Los medios de comunicación han avanzado en el
proceso de concentración y en su expansión planetaria durante el siglo XX, pero
con mucha mayor potencia en las últimas tres décadas de ese siglo. He analizado
ese tema en otros trabajos[1], por
lo que remito a ellos para un estudio mucho más detallado. Lo que interesa para
el tema presente es no perder de vista de que su omni-presencia —y casi se podría decir su omni-potencia— cualidades divinas, condicionan el escenario en el
que se torna imprescindible la investigación, la reflexión y el debate. Un
instrumento fundamental, indispensable e ineludible es la palabra y sus significados.
Estos dos conceptos deben ser manejados con sumo cuidado, intentando la mayor
precisión posible. Para ello ruego se me admita este paréntesis académico, que
considero necesario para aclarar de qué estamos hablando.
La palabra
es, según la Real Academia Española: «Segmento del discurso unificado
habitualmente por el acento, el significado y pausas potenciales inicial y final».
En gramática tradicional, «Una palabra es cada uno de los segmentos limitados
por delimitadores en la cadena hablada o escrita, que puede aparecer en otras
posiciones, y que está dotado de una función».
El significado:
«Contenido semántico de cualquier tipo de signo, condicionado por el sistema y
por el contexto; hacer saber, declarar o manifestar algo». Según Ferdinand de
Saussure[2]
(1857-1913), «El significado es el contenido mental que le es dado a este signo
lingüístico. Es decir, es el concepto o idea que se asocia al signo en todo
tipo de comunicación, como es el contenido mental. Éste depende de cada
persona, ya que cada una le asigna un valor mental al significado, pero por
convención este significado debe ser igual para realizar una comunicación
óptima». Según Charles Peirce[3]
(1839-1914), el significado es la interpretación del signo. Ludwig Wittgenstein[4] (1889-1951) define «el
significado de toda cosa como proveniente del uso, de su función. Es otra
manera de formular que el significado proviene de la utilidad de algo».
Asumamos la dificultad de comenzar con este
tipo de aclaraciones, porque creo necesario dejar asentada una base sólida para lo que pueda aparecer más
adelante. Es sobre ella donde creo, debe construirse un pensamiento que nos
permita llegar a conclusiones compartidas, que cada uno pueda conocer el modo
de pensar del otro para que el diálogo se torne fructífero. Y esto es mucho más
importante hoy cuando, como decía antes, vivimos en un mundo lleno de palabras, que cada vez se utilizan menos, y que flotan sobre un
mar de indefiniciones e imprecisiones como resultado del uso desaprensivo que
se hace de ellas. El Dr. Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Argentina
de Letras, afirma:
Cuando no hay capacidad de
expresión se achica el pensamiento. Lo vemos todos los días con jóvenes que no
leen, que no saben escribir correctamente y terminan con un lenguaje
empobrecido. Y ese empobrecimiento intelectual y verbal le hace muy mal al
sistema democrático. Puede parecer todo esto la exigencia de un purista de la
lengua, estoy muy lejos de ello, por mis incapacidades y por mis inclinaciones.
Me mueve la vocación docente y la experiencia de oír atentamente el habla de
los jóvenes, hijos de la generación del SMS, del Facebook y del tuitter.
Creo poder afirmar que estamos padeciendo un grave empobrecimiento de la capacidad de comunicarnos, entendiendo
por esto la capacidad de transmitir un conjunto de ideas, valores y
razonamientos, que contengan un sentido claro con posibilidades de ser
comprendido por otros. Me arriesgo a decir que esto se ha convertido en una rara
avis que pareciera estar, además, en extinción.
[1] Puede consultarse Sociedad,
política y medios Partes I y II, publicados en la página www.ricardovicentelopez.com.ar.
[2] Lingüista suizo, cuyas ideas sirvieron para el inicio y posterior
desarrollo del estudio de la lingüística moderna en el siglo XX.
[3] Filósofo estadounidense. Enseñó Filosofía en Harvard y fue después
profesor de Lógica en la Johns Hopkins University. Su primer ensayo importante
fue Cómo hacer claras nuestras ideas. Se
lo considera el fundador de la Semiótica.
[4] Filósofo, matemático, lingüista y lógico austríaco. Fue discípulo de
Bertrand Russell en el Trinity College de la Universidad de Cambridge, donde más
tarde también llegó a ser profesor.
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