El proyecto de Adam Smith, es de
carácter político, económico y cultural, en la misma línea de la mayor parte de
los «padres fundadores de la economía política de la ilustración», cuya
preocupación se centraba en la libertad del hombre. Sobre la base de asegurar
esa libertad investigaron los modos en que ésta posibilitara el más pleno desarrollo humano, como
expresión del entusiasmo de la modernidad. El fantasma de la opresión medieval,
se entienda esto como fuere, rondaba las cabezas de esos pensadores. El
humanismo renacentista era su contracara y el iluminismo fue la trinchera desde
donde se combatió a las tradiciones monárquico-religiosas. Entonces, se puede
entrever como el marco cultural de la época ofrecía una fuerte presencia del
cristianismo evangélico, sin que ello suponga necesariamente atadura alguna a
las Iglesias institucionalizadas. Por el contrario, se debe decir que éstas
existían porque esa cultura lo posibilitaba. En el marco de esa cultura, pensar
la persona exigía colocar a ésta en
un encuadre comunitario. Estas coordenadas culturales permanecieron casi
intactas en medio de las guerras de religiones, en las que estaba en juego más
el poder que cuestiones teológicas o filosóficas. Entonces, pensar el hombre era pensarlo como perteneciente a una comunidad.
Los «Padres fundadores» de la
economía no podían no pertenecer a esa tradición que, aunque no se explicitara,
mostraba una vigencia sólida. Gran parte de los pensadores de la época de la
Ilustración tienen una actitud
anticlerical o antirreligiosa, pero eso no debe llevar a pensar que todos ellos
confiesan el ateísmo. En algunos casos pueden adherir a una posición más o
menos teísta o deísta, pero la concepción cristiana se filtra en todos ellos.
La situación de Smith es clara, como afirma el economista, historiador y
teórico político estadounidense Murray Rothbard (1926-1995): «Smith siguió
siendo un ardiente presbiteriano», por tal razón esta fe atraviesa todas sus
ideas económicas y está en la base de su sistema de ideas. La comunidad en la
que piensan debe estar equipada con los mecanismos necesarios para que esa
libertad sea efectiva, también en la manufactura y el comercio, como hemos
visto. Debe tenerse en cuenta que todo esto está sucediendo algunas décadas
antes de la consolidación del capitalismo industrial. «Adam Smith, lo habría
censurado sin dudarlo, y sus primeras manifestaciones fueron reprobarlo con
severidad».
Llegados a este punto, en el que
nuestro autor entiende haber demostrado que Smith no es el padre del
capitalismo dominante, se nos cruza la pregunta: ¿Por qué el republicanismo
comercial no es posible bajo el capitalismo? ¿Qué elementos del capitalismo son
incompatibles con el programa ético y político de Adam Smith? La respuesta que
ofrece nuestro autor es bastante extensa. Leamos y analicemos.
«Me centraré en cinco
puntos que me parecen especialmente importantes y que, además, conectan
directamente con las preocupaciones de Adam Smith. Veremos, además, que, de
manera interesante, la crítica smithiana del capitalismo industrial naciente
parte de un análisis científico-positivo y de sus preocupaciones
ético-políticas que, un siglo más tarde, contribuirán también a alimentar la
crítica socialista del capitalismo».
Esta herencia es recogida
claramente por Carlos Marx —quien, si bien critica a Smith, no deja de
reconocer los valiosos aportes de éste—. Continuemos leyendo:
«En primer lugar, el
capitalismo es el resultado de la llamada acumulación originaria, que consiste
en largos y masivos procesos de apropiación privada de los recursos de la
tierra, de los medios de producción, que a la inversa de lo que exigía
Locke cuando establecía que tales procesos debían dejar “sólo cosas buenas”
para los demás, implicaron, y siguen implicando, la desposesión de la gran
mayoría pobre. Pues bien, si libertad republicana significa independencia
personal materialmente fundamentada, la desposesión generalizada no puede ser
sino fractura de cualquier proyecto civilizatorio elementalmente realista».
Ya quedó dicho más arriba, las
aproximaciones entre las conclusiones de Smith y lo escrito en el manifiesto
Comunista de Carlos Marx. Lo que fue denominado como “propietarismo
republicano” es una defensa de los pequeños productores que fueron arruinados
por el impactante desarrollo de la gran industria. Por lo que ese modo de
producción contradice en la práctica las tesis defendidas por el economista
escocés. Veámoslo en palabras de Marx en el Manifiesto:
«Toda una serie de elementos modestos que venían
perteneciendo a la clase media, pequeños industriales, comerciantes y
rentistas, artesanos y labriegos, son absorbidos por el proletariado; unos,
porque su pequeño caudal no basta para alimentar las exigencias de la gran
industria y sucumben arrollados por la competencia de los capitales más
fuertes, y otros porque sus aptitudes quedan sepultadas bajo los nuevos
progresos de la producción».
Con un siglo de distancia, lo que Smith avizora como un problema que asoma
en el horizonte de fines del siglo XIX, Marx lo analiza como el resultado
evidente de las consecuencias de un mercado que no tiene reglas y deja
desprotegido al trabajador, al pequeño productor y al labrador
independiente.
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