Haber comprendido la importancia
de estos replanteos nos posibilita una apertura, a partir de la cual podemos y debemos decir mucho sobre el papel
que juegan los mercados en la tarea emancipadora hacia un mundo más libre, siempre
que nos desprendamos de los dogmatismos vigentes. Una vez lograda esta
recuperación nos permitirá decir que «el mundo de Smith y de la economía
política clásica aportan muchas enseñanzas valiosas para este cometido».
Nos habla, nuestro autor a
continuación de la personalidad de Adam Smith, que no fue economista de
profesión, sino un Filósofo Moral y Científico Social escocés que había quedado
muy impresionado por los cambios que la
manufactura y el comercio estaban produciendo en la Inglaterra y la
Escocia de mediados del siglo XVIII, que lo empujaron a participar de un gran
anhelo y de una esperanza.
« ¿Qué anhelo? El de todos
aquellos que, desde la antigüedad hasta las revoluciones republicanas del XVII
y, en el XVIII, el despliegue de la normatividad propia de las Ilustraciones
europeas, también de inspiración netamente republicana, aspiraron a fundar la
libertad, individual y colectiva, en el trabajo personal independiente, en el
control de las bases materiales de nuestra existencia. El anhelo de todos
aquellos que, además, creyeron que era posible garantizar políticamente
posiciones de independencia socio-económica desde las que las gentes pudieran
tejer toda esa emancipación efectivamente autónoma de la que hablaba antes.
Esto es, toda esa red social basada, no en relaciones de dominación, sino en
vínculos sociales respetuosos y favorecedores de nuevos deseos y proyectos. ¿Y
qué esperanza? La de todos cuantos vieron en la nueva manufactura y en un
comercio efectivamente libre una gran oportunidad para la materialización de
esas viejas aspiraciones republicanas en el mundo moderno».
La descripción que nos ofrece
acerca de Smith nos permite ubicarlo en la tradición republicana, diferente de
la liberal, atribuida habitualmente en las versiones académicas. Pues es de la
vertiente republicana de donde toma ese concepto que se convierte en el centro
de su reflexión: «la libertad exige independencia material o independencia
socio-económica, que es la condición de posibilidad del despliegue del
entramado de vínculos sociales exentos de relaciones de sometimiento». El pasado
feudal, no tan lejano, animaba a Smith a insistir sobre el tema. Es decir,
imaginaba un futuro en el que no hubiera diferencias civiles ni económicas que
generadoras forzosas, el conflicto social.
Nuestro autor se apoya en lo que
denomina “un revival académico de la
tradición republicana” a partir de mediados de 1990, momento de debates que
enriquecieron las definiciones del concepto “libertad republicana”, sobre todo
por los aportes del filósofo y politólogo Philip Pettit, profesor de la
Universidad de Princeton, y del historiador británico Quentin Skinner, profesor
de la Universidad de Cambridge: «Una persona es libre en sentido republicano
cuando no es objeto de interferencias arbitrarias por parte de instancias
ajenas y, además, en virtud de un determinado diseño social e institucional que
no posibilite la interferencia arbitraria en las decisiones que esa persona
pueda tomar y en los cursos de acción que pueda emprender».
Contrapone esa definición, con la
que surge de la tradición liberal, menos exigente: «Una persona es libre
simplemente cuando no es objeto de interferencias arbitrarias, con
independencia de que se viva o no en un estado de cosas en el que en cualquier
momento podamos ser objeto de esas interferencias por parte de los demás». La
confrontación de estas dos definiciones le permite mostrar que la tradición
liberal se halla ideológicamente incapacitada para detectar el problema
fundamental de falta de libertad que sufre el trabajador asalariado, sometido a
la posibilidad de distintos tipos de entorpecimiento contra el ejercicio de su
libertad por parte del propietario, de los que no puede defenderse pues depende de éste para
vivir.
La ventaja que otorga la
definición de “libertad” en la tradición republicana es que no presenta ninguna
dificultad para detectar en la relación obrero-patrón, como en muchas otras, el
problema de cómo se presenta la falta de libertad: «De acuerdo con el
republicanismo, allí donde hay dependencia no puede haber libertad, por mucho
que no haya interferencia arbitraria efectiva. La definición de Pettit de la
libertad republicana como ausencia de dominación resulta, pues, analíticamente
precisa y, además, respeta las intuiciones básicas que han recorrido la
historia de la aproximación republicana a la cuestión de la libertad».
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