Siguiendo con nuestra búsqueda
nos encontramos con un académico de prestigio internacional. A diferencia de
los que hemos estado leyendo, se lo puede ubicar en una centro-izquierda del
abanico político-ideológico europeo, con las limitaciones que este tipo de
definición impone siempre. Para mayor aclaración él se ubicó dentro de una
línea de la socialdemocracia europea que se autodenominó la “Tercera vía”, como
un modo de apartarse del capitalismo neoliberal, por un lado, y de la
experiencia del Socialismo real soviético, por otro. Se trata del profesor
alemán Ulrich Beck (1944). Estudió sociología, filosofía, psicología y ciencia
política en Friburgo y Munich. Se doctoró en 1972 e inició su actividad docente
en Münster (1979-1981), de donde pasó a la Universidad de Bamberg (1981-1992)
y, ya en 1992, accedió a la Universidad Ludwig-Maximilian de Munich como
catedrático de sociología. Entre 1995 y 1998 impartió clases en la Universidad
de Gales en Cardiff. Actualmente es también docente de la London School of
Economics. Dirige el Centro de Investigación sobre Modernización de la
Universidad de Munich, y trabaja en colaboración con otras instituciones
académicas germanas. Su perfil es estrictamente académico.
Tiene una amplia lista de
publicaciones, libros y en revistas especializadas. Entre las obras traducidas
a la lengua castellana se pueden citar: La
sociedad del riesgo. En camino hacia otra sociedad moderna (1998); ¿Qué es la globalización? Falacias del
globalismo, respuestas de la globalización (1997). De este último extraigo esta cita:
«Por globalismo entiendo la concepción según la cual el mercado mundial
desaloja o sustituye al quehacer político; es decir, la ideología del dominio
del mercado mundial o la ideología del liberalismo. Ésta procede de manera
monocausal y economicista y reduce la pluridimensionalidad de la globalización
a una sola dimensión, la económica, dimensión que considera asimismo de manera
lineal, y pone sobre el tapete (cuando, y si es que, lo hace) todas las demás
dimensiones —las globalizaciones ecológica, cultural, política y social— sólo
para destacar el presunto predominio del sistema de mercado mundial. Cuando
el capitalismo global de los países más desarrollados destruye el nervio vital
de la sociedad del trabajo, se resquebraja también la alianza histórica entre
capitalismo, Estado asistencia y democracia... El trabajo remunerado
sostiene y fundamenta constantemente no sólo la existencia privada, sino
también la propia política. Y no se trata “sólo” de millones de parados, ni
tampoco del Estado asistencial ni de cómo evitar la pobreza, ni de que reine la
justicia. Se trata de todos y cada uno de nosotros. Se trata de la libertad
política y de la democracia». (subrayados RVL)
Nos encontramos ahora con una
toma de posición ideológica de denuncia, resultado de una mirada muy crítica, que
parte de un análisis de la sociedad posindustrial que corresponde a la
izquierda europea de comienzos de la década de los noventa, aunque los posicionamientos
posteriores se ampararon en un “realismo político” que fue concediendo mucho
frente a la avalancha neoliberal. Los críticos de esta “Tercera vía” se
expresaron en palabras como estas, ante el evidente viraje político hacia
posiciones denominadas de “centro-derecha”:
«Aseguraban que había que modernizar
políticas y programas, prestar más atención a la apertura de los mercados y a
la competitividad, y promover al mismo tiempo reducciones de los impuestos
corporativos. La Tercera Vía se convirtió en la aceptación acrítica del
nuevo capitalismo, dando paso, sin obstáculos, a mercados cada vez menos
regulados. Después de una década de Gobiernos socialdemócratas, la
desigualdad no ha disminuido en la UE, sino que ha crecido, y la igualdad de
oportunidades sigue estando más relacionada con la familia que con un Estado
capaz de generar equilibrios. La derecha, de regreso al poder, se dispone
ahora a dar otra vuelta de tuerca y entregar los pocos servicios que siguen
siendo públicos a la gestión privada, especialmente en el área de la educación
y la sanidad. (subrayados RVL)
La crítica que Ulrich Beck desarrolla
en nombre de la “Tercera vía” se sustenta en la experiencia de una Alemania que
había sido el modelo del “Estado de bienestar” y que aparecía como una
experiencia vigente desde la segunda posguerra, con un Estado distribuidor de
riquezas y protector del trabajo. Sus ideas no habían llegado todavía a
enfrentarse con la obra política del socialdemócrata de Gerhard Schröder (1944),
canciller de Alemania, con quien había publicado varios artículos periodísticos
en los que se sostenían ideas que ahora, con el desmantelamiento del Estado de
Bienestar, chocaban muy duramente.
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