Propongo mirar la otra cara del consumismo para profundizar
nuestra reflexión sobre el espejismo que le provoca a un sector de la población
del planeta, minoritario en número pero muy publicitado. Este consumo sin freno
tiene sus costos, una gran parte de lo que se compra se paga con jirones de
vida. La experiencia que comentan aquellos analistas de marketing nos muestra
que esa pequeña porción de la humanidad, cuya vida gira alrededor del
consumismo, se encuentra con una existencia vacía cuyo único sentido se alcanza
consumiendo. Trabajar para consumir, consumir para trabajar. La presión
psicológica que implica este tipo de vida supone una pérdida creciente de la
salud mental de las personas, y así lo reflejan las estadísticas:
La
nación del mundo donde el consumismo alcanza sus más sofisticados
refinamientos, los EEUU., es también la que padece la mayor cantidad de
depresiones y trastornos psíquicos. Ese país, que cuenta con sólo el 5% de la
población mundial, consume el 50% de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas
químicas legales que se venden en el mundo.
Los estadounidenses hacen encuestas para todo. Un estudio
sobre necesidades y deseos de consumo realizado sobre esa población resulta
ilustrativo al respecto. El número de personas entrevistadas que consideraban
que tener una buena vida era disponer de una casa de vacaciones se incrementó,
entre 1975 y 1991, un 84%; los que pensaban que tener una buena vida era poder
poseer una piscina, aumentó en un 36%; mientras que aquellos que creían que una
buena vida era trabajar en un oficio o profesión interesante no aumentó, sino
disminuyó. Los que creían que un matrimonio feliz equivalía a una buena vida
disminuyó en un 8%; la mayoría de la gente piensa y actúa cada vez más según
los mandatos de la publicidad y del mercado, y muy lejos de los dictados de la
razón y los sentimientos. ¿Se puede comprender, entonces, por qué los
estadounidenses votan como lo hacen?
Creo en la necesidad de leer y pensar estas cosas, que nos
advierten respecto del deterioro de la situación socio-económica en las últimas
décadas, que debería llevarnos a preguntar por qué se fue estableciendo en gran
parte de la población mundial un estado de aceptación resignada. La capacidad
publicitaria de ocultar y mostrar sólo una parte ha generado una especie de
estado letárgico. Por lo tanta leamos ahora un informe de La Comisión de Consumo de Ecologistas en Acción, que sostiene:
El
consumismo no afecta únicamente la escala de valores o la salud mental de la
humanidad, también afecta, y con una intensidad creciente, su salud física. Uno
de los negocios más rentables hasta la fecha ha sido el de la industria tabacalera.
Las grandes compañías han ingresado fortunas a base de convertir en adictos a
millones de personas, ayudándose de la industria química y de la mercadotecnia,
a sabiendas de los efectos nocivos que el tabaco ha demostrado tener sobre la
salud humana. Cuando los costos sanitarios derivados del tabaquismo han hecho
reaccionar a las administraciones de países como los EEUU., se ha desatado una
ofensiva antitabaco que amenaza a esa industria. ¿Amenaza? No es para tanto.
Las grandes firmas suelen formar parte de consorcios dedicados al sector de la
alimentación, que les guardan bien las espaldas. O sea, que mientras el negocio
tabacalero sufre alguna pérdida, las compañías responsables de gran parte de
los 3,5 millones de muertes que al año produce el tabaco pueden estar
tranquilas: la diversificación de sus negocios en los países del Norte, y el
mantenimiento del negocio tabacalero en los países del Sur les garantizan
abultados beneficios.
Parece una verdad de Perogrullo,
pero importantes economistas escriben sesudos manuales, con los que se forman nuestros
estudiantes, han "demostrado teóricamente" que la pobreza del sur no
tiene ninguna relación con la riqueza de los consumistas del Norte, y los
medios de comunicación repiten este discurso:
Es la
capacidad para hacer negocios lo que los ha llevado a esa posición de
"privilegio". En el Sur, la “indolencia de la gente”, la “poca
voluntad de trabajo”, “la falta de ambiciones”, etc., son algunas de las
razones que permiten comprender el estado en que se encuentran. Aquellos han
acumulado riquezas sobre la base de un esfuerzo honrado y una inteligencia
aplicada a sus inversiones. Sobre esto no deben quedar dudas, porque está “científicamente comprobado”.
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