Vamos a volver unas décadas atrás
para ver cómo estaba el tema planteado en la década de los cincuenta. Abordando
el tema desde una definición más genérica el profesor Raymon Aron[1]
(1905-1983) lo analizó como un problema del
desarrollo. Europa estaba urgida por la presencia imponente de la Unión
soviética en pleno auge de su potencial. Durante el año académico 1955-56
en la Sorbona de París expuso en sus clases el
análisis de la sociedad industrial,
otro modo de plantearse el tema del capitalismo. El contenido de esas clases se
editó en un libro que tituló Dieciocho clases sobre la sociedad industrial.
Comienza describiendo las líneas generales que presentó la
experiencia histórica de los países centrales. La sociedad industrial se
caracteriza por la presencia de las grandes empresas que introducen un modo
original de división del trabajo que se desarrolla en el seno mismo de esas
empresas por su modalidad tecnológica. Este modo de plantear la producción debe
someterse a lo que los economistas denominan el cálculo económico. Este
cálculo económico no debe ser confundido con el cálculo técnico, que debe
subordinarse siempre al primero (no todas las técnicas serán aplicadas, sólo
aquellas que ofrezcan el máximo beneficio). El cálculo económico es el que va a
orientar las inversiones del capital en la búsqueda de la mayor rentabilidad
posible.
Otra característica que la empresa industrial exige, dentro
de este esquema, es la existencia de mano de obra libre desocupada en
cantidades importantes. Este excedente funcionará como un tope de la
demanda salarial. Esta situación está evidenciando la concentración de la
propiedad de los medios de producción en pocas manos, por lo que, a su vez, da
lugar a la necesidad de garantizar la propiedad privada ante cualquier
cuestionamiento. Después de haber planteado las características descritas Aron
va a proponer una definición de capitalismo. Le interesa poder decir cuáles son
sus rasgos relevantes que permitan desentrañar la incógnita fundamental: como
se maximiza la utilidad.
Habiendo ubicado el esquema general nos va a proponer una
serie de rasgos relevantes con los cuales se puede identificar la sociedad
industrial capitalista:
1)
Los medios de producción son objeto de apropiación individual; 2) la regulación
de la economía está descentralizada, o sea que el equilibrio entre producción y
consumo no se establece de una vez por todas por decisión planificada, sino
progresivamente, por tanteos de mercado; 3) los empresarios y empleados están
separados unos de otros, de tal modo que estos últimos no disponen más que de
su fuerza de trabajo y los primeros son propietarios de los instrumentos de
producción, en la relación denominada asalariado; 4) el móvil predominante es
la búsqueda de beneficio; 5) dado que la distribución de los recursos no está
planificada, existe una fluctuación en los precios en cada mercado parcial e
incluso en el conjunto de la economía, lo que se denomina en un lenguaje
polémico anarquía capitalista. Puesto que la regulación no está
planificada ni centralizada, es inevitable que los precios de los productos
oscilen sobre el mercado en función de la oferta y la demanda y que en
consecuencia, periódicamente, se produzca lo que denomina crisis,
regulares o no.
Debo destacar dos rasgos que Aron señala en el capitalismo,
dos temas poco tratados en aquella época y que después casi desaparecieron del
tratamiento de los investigadores: las crisis y la propiedad privada, como apropiación
y desapropiación. Con referencia a la propiedad individual se limita a
tomar nota de que la existencia de una apropiación individual tiene como
consecuencia la desigualdad entre los hombres; ésta se manifiesta de dos
maneras, una tiene como consecuencia la desigualdad en las retribuciones por
tareas iguales o diferentes, haciéndose cargo de que las que mayor esfuerzo
físico reclaman son las peores pagas, y que la escala asciende en relación
inversa a ese tipo de esfuerzos.
Esta desigualdad opera como incentivo, según él, de la
productividad, la responsabilidad, la capacidad, etc. Las sociedades
industriales avanzadas han ido paulatinamente acercando los extremos del
abanico de retribuciones hasta la década de los años setenta. La otra forma de
desigualdad parece más difícil de ser defendida, es la que emerge de la
propiedad sobre los instrumentos de producción, “la desigualdad en la
distribución del capital”. Y es una desigualdad más injusta porque coloca a
los hombres en puntos de partida diferentes para enfrentar la competencia, y
ello no es atribuible a sus méritos. En este aspecto parece aceptar la
situación como inmodificable y hasta consubstancial con el sistema. Todo
sistema que deja a los individuos la propiedad sobre los medios de producción y
que exige la competencia entre ellos, con vistas al máximo beneficio,
forzosamente tiene que comportar una desigualdad importante de capital y
después de los ingresos como resultado.
[1] Fue un filósofo, sociólogo y comentarista político francés. Profesor
en la Facultad de Letras y Ciencias humanas de la Sorbona de París. Profesor de
Sociología de la Cultura moderna en Collège de France también en París. Fue
presidente de la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Francia.
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