupación un analista social. El
neoliberalismo y su gran industria de producción de subjetividad atacan hoy el
núcleo mismo del proceso que nos constituye como sujetos autónomos.
Esta descripción de temas por considerarse no debe ser entendida como un
impedimento de producir el cambio; sólo propone una mirada lo más realista
posible para abordar las propuestas superadoras. Asumir así la inmensidad de la
tarea realizable incluye los tiempos necesarios para alcanzar, al menos en
parte, los objetivos propuestos.
.
Comencemos a pensar el buen vivir.
Una pregunta obligada que debe intentarse responder es: ¿qué se entiende por
buen vivir? Esta pregunta es parte de un debate que se
añade a las agendas de los movimientos
sociales de todo el planeta. Es un concepto procedente de los países
andinos, y se ha incorporado a la reflexión de tantos pueblos y culturas que se
proponen superar las condiciones de vida del Occidente actual. El “buen vivir”
es una expresión con capacidad de expresar mucho de los cambios profundos que
se van produciendo, señal de un camino hacia un horizonte deseado de
diversos modos que tienen en común el sueño de un mañana más humano. Es un
concepto contemporáneo alimentado con las luchas y prácticas de los modos de
vida andinos. Sirve hoy, en todas las culturas, para cuestionar los fundamentos
de nuestra civilización y, por tanto, para incitarnos a reflexionar acerca de
la vida buena.
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