domingo, 9 de febrero de 2014

Cuando la barba de tu vecino veas afeitar… pon las tuyas a remojar II



Nos propone, a continuación, la lectura de una cita del libro de López Castellanos, como denuncia de las estratagemas utilizadas:
La guerra psicológica utiliza una caracterización simplista y maniquea (bueno/malo, negro/blanco) para describir al enemigo. El propagandista debe utilizar las palabras claves capaces de estigmatizar al contrario y de activar reacciones populares. En realidad, de lo que se trata, al utilizar el mito de la guerra, es de satanizar al adversario, arrancarle todo viso de humanidad y cosificarlo, de tal modo que eliminarlo no equivalga a cometer un asesinato.
Como parte de este arte pererso, Fazio explica cómo debe entenderse el concepto de información desde el espacio radioeléctrico:
Informar es proponerle al espectador asistir al acontecimiento mediático como happening. No hay causas. No hay actores. No hay contexto. No hay memoria. No existe la historia. La realidad ahora se ve como un espectáculo. Las leyes del espectáculo mandan sobre las exigencias y el rigor de la información.
Si bien este es un libro de gran utilidad para el análisis político de la situación mexicana de las dos últimas décadas, Fazio nos propone leerlo como una investigación que puede hacer extensivas sus  conclusiones a escenarios diversos, allí radica su capacidad pedagógica. Más aún, cuando analiza las fuentes en las que se sumerge esta investigación:
Constituye un trabajo de periodismo de investigación, en el que los acontecimientos políticos nacionales son  interpretados críticamente con base en el análisis de las estrategias contrainsurgentes de los militares estadounidenses, particularmente después de los atentados del 11 de septiembre. Uno de los elementos claves de estas estrategias es el papel asignado a los grandes medios de comunicación, y a la tergiversación de la realidad como arma de guerra. El autor logra una lúcida descripción de los acontecimientos más polémicos que se han dado en los últimos 15 años en nuestro país [México], esto es, justo aquellos que descubren y revelan los mecanismos del poder, y colocan en entredicho la ética de la política, explicando por qué cada vez más la ciudadanía no confía en los políticos y en las instituciones.
Es muy interesante leer y pensar las categorías que propone el autor del libro como una explicación de lo que significa la guerra psicológica, los distintos tipos de propaganda (blanca, gris o negra) y su puesta en práctica por Estados Unidos en las guerras de Irak y Afganistán:
La propaganda blanca, señala, es aquella que se difunde y se reconoce por la fuente o por sus representantes oficiales; es una actividad abierta, franca, en la que el emisor no oculta su identidad; la propaganda gris es anónima. Es decir, no es identificable por su fuente (no lleva firma alguna) y queda librada a la imaginación del público. Y la propaganda negra, es aquella que aduce otra fuente y no la verdadera; esconde su origen detrás de nombres ficticios, o bien, material falso se atribuye a fuentes reales. Esta última es la utilizada en las operaciones clandestinas de los servicios de inteligencia para buscar desinformar al enemigo y se utiliza generalmente a través de filtraciones.
Fazio llama la atención sobre las estrategias propagandísticas y mediáticas que el autor denuncia, que  Estados Unidos ha utilizado en la historia reciente, para justificar su intervención en los casos de Irak, Afganistán y Libia, entre otros. Y subraya, para reflexión de ese público general que consume información de medios masivos (lo que yo denomino el ciudadano de a pie), las evidencias que confirman que el gobierno estadounidense es la principal matriz del terrorismo mediático. Aporta como ejemplo de ello, tras repasar los recientes conflictos bélicos en los que Washington ha estado involucrado, que haya sido aceptado públicamente lo que llamaron “errores de inteligencia” que llevaron erróneamente a la agresión e invasión de Irak. Recurre a una cita del libro:
El 14 de diciembre de 2005, Bush reconoció y asumió toda la responsabilidad por los ‘errores de inteligencia’ en torno al presunto arsenal nuclear iraquí. El 6 de abril de 2007, un informe desclasificado del Pentágono descartó los supuestos nexos entre Saddam Hussein y la red Al Qaeda, otro de los argumentos utilizados por la administración Bush para invadir Irak. El 16 de septiembre de 2007, al darse a conocer adelantos del libro de memorias del ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, La edad de la turbulencia: aventuras en un nuevo mundo, quedó ratificado lo que todo el mundo sabía: que ‘la guerra en Irak fue por petróleo’.

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