Lo investigado sobre el papel de los medios de comunicación de masas, desde la mirada penetrante de un intelectual prestigioso, con respaldos académicos internacionales, como Noam Chomsky, pone de manifiesto la importancia de abordar este tema. Pocas veces ha sido historiado, analizado e interpretado un proceso —que cubrió desde los comienzos del siglo XX hasta hoy y que ha permanecido oculto para una enorme mayoría de la población mundial— como lo ha realizado este profesor.
Si fuera necesario agregarle méritos a los públicamente ya reconocidos, debemos decir que su tarea desentrañó los mecanismos ocultos, más perversos y cínicos. Con ellos, el establishment estadounidense en primer término y, tras él, el mundial, estudió, planificó y ejecutaron un plan nefasto de sometimiento de la conciencia colectiva con el propósito de lograr la implementación de los que resultaron los aspectos peores del capitalismo. Fue necesario que todo ello discurriera sin que los ojos y los oídos de los “ciudadanos de a pie” pudieran ni siquiera sospechar de qué trataba lo que estaba ocurriendo.
Como hemos visto en las páginas anteriores, las mentes más agudas, los investigadores más inteligentes que pudieron seleccionarse e incorporarse a la tarea, sostenidos con recursos incalculables puestos a su disposición, obtuvieron éxitos resonantes que no lucieron como tales, porque estaba oculto qué se proponían. Sólo el conocimiento de los objetivos hubiera permitido valorar los logros. Todo ello se desarrolló por debajo del escenario nacional e internacional, como dignos tramoyistas de las mejores escenografías, que impiden ver los mecanismos que forjan la ilusión escénica.
El respeto académico que impone del autor del libro comentado, su documentación, la palabra textual de las citas, con el nombre de los actores, avalados por su seriedad y prestigio, impiden que el lector caiga en la sospecha de estar leyendo una novela de espionaje. El montaje mediático, realizado por manos expertas durante tantas décadas, no permitió, hasta fechas recientes, que todo ello se hiciera público y hoy sea materia de estudio de muchas universidades del mundo —para descubrir y denunciar lo perpetrado o para aprender y perfeccionar lo realizado—.
Hay en estos temas respecto de la comunicación de masas una distancia sorprendente entre lo que se investiga y se estudia en las universidades y academias, y lo que circula como información pública. El concepto que definen los estudios periodísticos como “La representación como realidad” aparece hoy en muchos textos. Dentro de los ámbitos universitarios es un “secreto a voces” que los medios construyen un relato que contiene la intención de manipular la opinión pública. Cualquier alumno de los primeros años ha estudiado y debatido sobre esta problemática. A pesar de ello, se sigue escribiendo y publicando en los medios masivos, partiendo de un concepto ya desnudado en sus falacias, “la objetividad de la información”. Y todavía, una parte importante del público lector sigue consumiendo ese relato como si nada de eso fuera una verdad compartida y demostrada.
El objetivo central de este trabajo que presento es aportar a la tarea de esclarecer a un público que se mantiene en la ingenuidad con que fue persuadido, de que estar “informado” es tener conocimiento sobre algo. Si consultamos el Diccionario de la Real Academia encontramos: «La información se expresa mediante un complemento con “de” o “sobre”, con el sentido de “hacer saber algo a alguien”». Si nuestra curiosidad da un paso más y se dirige a la etimología, nos enteramos de que, en su origen latino, “forma” es “figura o imagen”; la palabra “formar”, seguida del sufijo “-ción” indica “producir forma”; si le agregamos el prefijo “in-” que indica una “dirección hacia adentro”, da lugar al significado de “poner una forma en la mente de otro” que da la idea de una “manipulación” cuando debemos hacernos cargo de la acepción que se abre a partir de “figura” cuya acción es “configurar”. Es realmente sugestivo pensar en estos significados, después de haber recorrido las páginas anteriores. ¿Cuánto de ello no es lo que se plasma en la investigación que he revisado?
Si fuera necesario agregarle méritos a los públicamente ya reconocidos, debemos decir que su tarea desentrañó los mecanismos ocultos, más perversos y cínicos. Con ellos, el establishment estadounidense en primer término y, tras él, el mundial, estudió, planificó y ejecutaron un plan nefasto de sometimiento de la conciencia colectiva con el propósito de lograr la implementación de los que resultaron los aspectos peores del capitalismo. Fue necesario que todo ello discurriera sin que los ojos y los oídos de los “ciudadanos de a pie” pudieran ni siquiera sospechar de qué trataba lo que estaba ocurriendo.
Como hemos visto en las páginas anteriores, las mentes más agudas, los investigadores más inteligentes que pudieron seleccionarse e incorporarse a la tarea, sostenidos con recursos incalculables puestos a su disposición, obtuvieron éxitos resonantes que no lucieron como tales, porque estaba oculto qué se proponían. Sólo el conocimiento de los objetivos hubiera permitido valorar los logros. Todo ello se desarrolló por debajo del escenario nacional e internacional, como dignos tramoyistas de las mejores escenografías, que impiden ver los mecanismos que forjan la ilusión escénica.
El respeto académico que impone del autor del libro comentado, su documentación, la palabra textual de las citas, con el nombre de los actores, avalados por su seriedad y prestigio, impiden que el lector caiga en la sospecha de estar leyendo una novela de espionaje. El montaje mediático, realizado por manos expertas durante tantas décadas, no permitió, hasta fechas recientes, que todo ello se hiciera público y hoy sea materia de estudio de muchas universidades del mundo —para descubrir y denunciar lo perpetrado o para aprender y perfeccionar lo realizado—.
Hay en estos temas respecto de la comunicación de masas una distancia sorprendente entre lo que se investiga y se estudia en las universidades y academias, y lo que circula como información pública. El concepto que definen los estudios periodísticos como “La representación como realidad” aparece hoy en muchos textos. Dentro de los ámbitos universitarios es un “secreto a voces” que los medios construyen un relato que contiene la intención de manipular la opinión pública. Cualquier alumno de los primeros años ha estudiado y debatido sobre esta problemática. A pesar de ello, se sigue escribiendo y publicando en los medios masivos, partiendo de un concepto ya desnudado en sus falacias, “la objetividad de la información”. Y todavía, una parte importante del público lector sigue consumiendo ese relato como si nada de eso fuera una verdad compartida y demostrada.
El objetivo central de este trabajo que presento es aportar a la tarea de esclarecer a un público que se mantiene en la ingenuidad con que fue persuadido, de que estar “informado” es tener conocimiento sobre algo. Si consultamos el Diccionario de la Real Academia encontramos: «La información se expresa mediante un complemento con “de” o “sobre”, con el sentido de “hacer saber algo a alguien”». Si nuestra curiosidad da un paso más y se dirige a la etimología, nos enteramos de que, en su origen latino, “forma” es “figura o imagen”; la palabra “formar”, seguida del sufijo “-ción” indica “producir forma”; si le agregamos el prefijo “in-” que indica una “dirección hacia adentro”, da lugar al significado de “poner una forma en la mente de otro” que da la idea de una “manipulación” cuando debemos hacernos cargo de la acepción que se abre a partir de “figura” cuya acción es “configurar”. Es realmente sugestivo pensar en estos significados, después de haber recorrido las páginas anteriores. ¿Cuánto de ello no es lo que se plasma en la investigación que he revisado?
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