Espero que los comentarios que
fui agregando a lo escrito por Noam Chomsky en su libro “El control de los
medios de difusión”, más la propuesta de reflexiones y sugerencias, contribuyan
a una comprensión más profunda de lo que nos ha brindado este académico.
La denuncia de los proyectos y
programas — a lo largo del siglo XX y
continuados en el actual— ponen de manifiesto el acuerdo del establishment internacional sobre la
“necesidad” de manipular la opinión del “ciudadano de a pie”, con el propósito
de encubrir inconfesables maniobras en pos de una mayor rentabilidad del capital, sin importar las
atroces consecuencias que acarrean. Construir, con el relato periodístico, una
realidad ficcional que sirva a esos propósitos ha sido una política planificada
e implementada desde los más altos escalones del poder. El libro de nuestro
profesor nos ha guiado por los laberintos de ese entramado de planes y acciones
desplegados sobre el planeta.
Sin embargo, a pesar de lo
contundente de sus denuncias, Chomsky cierra con una reflexión esperanzadora: «A
pesar de toda la propaganda y de todos los intentos por controlar el
pensamiento y fabricar el consenso, hay hechos que constituyen un conjunto de
signos de efecto civilizador. Se está adquiriendo una capacidad y una buena
disposición para pensar las cosas con el máximo detenimiento. Ha crecido el
escepticismo acerca del poder. Han cambiado muchas actitudes hacia un buen
número de cuestiones, lo que ha convertido todo este asunto en algo lento,
quizá incluso frío, pero perceptible e importante, al margen de si acaba siendo
o no lo bastante rápido como para influir de manera significativa en los aconteceres
del mundo». Su prudencia es comprensible frente a la mansedumbre y credulidad
del público estadounidense, descripto magistralmente por los autores y
guionistas del personaje de Homero en la serie Los Simpson.
Alberto Daneri, escritor,
poeta y periodista, nos advierte sobre la necesidad de contar con un público
mejor educado en estos temas: «Para tomar decisiones legítimas, el lector debe
disponer de información veraz. Los diarios revelan, con un poco de suerte,
hechos aislados, criterios sesgados; ignoramos miles de cosas que pasan. La
realidad se recorta discrecionalmente; todos saben que los multimedios falsean
la verdad, es el negocio quien manda. Violan sus reglas éticas para vigilar lo
que un periodista tiene permitido decir. Incluso lo que callan esconde un gran
truco: omitir es su otra forma de mentir, pues los medios hegemónicos negocian
con poderosos del más alto nivel para que sus lectores piensen que las
corporaciones mediáticas les relatan certezas. Usualmente es un lector cautivo
que teme equivocarse. Educado en el derecho a hablar y en el derecho a saber,
cree devoto cuanto le narran».
Washington
Uranga, profesor de la cátedra "Políticas de Comunicación" de la
Facultad de Comunicación de la Universidad Javeriana y de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y de la Facultad de
Comunicación Social de La Plata, aporta: «Es interesante señalar también
que así como todo acto tiene una expresión comunicacional que es susceptible de
ser leída de distintas maneras, también es verdad que no todo es comunicación.
Por esta razón es imposible disimular los errores de una gestión con campañas
de marketing o con estrategias de
comunicación para impactar y convencer a las audiencias ciudadanas de que está
ocurriendo algo que va en sentido contrario a lo que sus ojos y sus sentidos
perciben. Se puede disimular o engañar por un tiempo, pero finalmente la verdad
terminará aflorando si existen voces diversas, pluralidad de fuentes y
perspectivas».
Creo que si se llegó a
extremos inconcebibles en los Estados Unidos, es
porque allí se ha desarrollado una larga domesticación cultural. Nuestro pueblo
es portador de una mirada crítica que opera como un filtro analizador de todo
lo que se le ofrece y cree cada vez menos en la propaganda con que se lo ataca.
No quiere decir esto que sea invulnerable, pero, como también detecta Chomsky
en su país, aunque en menor medida, la capacidad de engaño está perdiendo
fuerza.
Los planes ejecutados, ya
analizados, ponen de manifiesto la importancia de crear una visión ficcional de
la realidad al servicio de los peores propósitos del capital internacional. No
puede soslayarse en esta reflexión las consecuencias de los efectos de esa
tarea de dominación cultural sobre una gran parte del “ciudadano de a pie”. Por
ello, dada la necesidad de contrarrestar esta propaganda dañina, se puede
comprender mejor que necesitamos comprometernos en esta “batalla por las
ideas”. En verdad, es allí donde se libra la pelea por una mejor comprensión
del mundo que habitamos, y que nos ayudará a mejorar decisiones liberadoras del
sometimiento con que nos han estado amenazando. El resultado de esa “batalla”
depende en gran parte de todos nosotros.
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