Lo rescatable como
una postura muy interesante del profesor Viñuela Rodríguez, merece que nos
detengamos para su análisis: colocar a la filosofía como un modo del
pensamiento que debe estar ligado a la política, entendida ésta en su sentido
aristotélico (ciencia de la polis o,
en palabras de hoy, la ciencia que debe estudiar las formas institucionales para
garantizar el máximo posible de libertad e igualdad de los ciudadanos). Leamos:
Quiero sostener aquí que
existe una relación necesaria entre la barbarie y el fin del pensamiento o de
la filosofía. Y quiero decir que nuestra crisis económica, ya larga, tiene sus
orígenes más lejos todavía, pero hace cuatro décadas se tomó como decisión
seguir un modo de pensamiento que después, con el tiempo, se ha ido
perfeccionando. Y que ese modo de pensamiento llevaba aparejado el fin del pensamiento mismo. Y eso es
en lo que nos encontramos ahora. La crisis europea es una crisis del
pensamiento, de la filosofía que sostiene y estructura nuestra visión del mundo
y le otorga valores a través de los cuáles se producen y vertebran nuestras
relaciones con los demás y con el propio mundo. Por tanto, es una crisis
filosófica y ética.
En este párrafo, propone una definición más
acotada de barbarie, que aceptaré como
referencia al intento de eliminar la
libertad de pensamiento, para poder avanzar en el análisis de este tema que
considero de una gran importancia. El
neoliberalismo, como proyecto de imponer un modo de pensar definido con estas palabras: «Hay un solo tipo de problemas y un
único modo de solucionarlos» (denominado “pensamiento único”), pretendió cerrar
todo intento de debates por inútil, ya que todas las ideas políticas habían
caducado con la caída del Muro de Berlín, como hecho paradigmático. A la
pretensión de imponer ese pensamiento —que era, en realidad, la negación del
pensamiento— sólo puede dársele combate desde las trincheras filosóficas.
Equivale a decir, desde la propuesta de un ámbito regido por el cruce de ideas
debidamente fundamentadas que convergen en propuestas mayoritariamente
compartidas: la democracia. Porque así define lo que debemos afrontar:
En el fondo, obedece a una
falsa filosofía y a una falsa ética que nos llevan a la barbarie. Y barbarie
son los totalitarismos, el fascismo y la ausencia del pensamiento. Es decir, la
pérdida de la ciudadanía, la libertad, los derechos y la caída en la sumisión y
el vasallaje. Es eso lo que se ha iniciado hace unos años y es esto lo que se
refleja en la eliminación de la filosofía y la ética en los planes de estudio
de la nueva ley educativa que se quiere promover. La ley es una consecuencia
directa de esa falsa filosofía, la filosofía del mercado y de la reducción de
los valores a los del consumo, el éxito, la fama, el tener, el hedonismo
superfluo, el egoísmo ramplón y la inconsciencia de pertenecer a la polis, al
estado. Es decir, la falta de pensamiento y de ética.
El resultado de un
modo de vivir y pensar impuesto por la globalización: la filosofía del Nuevo Orden Político requiere, como segundo paso, eliminar de los ámbitos
educativos la existencia de prácticas sociales aptas para abrir el
cuestionamiento. Se debe evitar, desde esta postura, La presencia de docentes que introduzcan “ideas extrañas, soliviantantes
de las cabezas de los alumnos”. Es clara la intención de evitar el debate, a
partir de las ideas que algunos textos clásicos puedan aportar. Todo ello debe
ser imposibilitado para no generar grietas en el proyecto de adoctrinar en el pensamiento único. Se requiere un alumno
dócil, sumiso, sin preguntas. Por ello se apunta a la capacidad de pensar que
la filosofía ofrece:
Y de ahí que la filosofía
esté causalmente vinculada a la democracia. No hay democracia sin filosofía, ni
filosofía sin democracia. Por eso, no ha de extrañar que sea en un momento de
déficit absoluto de la democracia cuando se plantea la eliminación de la
filosofía. Hay que eliminar que ese rescoldo de pensamiento pueda hacer renacer
una democracia sana, que no esté secuestrada por los poderes económicos,
mediáticos, políticos… La democracia aparece en Grecia de la mano de la
filosofía, y la filosofía se desarrolla en Grecia dentro del ámbito político de
la democracia. Democracia es diálogo. El logos,
la razón debe ser lo se tenga en común.
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