Nos propone, a
continuación, la lectura de una cita del libro de López Castellanos, como
denuncia de las estratagemas utilizadas:
La guerra psicológica
utiliza una caracterización simplista y maniquea (bueno/malo, negro/blanco)
para describir al enemigo. El propagandista debe utilizar las palabras claves
capaces de estigmatizar al contrario y de activar reacciones populares. En
realidad, de lo que se trata, al utilizar el mito de la guerra, es de satanizar
al adversario, arrancarle todo viso de humanidad y cosificarlo, de tal modo que
eliminarlo no equivalga a cometer un asesinato.
Como parte de este arte pererso, Fazio explica
cómo debe entenderse el concepto de información desde el espacio
radioeléctrico:
Informar es proponerle al
espectador asistir al acontecimiento mediático como happening. No hay causas.
No hay actores. No hay contexto. No hay memoria. No existe la historia. La
realidad ahora se ve como un espectáculo. Las leyes del espectáculo mandan
sobre las exigencias y el rigor de la información.
Si bien este es un libro de gran utilidad para
el análisis político de la situación mexicana de las dos últimas décadas, Fazio
nos propone leerlo como una investigación que puede hacer extensivas sus conclusiones a escenarios diversos, allí
radica su capacidad pedagógica. Más aún, cuando analiza las fuentes en las que
se sumerge esta investigación:
Constituye un trabajo de
periodismo de investigación, en el que los acontecimientos políticos nacionales
son interpretados críticamente con base
en el análisis de las estrategias contrainsurgentes de los militares
estadounidenses, particularmente después de los atentados del 11 de septiembre.
Uno de los elementos claves de estas estrategias es el papel asignado a los
grandes medios de comunicación, y a la tergiversación de la realidad como arma
de guerra. El autor logra una lúcida descripción de los acontecimientos más
polémicos que se han dado en los últimos 15 años en nuestro país [México], esto
es, justo aquellos que descubren y revelan los mecanismos del poder, y colocan
en entredicho la ética de la política, explicando por qué cada vez más la
ciudadanía no confía en los políticos y en las instituciones.
Es muy interesante leer y pensar las
categorías que propone el autor del libro como una explicación de lo que significa
la guerra psicológica, los distintos
tipos de propaganda (blanca, gris o negra) y su puesta en práctica por Estados
Unidos en las guerras de Irak y Afganistán:
La propaganda blanca,
señala, es aquella que se difunde y se reconoce por la fuente o por sus
representantes oficiales; es una actividad abierta, franca, en la que el emisor
no oculta su identidad; la propaganda gris es anónima. Es decir, no es
identificable por su fuente (no lleva firma alguna) y queda librada a la
imaginación del público. Y la propaganda negra, es aquella que aduce otra
fuente y no la verdadera; esconde su origen detrás de nombres ficticios, o
bien, material falso se atribuye a fuentes reales. Esta última es la utilizada
en las operaciones clandestinas de los servicios de inteligencia para buscar
desinformar al enemigo y se utiliza generalmente a través de filtraciones.
Fazio llama la atención sobre las estrategias
propagandísticas y mediáticas que el autor denuncia, que Estados Unidos ha utilizado en la historia
reciente, para justificar su intervención en los casos de Irak, Afganistán y
Libia, entre otros. Y subraya, para reflexión de ese público general que
consume información de medios masivos (lo que yo denomino el ciudadano de a pie), las evidencias que
confirman que el gobierno estadounidense es la principal matriz del terrorismo mediático. Aporta como
ejemplo de ello, tras repasar los recientes conflictos bélicos en los que Washington
ha estado involucrado, que haya sido aceptado públicamente lo que llamaron
“errores de inteligencia” que llevaron erróneamente
a la agresión e invasión de Irak. Recurre a una cita del libro:
El 14 de diciembre de 2005,
Bush reconoció y asumió toda la responsabilidad por los ‘errores de
inteligencia’ en torno al presunto arsenal nuclear iraquí. El 6 de abril de
2007, un informe desclasificado del Pentágono descartó los supuestos nexos
entre Saddam Hussein y la red Al Qaeda, otro de los argumentos utilizados por
la administración Bush para invadir Irak. El 16 de septiembre de 2007, al darse
a conocer adelantos del libro de memorias del ex presidente de la Reserva
Federal, Alan Greenspan, La edad de la
turbulencia: aventuras en un nuevo mundo, quedó ratificado lo que todo el
mundo sabía: que ‘la guerra en Irak fue por petróleo’.
No hay comentarios:
Publicar un comentario