Aparece en el escenario de los pensadores preocupados
por estos temas otro personaje muy interesante, sorprendente, que nos ofrece
sus ideas al respecto. Me refiero al húngaro George Soros (1930). Algunas
referencias biográficas hablan de sus peculiaridades: trabajó en oficios
diversos, mientras estudiaba en la London School of Economics, donde se graduó
en Filosofía en 1952, tras estudiar con Karl Popper, a quién ha reconocido como
“su maestro”. Tras graduarse,
comenzó a trabajar en finanzas en Londres. En 1956, emigró a los Estados
Unidos. A partir de entonces comenzó
una época de trabajo en inversiones financieras. Entre 1963 y 1973, trabajó en
Arnhold and S. Bleichroder, donde alcanzó el puesto de vicepresidente, y fundó
diversos fondos de cobertura, con gran éxito. En 1973 se estableció por su
cuenta y fundó el Quantum Fund, que,
con diversas restructuraciones, actualmente es gestionado por sus hijos. Continúa
siendo su principal vía de operación.
Logró resonancia
internacional a partir de su famoso golpe financiero contra la libra esterlina.
Su masivo ataque especulativo lo realizó el miércoles 16 de septiembre de 1992.
Ese día, Soros ordenó la venta inmediata de 10.000 millones de libras lo que
obligó al Banco Central inglés a devaluar la moneda. ¿El resultado de esta operación? Soros ganó
inmediatamente unos 1000 millones de dólares y el apodo de "el hombre que
quebró a la libra esterlina". Con una fortuna neta valorada en alrededor
de catorce mil millones de dólares estadounidenses (de 2010), fue calificado
por la revista Forbes como la 35ª persona más rica en el mundo. Actualmente, es
presidente del Soros Fund Management LLC y de la Open Society Institute. Con
esta exitosa trayectoria y su fama de gran especulador del mercado financiero
internacional, sus actividades hoy no reconocen fronteras, también en nuestro
país ha hecho grandes inversiones.
Lo sorprendente, para
mí, es que haya sostenido durante mucho tiempo que su afán de hacer dinero
tenía como objetivo «poder un día dedicarse totalmente a la filosofía para
difundir las ideas de su maestro Karl Popper». Es en función de esta actividad
que ha escrito La crisis del capitalismo
global. La sociedad abierta en peligro (1999), Globalización (2002), La burbuja de la supremacía Norteamericana
(2004), Mi filosofía (2010). Extraigo
del primero la siguiente cita:
«Está muy extendida la suposición de que la democracia y el capitalismo van
de la mano. Lo cierto es que la relación es mucho más compleja. El capitalismo
necesita a la democracia como contrapeso porque el sistema capitalista por sí
solo no muestra tendencia alguna al equilibrio. Los combates del capital
intentan maximizar sus beneficios. Si se les dejase a su libre arbitrio,
continuarían acumulando capital hasta que la situación quedase
desequilibrada... El fundamentalismo del mercado pretende abolir la toma de
decisiones colectivas e imponer la supremacía de los valores del mercado sobre
los valores políticos y sociales... Lo que necesitamos es un equilibrio
correcto entre la política y los mercados, entre la elaboración de las reglas y
el acatamiento de las mismas.
El concepto de
sistema capitalista global no es menos significativo porque sea un concepto
abstracto. Gobierna nuestras vidas del mismo modo que cualquier régimen
gobierna la vida de las personas. El sistema capitalista puede compararse
con un imperio cuya cobertura es más global que la de cualquier imperio
anterior. Gobierna toda una civilización y, como en otros imperios, quienes
están fuera de sus murallas son considerados bárbaros. No es un imperio
territorial porque carece de soberanía y del boato de la soberanía; de hecho,
la soberanía de los estados que pertenecen a él es la principal limitación de
su poder y su influencia. Es casi invisible porque no posee una estructura
formal. La mayoría de sus súbditos ni siquiera saben que están sometidos a
él o, dicho de otra forma más correcta,
reconocen que están sometidos a fuerzas impersonales y a veces negativas pero
no entienden qué son esas fuerzas». (subrayados RVL)
No se puede negar que, después de haber revisado su
currículo, cauce sorpresa que la misma persona que doblegó nada menos que al
Banco de Inglaterra obligándolo a devaluar su moneda, se exprese en estos
términos sobre las cualidades del capitalismo, sobre todo en su etapa global.
No puede sino extrañar que haga una descripción del funcionamiento del sistema
en términos tan críticos y certeros, sin perder de vista la dimensión
histórica, social, psicológica de sus habitantes, económica, política y, hasta,
filosófica. Debemos recordar que, además de su inteligencia superior para
moverse en el plano internacional de las finanzas en el que ningún cordero
sobrevive, había adquirido una sólida formación intelectual en una de las
instituciones académicas más importantes del mundo, la London
School of Economics que depende de la Universidad de Londres, calificada como una de las mejores universidades del
mundo en ciencias sociales. Se podría pensar que su pensamiento está sostenido
por el liberalismo ortodoxo de su maestro, por lo que, siendo coherente con él,
su crítica al capitalismo radica en que éste, según él, ha abandonado su
liberalismo de origen. Este capitalismo
global ya no tiene nada de aquel del siglo XIX al que se lo denominó capitalismo liberal.
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