Esa juventud mejor
preparada que antes, con formación y títulos que eran inalcanzables para muchos
en décadas anteriores no tiene cabida para todos en el mundo laboral. Esta
situación acarrea graves riesgos y consecuencias de lamentar: emigración,
depresiones, suicidios, etc., sin contar los que se ven empujados hacia la
delincuencia y/o las drogas. Roitman Rosenmann agrega una serie de datos que
pinta la gravedad de la situación:
El nivel de paro que afecta a la población
entre 15 y 25 años, en los países de capitalismo occidental, aumenta de manera
continua y la tendencia no presenta visos de revertirse. En la Europa
comunitaria, las cifras del desempleo juvenil siguen creciendo. Para hacerse
una idea, en un informe de la Unión Europea, redactado en 2011, la media del
paro juvenil se sitúa en 21.4 por ciento. Quince países la superan. La primera,
España, con 46.4 por ciento; tras ella, Lituania (35.1), Letonia (34.5),
Eslovaquia (33.6), Grecia (32.8), Estonia (32.9), Portugal (29.2), Irlanda
(28.9), Italia (27.8), Bulgaria (26), Polonia (25.9), Hungría (25.9), Rumania
(23.5), Francia (23.2), Suecia (22.9) y Chipre (22 por ciento). Sólo 11
miembros de la Europa de los 27 tienen tasas por debajo de la media: Islandia
(20.1), Bélgica (19.9), Reino Unido (19.6), República Checa (18.2), Eslovenia
(15.3), Luxemburgo (14.8), Dinamarca (14.4), Malta (13.6), Alemania (8.5),
Austria (8.3) y Países Bajos (7.6 por ciento).
Cita también un informe
de la OIT Tendencias mundiales del empleo
juvenil en él se mide el desempleo juvenil en un total de 75.1 millones de
jóvenes. En América Latina la tasa es de 14.4 por ciento. Estos datos, además,
no hablan de la calidad y el tipo de empleo al que tienen acceso los jóvenes.
Si nos aproximamos a América Latina podemos encontrar en otro informe de la OIT
«el carácter precario, estacional y sin protección social del empleo,
alcanzando a 67 por ciento del total del empleo juvenil». Y un dato que los
medios internacionales no mencionan y que pone en cuestión «el elevado nivel de
formación de la juventud como rasgo diferencial». Las investigaciones sobre
este subcontinente muestran que en América Latina: «de los 104 millones de
jóvenes latinoamericanos sólo 13 por ciento estudia y trabaja, otro 33 por
ciento sólo trabaja y un 34 por ciento sólo estudia». A lo mencionado, la
directora regional de la Organización Internacional del Trabajo, la
investigadora Elizabeth Tinoco, le agrega al informe «otro 20 por ciento de
jóvenes que no estudian, no trabajan y no buscan empleo. Más de 20 millones de
jóvenes pertenecen a la llamada “generación ni-ni”, [ni estudian, ni trabajan]».
En los informes se
subraya lo que comenta el profesor Roitman Rosenmann:
La tesis de una juventud más preparada y
dotada para enfrentarse al mundo real se considera incuestionable. Hoy un joven
de 15 años, se dice, sabe más física que Newton y más filosofía que
Aristóteles. Es probable, en términos absolutos, el conocimiento avanza y es
acumulativo. Pero dudo mucho que los jóvenes tengan la misma capacidad de
razonamiento. Lamentablemente estas afirmaciones, extendidas en determinados
ambientes, son una caricatura que distorsiona la realidad. Mirar con esta lente
supone construir una imagen llena de aberraciones. Tener acceso a Internet, y
no todos, gozar de teléfono móvil, twitter y participar de redes, supone estar
mejor formado.
Se muestra
escéptico al afirmar:
No creo que la juventud de hoy esté mejor
formada que sus antecesoras. Tiene especificidades, eso sí, propias de la
época, pero ni peor ni mejor preparada, ni más tonta ni más inteligente.
Incluso, si me apuran, el nivel de ignorancia funcional de los actuales
licenciados y doctores en cualquier disciplina es cuando menos alarmante. En
una reciente encuesta realizada en la facultad de biología de la Universidad
Complutense, 76.8 % de estudiantes de cuarto y quinto curso reconocieron no
haber leído a Charles Darwin. Y por experiencia, los futuros graduados en
ciencias políticas y sociología no conocen a Mills, Sorokin, Adorno, Aron,
Marcuse o Popper, ni pensar en la lectura de los clásicos, a lo más resúmenes
de Marx, Weber o Durkheim. Desconocen corrientes y escuelas de pensamiento. No
saben citar bibliografía o situar países en el mapa. Los errores gramaticales y
ortográficos son mayúsculos. Lo dicho, sin ánimo de molestar, es extensible a
todas las áreas del conocimiento humano. Y si hubiese estudios comparados entre
diferentes generaciones de universitarios con las de hoy, no creo que las
actuales salgan mejor paradas que sus iguales de antes. Hoy el sistema
educativo en el neoliberalismo es un cascarón vacío.
Aunque parezcan
conceptos muy negativos de parte del profesor no deben tomarse como una actitud
negativa, son una denuncia de la educación globalizada que no prepara
ciudadanos, no forma para ser mejores personas, sólo le interesa tener mayor
control sobre la población y entre más ignorantes mejor. La experiencia que
tiene de dar clases en diversas universidades puede ser acompañada por
cualquiera de nosotros en nuestro país. «Poseer una licenciatura o posgrado no
da conocimientos, otorga título y estatus. Esa es su lógica, no lo olvidemos».
No hay comentarios:
Publicar un comentario