domingo, 15 de julio de 2012

Pinceladas sobre la democracia y el capitalismo III


 Aparece en el escenario de los pensadores preocupados por estos temas otro personaje muy interesante, sorprendente, que nos ofrece sus ideas al respecto. Me refiero al húngaro George Soros (1930). Algunas referencias biográficas hablan de sus peculiaridades: trabajó en oficios diversos, mientras estudiaba en la London School of Economics, donde se graduó en Filosofía en 1952, tras estudiar con Karl Popper, a quién ha reconocido como “su maestro”. Tras graduarse, comenzó a trabajar en finanzas en Londres. En 1956, emigró a los Estados Unidos. A partir de entonces comenzó una época de trabajo en inversiones financieras. Entre 1963 y 1973, trabajó en Arnhold and S. Bleichroder, donde alcanzó el puesto de vicepresidente, y fundó diversos fondos de cobertura, con gran éxito. En 1973 se estableció por su cuenta y fundó el Quantum Fund, que, con diversas restructuraciones, actualmente es gestionado por sus hijos. Continúa siendo su principal vía de operación.
Logró resonancia internacional a partir de su famoso golpe financiero contra la libra esterlina. Su masivo ataque especulativo lo realizó el miércoles 16 de septiembre de 1992. Ese día, Soros ordenó la venta inmediata de 10.000 millones de libras lo que obligó al Banco Central inglés a devaluar la moneda. ¿El  resultado de esta operación? Soros ganó inmediatamente unos 1000 millones de dólares y el apodo de "el hombre que quebró a la libra esterlina". Con una fortuna neta valorada en alrededor de catorce mil millones de dólares estadounidenses (de 2010), fue calificado por la revista Forbes como la 35ª persona más rica en el mundo. Actualmente, es presidente del Soros Fund Management LLC y de la Open Society Institute. Con esta exitosa trayectoria y su fama de gran especulador del mercado financiero internacional, sus actividades hoy no reconocen fronteras, también en nuestro país ha hecho grandes inversiones.
Lo sorprendente, para mí, es que haya sostenido durante mucho tiempo que su afán de hacer dinero tenía como objetivo «poder un día dedicarse totalmente a la filosofía para difundir las ideas de su maestro Karl Popper». Es en función de esta actividad que ha escrito La crisis del capitalismo global. La sociedad abierta en peligro (1999), Globalización (2002), La burbuja de la supremacía Norteamericana (2004), Mi filosofía (2010). Extraigo del primero la siguiente cita:  
«Está muy extendida la suposición de que la democracia y el capitalismo van de la mano. Lo cierto es que la relación es mucho más compleja. El capitalismo necesita a la democracia como contrapeso porque el sistema capitalista por sí solo no muestra tendencia alguna al equilibrio. Los combates del capital intentan maximizar sus beneficios. Si se les dejase a su libre arbitrio, continuarían acumulando capital hasta que la situación quedase desequilibrada... El fundamentalismo del mercado pretende abolir la toma de decisiones colectivas e imponer la supremacía de los valores del mercado sobre los valores políticos y sociales... Lo que necesitamos es un equilibrio correcto entre la política y los mercados, entre la elaboración de las reglas y el acatamiento de las mismas.
El concepto de sistema capitalista global no es menos significativo porque sea un concepto abstracto. Gobierna nuestras vidas del mismo modo que cualquier régimen gobierna la vida de las personas. El sistema capitalista puede compararse con un imperio cuya cobertura es más global que la de cualquier imperio anterior. Gobierna toda una civilización y, como en otros imperios, quienes están fuera de sus murallas son considerados bárbaros. No es un imperio territorial porque carece de soberanía y del boato de la soberanía; de hecho, la soberanía de los estados que pertenecen a él es la principal limitación de su poder y su influencia. Es casi invisible porque no posee una estructura formal. La mayoría de sus súbditos ni siquiera saben que están sometidos a él o, dicho  de otra forma más correcta, reconocen que están sometidos a fuerzas impersonales y a veces negativas pero no entienden qué son esas fuerzas». (subrayados RVL)
No se puede negar que, después de haber revisado su currículo, cauce sorpresa que la misma persona que doblegó nada menos que al Banco de Inglaterra obligándolo a devaluar su moneda, se exprese en estos términos sobre las cualidades del capitalismo, sobre todo en su etapa global. No puede sino extrañar que haga una descripción del funcionamiento del sistema en términos tan críticos y certeros, sin perder de vista la dimensión histórica, social, psicológica de sus habitantes, económica, política y, hasta, filosófica. Debemos recordar que, además de su inteligencia superior para moverse en el plano internacional de las finanzas en el que ningún cordero sobrevive, había adquirido una sólida formación intelectual en una de las instituciones académicas más importantes del mundo, la London School of Economics que depende de la Universidad de Londres, calificada como una de las mejores universidades del mundo en ciencias sociales. Se podría pensar que su pensamiento está sostenido por el liberalismo ortodoxo de su maestro, por lo que, siendo coherente con él, su crítica al capitalismo radica en que éste, según él, ha abandonado su liberalismo de origen.  Este capitalismo global ya no tiene nada de aquel del siglo XIX al que se lo denominó capitalismo liberal.

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