(Premio Nobel, es
profesor de Economía en la Universidad de Columbia. Su último libro es El precio de la desigualdad: cómo la
división actual de la sociedad pone en riesgo nuestro futuro).
La Gran Recesión provocada por la crisis de
las hipotecas impagas en los EE.UU. que estalló en el 2007 y todavía no parece
que se pueda salir de ella, agravó la desigualdad, provocando recortes en
gastos sociales básicos y un alto nivel de desempleo que presiona sobre los
salarios a la baja. Pareciera haber en este país una ceguera política que
impide ver hacia donde se dirige inevitablemente esta crisis, pese a las
conclusiones publicadas por la Comisión
de Expertos de Naciones Unidas sobre las reformas del sistema monetario y
financiero internacional, que investiga las causas de la Gran Recesión y
por el Fondo Monetario: han advertido que
la desigualdad conduce a inestabilidad económica.
Pero, lo que es más importante y la miopía de
los economistas ortodoxos no les permite percibir es que «la desigualdad en EE
UU está corroyendo sus valores y su identidad. Cuando se llega a extremos
semejantes, no es sorprendente que sus efectos se manifiesten en todas las
decisiones públicas, desde la política monetaria hasta la asignación del
presupuesto». Agrega el profesor Stiglitz:
Estados Unidos se ha
convertido en un país que en vez de “justicia para todos” ofrece favoritismo
para los ricos y justicia para los que puedan pagársela: esto quedó demostrado
durante la crisis de las ejecuciones hipotecarias, cuando los grandes bancos creyeron
que, además de demasiado grandes para quebrar, eran demasiado grandes para
hacerse responsables. Estados Unidos ya no puede considerarse la tierra de
oportunidades que alguna vez fue. Pero no tenemos por qué resignarnos a esto:
todavía no es demasiado tarde para restaurar el sueño americano.
Sumemos a alguien
que ha comentado también el artículo del profesor Stiglitz, la Periodista profesional
Estelle Leroy-Debiasi[1],
desde su experiencia europea percibe una situación social insostenible. Afirma:
«Hay momentos en que los pueblos se alzan y dicen “esto no va más, esto debe
cambiar”. Ahora, estamos en eso. Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de economía,
hace mucho tiempo que viene previniendo los desvíos del actual sistema y de la
financiarización de la economía». Si bien esto nos una novedad, subraya que
«Hace veinte años que vienen aumentando las desigualdades y no solo son
socialmente inaceptables sino más nefastas aun desde el punto de vista
económico». Recuerda que los movimientos que van apareciendo en diferentes
partes del mundo, que se autodenominan los
indignados lo ponen muy bien en evidencia:
Ellos muestran ser los
representantes del 99% de la población de sus países, contraponiéndose al 1% de
los más ricos. Esto ya «había sido señalado por el antiguo director del Banco
Mundial y Premio Nobel de economía Joseph E. Stiglitz, diagnosticado como el fracaso de los mercados, fracaso de los sistemas políticos que no
corrigen los excesos de los mercados y de los injustos sistemas económicos y
políticos. El actual sistema multiplica y mantiene los fracasos y de golpe se
agravan las desigualdades. Pero lo que mucha gente ignora es que las
desigualdades cuestan muy caro, porque advierten directamente del deterioro de la economía y de sus
desvíos, que Stiglitz llama subversión de
la democracia.
Comenta Leroy-Debiasi que es muy interesante y
fundamentada la comprobación que plantea el profesor, muestra como la
desigualdad es la causa y la consecuencia del sistema que provoca
un círculo vicioso y genera inestabilidad y por lo que pude anunciar: «el
actual sistema económico ha llegado a su fin». Las pruebas que aporta se apoyan
en su conocimiento de la situación de los EE.UU. en donde: «desde hace dos
décadas, el poder de compra de las clases medias no ha hecho sino disminuir.
Los EE.UU tiene el problema de la apropiación de las riquezas por el 1%, ya que
el 93% de los ingresos suplementarios creados en 2010 han sido acaparados por
ella».
[1] Argentina, graduada en Economía, especializada en temas
internacionales. Desde 1973 está radicada en Francia. Fue directora del diario
La Tribune y Columnista en “El Correo” y en varios importantes medios europeos.
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