En una primera aproximación, un tanto ingenua, se podría afirmar que los que controlan los medios, “son los que compran el espacio de publicidad”. Sin embargo, puede decirse con certeza que éste no es más que uno de los eslabones de una cadena mayor y, además, que no es probable que esté colocado cerca de la cúspide de la pirámide.
El “comprador” es un ejecutivo que desarrolla su actividad, negociando con los encargados de los medios, al tiempo que implementa políticas aplicadas a las ventajas que desea obtener de esas transacciones. En lenguaje militar, es “un oficial a cargo” de un teatro de operaciones, pero no, “el Comandante en Jefe” de la operación. Se desenvuelve dentro de las competencias otorgadas, pero hay una estructura que ha decidido que si él está allí es porque es funcional al plan estratégico del negocio al cual no tiene acceso. Esto puede comprenderse por las innovaciones producidas dentro de la institución “empresa”.
La empresa de fines del siglo XIX mostraba, a su cabeza, a un señor (o señores) cuyos apellidos se podían leer en el nombre de la empresa: “Fulano, Mengano y Cía., Ltda.”, por lo general de propiedad de un grupo familiar; en las primeras décadas del siglo XX, apareció la “Sociedad Anónima” que, en un primer momento, repetía las palabras anteriores, pero agregaba las siglas “S. A.”, que daba a entender que había socios que podían no estar a cargo de ningún puesto en la empresa, pero que habían obtenido parte de las acciones.
La Primera Guerra apresuró el proceso de fusión del sector productivo con el sector bancario, aunque es algo que ya se venía produciendo desde finales del siglo XIX, cuando comenzaba a tener un peso decisivo el análisis financiero del negocio por sobre todo otro criterio. La cotización de acciones en las Bolsas de Comercio introdujo un nuevo personaje en el negocio: el “comprador de acciones” (partes del valor de las empresas), persona ajena a las empresas, simple inversor, y/o algún especulador. Esta situación estalló a fines de la década de los 20, en los Estados Unidos, y se conoció como “El Jueves Negro” de Wall Street (24-10-1929). Provocó una situación de verdadero pánico y la posterior crisis bancaria más grave de los Estados Unidos.
El final de la Segunda Guerra dio paso a un tiempo de bonanza, conocido como “Estado de Bienestar”, que distribuyó parte de las riquezas en beneficios sociales. Los 70 van a ser el escenario del contraataque del capital en la búsqueda del mayor lucro posible: el “comienzo del neoliberalismo” o la “revancha de las derechas”. La liquidez dineraria que se produjo a raíz de la Crisis del Petróleo (1973) inundó la escena internacional con una cantidad astronómica de dólares que requerían ser invertidos. El balance entre dinero circulante y bienes producidos saltó por los aires. Comenzaba una etapa caracterizada por el peso del capital financiero, fundamentalmente especulativo, que comenzó a operar en el mercado internacional alterando las reglas clásicas del negocio empresario. A partir de allí, las empresas se compraban y vendían sólo por la diferencia que se podía obtener en esas operaciones, subordinando todo al mero lucro. Debe entenderse aquí el peso que adquiere el inversor en las Bolsas de Comercio que podían lograr un crecimiento explosivo o declarar la quiebra de una empresa, si esto convenía más. (Recomiendo la película Wall Street I, de Oliver Stone).
Hemos llegado, en un viaje muy rápido, hasta la aparición de una forma institucional nueva en el mundo de los negocios: el holding. Una simple definición de manual dice: «Empresa que, teniendo su activo formado en su totalidad o en su mayor parte por acciones de otras sociedades, realiza actividades financieras de control y gestión del grupo de empresas en el que ejerce su dominio». Se puede afirmar que gran parte del mundo de los negocios internacionales está regido por la presencia de estos holdings (la palabra, en inglés, equivale a ‘sostener’; de allí, la metáfora: ‘sostener empresas’).
Ahora ya estamos en condiciones de responder la pregunta del principio de esta: ¿Dónde está el poder? El que controla es el “mundo de los negocios” (ahora, casi exclusivamente financieros), es decir, un conjunto exclusivo de “inversores” que definen dónde colocar su dinero, en función de una ecuación de rentabilidad máxima.
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