Este divorcio entre
las necesidades reales para enfrentar el mundo de hoy, que no se restringen a
las exigencias que imponen las empresas para conseguir un empleo, éstas son
meramente técnicas, introduce una problemática más amplia. Pero aun cuando nos
atuviéramos a esas imposiciones, nos encontraríamos con las observaciones de
una especialista en el tema. La Licenciada Claudia Messing[1], codirectora de la empresa
de selección de personal Organización
Vincular, sostiene:
Lo que las empresas exigen
hoy son profesionales con perfiles muy claros, aunque difíciles de hallar...
buscan gente con capacidad de iniciativa, flexibilidad para adaptarse a los
cambios y capacidad para el trabajo en equipo. Pero ¿existen estos atributos en
el mercado laboral? En escasísima cantidad. La mayoría de estas capacidades,
tan necesarias como difíciles de hallar, son cualidades personales que no se
adquieren en ámbitos académicos ni laborales, sino dentro de las familias a
partir del reconocimiento de las diferencias y la incorporación de los límites.
Nos enfrentamos,
nuevamente con la otra dimensión institucional del problema: la familia. En
esos primeros años, como ya quedó dicho, se colocan los primeros ladrillos del
cimiento intelectual, afectivo, caracterológico, disciplinario, sobre los
cuales se irá edificando el edificio de su personalidad. La falta de límites
atenta seriamente contra la madurez posterior. El manejo de los límites, cuando
han sido debidamente guardados en la conciencia a partir de la experiencia
personal, posibilita una mayor libertad de conductas, ya que esa experiencia le
muestra lo que se puede y se debe hacer y qué no, lo cual está indicando el grado de madurez
personal. No es libre quien está sometido a las imposiciones del deseo (“¡lo
quiero todo y lo quiero ya!”) sin capacidad de definir qué y cuándo, sí o no.
Todo ello se incorpora en los años primeros en el ámbito familiar o
dificultosamente se lo logra después. Esto es lo que señala la Lic. Messing.
Quien ha incorporado
las reglas de conducta, que la madurez le estipula, ha aprendido la necesidad
de brindar el tiempo y la dedicación necesaria a los aprendizajes, sin los
cuales no se puede crecer, porque esa madurez también le indicará cuáles son
sus limitaciones y dificultades que deberá superar. Entonces administrará con
disciplina sus tiempos evaluando y apreciando lo importante, y postergando o
rechazando lo superfluo. Podrá desarrollar su inteligencia, y este es un
concepto que no está claro hoy. Según Barcia:
La inteligencia[2] es la capacidad de “leer dentro de la
realidad”. La persona que supera las apariencias y penetra en el fondo de la
realidad, ese es inteligente, aunque nunca haya escrito nada en una computadora
ni sepa idiomas. Insisto, el que
interpreta la realidad es inteligente. Una persona puede ser analfabeta
pero ser inteligente; y además de inteligente ser sabia, que ya es un concepto más profundo. Es un error creer o
sostener que el chico que es hábil para manejar una computadora es inteligente.
Estoy seguro de que la mayoría carece de la capacidad para hacer un
razonamiento lógico elemental. Y la otra cuestión es que la formación del
docente está muy atrasada respecto de lo que tiene que ser la formación
electrónica, y se necesitarían por lo menos diez años para ponerse al día.
La distinción entre
inteligencia e información es imprescindible en la educación del alumno.
Atiborrar de textos que se repiten literalmente no desarrolla la inteligencia. En
todo caso, sí lo hace con la memoria, necesaria pero no insustituible. Lo que
hoy se intenta poco es a trasmitir la importancia de la buena lectura, pero la lectura
con comprensión de los textos. Esta debe ser acompañada en los primeros años
por la lectura en voz alta, ya que
asegura nuestro académico: «La oralidad es aun más importante que la escritura»,
y agrega: «Una evidencia de esto es que la mayoría no sabe leer en voz alta ni
en voz baja, y ni siquiera saben hacer interpretación de texto, es decir, no
saben lo que han leído». Esto explica el estado en que llegan a los niveles
superiores.
[1] Licenciada en Psicología y en Sociología por la UBA; especializada en
Psicología Social; directora de la Escuela de Post-Grado en Orientación Vocacional
y Terapia Vincular-Familiar; terapeuta familiar. Codirectora de la Organización
Vincular. Miembro de la Sociedad de Terapia Familiar (SATF).
[2] La inteligencia (del latín “intellegentia”) es la capacidad de
entender, asimilar, elaborar información y utilizarla para resolver problemas.
El Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española define la
inteligencia, entre otras acepciones, como la «capacidad para entender o
comprender» y como la «capacidad para resolver problemas». La inteligencia
parece estar ligada a otras funciones mentales como la percepción o capacidad
de recibir información, y la memoria o capacidad de almacenarla.
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