Entonces, a partir de este cuestionamiento, el
buen vivir promueve una toma de conciencia que se va extendiendo desde los
sectores marginados hacia las capas medias. Éstas, en su camino de pérdida de
conquistas y de mejoras sociales percibidas ya como algo difícilmente
recuperable reciben el mensaje esperanzador de un posible mundo mejor: el buen
vivir. Un movimiento sintetizador de estas propuestas es el Ecosocialismo, cuyo
título habla de una síntesis entre el viejo socialismo, ahora remozado y
reformulado, y los movimientos ecológicos cuyas propuestas mostraban una
despolitización que las convertía en poco viables. Enuncianda su postura,
sostienen:
Por un lado, interpela los
fundamentos de la civilización industrial capitalista, partiendo de las
críticas a un modelo basado en el extractivismo y el consumismo. Por otro lado,
invita a pensar en la vida buena, que a diferencia de la felicidad (algo
"privado" y “psicológico”), se basa en elementos básicos que el
Estado debería promover y que los ciudadanos tienen el derecho de disfrutar y
desarrollar por completo: salud, seguridad (física o económica), respeto,
libertad para actuar con autonomía, armonía con la naturaleza, lazos afectivos
con los demás y con la comunidad…
Agrego a esto las
afirmaciones del doctor en Ciencias Políticas Internacionales, profesor
Matthieu Le Quang, quien colaboró con la Secretaría Nacional de Planificación y
Desarrollo de Francia, en la elaboración del Plan Nacional para el Buen Vivir.
Sostiene en un libro de reciente publicación, Ecosocialismo y buen vivir:
El mundo atraviesa una crisis económica, social,
ecológica y cultural que exige buscar soluciones innovadoras. Al ser global,
invalida las soluciones locales, y al ser multidimensional, imposibilita
adoptar recetas como las aplicadas en 1929, a raíz de la crisis, que produjo
grandes pérdidas para los ecosistemas y para los países del Sur. Por el
contrario, exige un profundo cuestionamiento de los fundamentos y valores de la
sociedad en la que vivimos. Partiendo de la crítica al sistema imperante, se
deben plantear alternativas. El objetivo de este libro es permitir un diálogo
constructivo entre diferentes propuestas que se inspiran en culturas y
cosmovisiones diversas, promoviendo un enriquecimiento mutuo entre el Buen
Vivir y el ecosocialismo.
La propuesta de este autor abre el análisis
sobre tres corrientes, dentro del Buen Vivir: la «culturalista», la
«ecologista» y la «ecomarxista». El paso propuesto es morigerar el
antropocentrismo de la cultura occidental desplazándose hacia un biocentrismo.
La propuesta del Buen Vivir permitiría integrar una mayor preocupación
sobre las cuestiones ambientales. Su tesis defiende el aporte marxista puesto
que se lograría, de este modo,
desarrollar su crítica al capitalismo y fortalecer los argumentos en torno a
los cambios necesarios en las relaciones sociales, económicas y políticas. La
mirada culturalista, además, agrega la integración de la problemática en la
crítica a las desigualdades dentro de los pueblos indígenas. A la vez, contribuye
a repensar la oposición Occidente-pueblos indígenas, sin invalidarla.
Un importante pensador, el filósofo y teólogo
Leonardo Boff[1]
(1938), que ha desarrollado una larga lucha de denuncias acerca de la tendencia
a menospreciar el hábitat en los congresos y foros políticos y económicos, denominó
a ese tipo de conductas: “ecocida” (‘deterioro del medio ambiente y de los
recursos naturales’) y “geocida” (‘que atenta contra la vida toda en la
Tierra’). Afirma:
Hay una aguda patología
inherente al sistema que actualmente domina y explota el mundo: la pobreza, la
desigualdad social, el agotamiento de la Tierra y el fuerte desequilibrio del
sistema-vida. Las mismas fuerzas e ideologías que explotan y excluyen los
pobres también están devastando toda la comunidad de vida y socavando las bases
ecológicas que sostienen el planeta Tierra. Para salir de esta situación
trágica estamos llamados, de una manera muy real, a reinventarnos como especie.
Para ello necesitamos una sabiduría que nos lleve a una profunda
liberación/transformación personal, pasando de señores sobre las cosas a
hermanos y hermanas de las cosas. Esa transformación implica también una
liberación/reinvención colectiva a través de otro diseño ecológico, que nos
impulse a respetar y a vivir de acuerdo con los ritmos de la naturaleza.
Debemos saber qué extraer de ella para nuestra supervivencia colectiva y cómo
aprender de ella, pues ella se estructura sistémicamente en redes de
inter-retro-relaciones que aseguran la cooperación y la solidaridad de todos
con todos y dan sostenibilidad a la vida en todas sus formas, especialmente a
la vida humana. Sin esta cooperación/solidaridad nuestra con la naturaleza y
con los seres humanos, no encontraremos una salida eficaz.
[1] Escritor y ecologista brasileño. Se doctoró en Teología y Filosofía en
la Universidad de Múnich, Profesor de Teología y Espiritualidad en varios
centros de estudio y universidades del Brasil y del exterior, y profesor
visitante en las universidades de Lisboa (Portugal), Salamanca (España),
Harvard (EUA), Basilea (Suiza) y Heidelberg (Alemania).
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