Los treinta años
posteriores a final de la Segunda Guerra Mundial, esos que los franceses en los
setenta denominaron “los treinta años gloriosos” (1945-1975), que correspondieron
a la etapa de la “guerra fría”. En ella se había acordado una especie status quo para mantener una aparente
paz, sostenida por un reparto del mundo entre las dos potencias que habían
dividido el mundo: Estados Unidos y la Unión soviética. A pesar de ello no se
ocultaba la tensión reinante entre los dos bloques. Lo interesante para nuestra
investigación es la idea que se fue desplegando en Occidente, aceptada con
bastante ingenuidad, de un capitalismo
bueno, con rostro humano, con un Estado distribuidor de los bienes
producidos que garantizaba los servicios sociales para todos.
Esta etapa creó la
sensación de que habíamos entrado en un largo periodo de convivencia entre
modelos contrapuestos, capitalismo y socialismo, que adormeció los estudios
críticos sobre modelos sociales, políticos y económicos. Fueron años en que
Hollywood nos convenció de que el gran
país del Norte era el modelo deseado hacia el que debíamos tender todos.
Por tal razón, la actitud crítica no tuvo mucha prensa, salvo algunas
expresiones de las izquierdas con muy poca repercusión. Acá debemos detenernos en el análisis de estos años.
La contraofensiva
de la derecha internacional de fines de la década del setenta, expresó con sus
dos expresiones políticas: Margaret Thatcher en el Reino Unido y Ronald Reagan
en EEUU, que la primavera había terminado. Esta reacción de las posiciones más
recalcitrantes en lo político y en lo económico, demostraron todo lo que se
ocultaba en esos aparentes años gloriosos:
la necesidad de mantener un standard de vida aceptable para las clases medias y
bajas por miedo a la expansión del
socialismo. Entonces quedó más clara la enorme capacidad propagandística
del capitalismo que “vendió” un modelo paradisíaco que no era tal. Esa misma
capacidad se puso al servicio de la ofensiva neoliberal para convencer de la
necesidad de una reestructuración del Estado, de las empresas, para “ajustar”
el “excesivo gasto social” que se lo expuso como la causa de los problemas de
los países de la periferia. Aunque después de los noventa también les llegó el
turno a los países centrales.
En esta breve
descripción de la segunda mitad del siglo XX estoy tratando de mostrar dos cosas.
La capacidad de las técnicas propagandísticas en los manejos de la conciencia
colectiva[1], a
la que ahora quiero agregar la utilización del miedo como instrumento de
control.
Este tema no es
nuevo, ya en el siglo XVII Thomas Hobbes[2] (1588-1679)
le había asignado al miedo un papel positivo y creador. Sostenía que el origen
de la sociedad política, dicho de otro modo, el origen de la civilización y de
la vida ordenada por la ley, era el resultado del miedo que es, en su opinión,
lo que mueve a los seres humanos a someterse a la autoridad de un Estado.
En el libro La doctrina de shock de Naomi Klein[3]
(1970), ha demostrado que el desmantelamiento del Estado de bienestar, que
impuso el neoliberalismo, ha necesitado apoyarse en sucesos dramáticos y
desastrosos para avanzar en las reformas propuestas. Necesitó generar miedo y
desconcierto en la población, para evitar lo que hubiera sido una seria
resistencia popular. Sostiene que no se trata de algo casual, sino que “responde
a una estrategia deliberada de los neoconservadores”. Afirma que Milton
Friedman (1912-2006) era consciente de que:
Sus propuestas son
necesariamente impopulares en una sociedad “contaminada” por ideales
socialistas, por ello ha argumentado en más de una ocasión sobre la necesidad
de aprovechar aquellos momentos en los que la población está en estado de
shock, para llevar a cabo reformas liberalizadoras de gran calado.
En síntesis: la
afirmación del Ministro de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni, que utilicé como
título es estas notas, queda demostrada por la experiencia política de las
últimas décadas del siglo XX. Lo que pudo aparecer como una exageración no es
más que las respuestas a las que apelan los sectores dominantes para imponer
sus privilegios.
[1] Sugiero consultar sobre el tema mi trabajo El control de la opinión pública en www.ricardovicentelopez.com.ar.
[2] Fue un filósofo inglés cuya obra Leviatán (1651) influyó de manera
importante en el desarrollo de la filosofía política occidental. Es el teórico
por excelencia del absolutismo político.
[3] Periodista, escritora e investigadora canadiense de gran influencia en
el movimiento antiglobalización y el socialismo democrático.
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