Llegados a este punto, creo necesario recordar qué nos hemos propuesto y, en función de ello, dónde nos encontramos. El tema del título, “El control de los medios de difusión”, requiere una explicación acerca del porqué el dominio mediático se manifestó de manera más intensa a partir de la década de los setenta. Pues bien, hacia allí vamos.
Desde esa década, y como reverberaciones últimas de los resultados de las dos Grandes Guerras, la conciencia colectiva había iniciado un proceso de politización generalizada que se podía observar desde las manifestaciones de reclamos de derechos, hasta los procesos armados revolucionario. Las clases dominantes percibían un peligro real en el horizonte futuro que amenazaba con la pérdida del control político de las relaciones internacionales. La existencia de la Unión Soviética, de China y de Cuba socialistas agravaba el diagnóstico.
La creación de la Comisión Trilateral, como ya quedó dicho, fue un intento de encontrar respuestas posibles a lo que se miraba como una marejada que se iba extendiendo por todo el planeta. Un cuarto de siglo le quedaba al XX para su final, y se consideró necesario diseñar, programar y ejecutar políticas que torcieran el rumbo de los procesos en marcha. Es en este contexto que se publica, en 1975, su informe titulado "La crisis de la democracia. Informe sobre la gobernabilidad de las democracias", que colocaba sobre la mesa del debate las denominadas «disfunciones que presentaban entonces los regímenes democráticos que los hacía difícilmente gobernables».
En una investigación sobre el tema, titulada “Gobernabilidad y gobernanza”, la Dra. Ericka N. Estrella Díaz, profesora de la Universidad Autónoma de Querétaro, México, con una aguda mirada sobre el Informe de la Comisión, afirma: «Así pues, lo que en realidad se define en este reporte es el proceso de ingobernabilidad, el cual se define como la pérdida de autoridad gubernamental que puede experimentar un Estado a consecuencia de los problemas ocasionados por un “aumento de las demandas sociales frente a una capacidad financiera e institucional constantes o incluso en detrimento en algunos casos”. Es decir, de acuerdo con este informe, la crisis existente en los regímenes democráticos se debía a un exceso de democracia o de participación ciudadana, ya que — en base a la tesis formulada en el susodicho informe—como consecuencia del aumento de las expectativas sociales de los ciudadanos, también aumentaron las demandas de estos hacia el gobierno; sin embargo, los recursos del estado, para dar respuesta a estas demandas, han disminuido, lo cual genera frustración en la ciudadanía, generando así una crisis entre los gobiernos y sus sociedades».
La Dra. Estrella hace evidente que la preocupación por el informe, es decir, de los directores de la Comisión Trilateral, no es acerca del tema teórico de la “gobernabilidad”, que suena a abstracción académica, sino la detección de un problema político, como ya hemos visto. Continúa: «Ahora bien, según la tesis sostenida en este informe, esta incapacidad de respuesta por parte del gobierno para con las demandas sociales de su comunidad, se debe a que su sistema político-administrativo tradicional se encuentra superado por el acelerado progreso de la tecnología y la complejización de la estructura social. Por lo cual, este informe asevera que tanto una mayor participación ciudadana como una mayor intervención del Estado sólo harían más ingobernables a los Estados. En razón a esto, los autores del informe sostienen que la solución reside en la tecnocratización de las esferas gobernantes; es decir, dar la conducción del Estado ya no a políticos, sino a actores sociales como las empresas, asociaciones y algunas instituciones que representen a los principales grupos de interés, de manera que como representantes de los principales grupos de la sociedad, serán capaces de conciliar más fácilmente las diferencias que surjan entre los miembros de la sociedad».
Si traducimos esto al castellano de un “ciudadano de a pie”, deberemos decir: La tesis central del informe de la Comisión Trilateral, apunta a la incapacidad de la política para manejar los conflictos sociales, lo cual indica la necesidad de entregar los gobiernos a los “técnicos especializados”. Éstos, que son los representantes de “los principales grupos de interés” —léase empresas multinacionales o consultoras internacionales—, son los más capacitados para «excluir la participación ciudadana de la gestión de la “cosa pública” en pro de la concentración del poder en unos cuantos tecnócratas».
Un segundo señalamiento que nos ofrece es el siguiente: «Los autores del Informe de la Comisión Trilateral consideran los grupos, organizaciones, localidades, naciones, regiones y seres humanos. No nos parece casual, ni olvido involuntario, el hecho de que no aparezcan las “clases sociales” en ese universo relacional. El Informe ignora que la relación esencial que en última instancia califica y define la gobernabilidad de un sistema social dado es la relación inter-clases sociales» (subrayado del autor). No hablar de “clases sociales” es ignorar la injusta distribución de las riquezas, problema que está en la base de la tal “gobernabilidad” o, como propone nuestra autora, la “ingobernabilidad” que resulta de las demandas sociales insatisfechas.
Se percibe, en el Informe, lo que después se desplegaría con toda su virulencia: las líneas fundamentales del proyecto neoliberal que se institucionalizaría con el Consenso de Washington, a partir del cual el dominio sobre gobiernos e instituciones académicas fue muy severo.
Desde esa década, y como reverberaciones últimas de los resultados de las dos Grandes Guerras, la conciencia colectiva había iniciado un proceso de politización generalizada que se podía observar desde las manifestaciones de reclamos de derechos, hasta los procesos armados revolucionario. Las clases dominantes percibían un peligro real en el horizonte futuro que amenazaba con la pérdida del control político de las relaciones internacionales. La existencia de la Unión Soviética, de China y de Cuba socialistas agravaba el diagnóstico.
La creación de la Comisión Trilateral, como ya quedó dicho, fue un intento de encontrar respuestas posibles a lo que se miraba como una marejada que se iba extendiendo por todo el planeta. Un cuarto de siglo le quedaba al XX para su final, y se consideró necesario diseñar, programar y ejecutar políticas que torcieran el rumbo de los procesos en marcha. Es en este contexto que se publica, en 1975, su informe titulado "La crisis de la democracia. Informe sobre la gobernabilidad de las democracias", que colocaba sobre la mesa del debate las denominadas «disfunciones que presentaban entonces los regímenes democráticos que los hacía difícilmente gobernables».
En una investigación sobre el tema, titulada “Gobernabilidad y gobernanza”, la Dra. Ericka N. Estrella Díaz, profesora de la Universidad Autónoma de Querétaro, México, con una aguda mirada sobre el Informe de la Comisión, afirma: «Así pues, lo que en realidad se define en este reporte es el proceso de ingobernabilidad, el cual se define como la pérdida de autoridad gubernamental que puede experimentar un Estado a consecuencia de los problemas ocasionados por un “aumento de las demandas sociales frente a una capacidad financiera e institucional constantes o incluso en detrimento en algunos casos”. Es decir, de acuerdo con este informe, la crisis existente en los regímenes democráticos se debía a un exceso de democracia o de participación ciudadana, ya que — en base a la tesis formulada en el susodicho informe—como consecuencia del aumento de las expectativas sociales de los ciudadanos, también aumentaron las demandas de estos hacia el gobierno; sin embargo, los recursos del estado, para dar respuesta a estas demandas, han disminuido, lo cual genera frustración en la ciudadanía, generando así una crisis entre los gobiernos y sus sociedades».
La Dra. Estrella hace evidente que la preocupación por el informe, es decir, de los directores de la Comisión Trilateral, no es acerca del tema teórico de la “gobernabilidad”, que suena a abstracción académica, sino la detección de un problema político, como ya hemos visto. Continúa: «Ahora bien, según la tesis sostenida en este informe, esta incapacidad de respuesta por parte del gobierno para con las demandas sociales de su comunidad, se debe a que su sistema político-administrativo tradicional se encuentra superado por el acelerado progreso de la tecnología y la complejización de la estructura social. Por lo cual, este informe asevera que tanto una mayor participación ciudadana como una mayor intervención del Estado sólo harían más ingobernables a los Estados. En razón a esto, los autores del informe sostienen que la solución reside en la tecnocratización de las esferas gobernantes; es decir, dar la conducción del Estado ya no a políticos, sino a actores sociales como las empresas, asociaciones y algunas instituciones que representen a los principales grupos de interés, de manera que como representantes de los principales grupos de la sociedad, serán capaces de conciliar más fácilmente las diferencias que surjan entre los miembros de la sociedad».
Si traducimos esto al castellano de un “ciudadano de a pie”, deberemos decir: La tesis central del informe de la Comisión Trilateral, apunta a la incapacidad de la política para manejar los conflictos sociales, lo cual indica la necesidad de entregar los gobiernos a los “técnicos especializados”. Éstos, que son los representantes de “los principales grupos de interés” —léase empresas multinacionales o consultoras internacionales—, son los más capacitados para «excluir la participación ciudadana de la gestión de la “cosa pública” en pro de la concentración del poder en unos cuantos tecnócratas».
Un segundo señalamiento que nos ofrece es el siguiente: «Los autores del Informe de la Comisión Trilateral consideran los grupos, organizaciones, localidades, naciones, regiones y seres humanos. No nos parece casual, ni olvido involuntario, el hecho de que no aparezcan las “clases sociales” en ese universo relacional. El Informe ignora que la relación esencial que en última instancia califica y define la gobernabilidad de un sistema social dado es la relación inter-clases sociales» (subrayado del autor). No hablar de “clases sociales” es ignorar la injusta distribución de las riquezas, problema que está en la base de la tal “gobernabilidad” o, como propone nuestra autora, la “ingobernabilidad” que resulta de las demandas sociales insatisfechas.
Se percibe, en el Informe, lo que después se desplegaría con toda su virulencia: las líneas fundamentales del proyecto neoliberal que se institucionalizaría con el Consenso de Washington, a partir del cual el dominio sobre gobiernos e instituciones académicas fue muy severo.
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