La crítica del
profesor Velasco Criado nos obliga a entrar en la consideración de formas
alternativas de pensar la propiedad. Esto no debe ser entendido como un
retornar melancólico a modelos comunitarios de las sociedades anteriores o de
culturas que se desarrollaron en otro curso de la historia, como ya vimos. A
partir de la segunda mitad del siglo XVIII hasta el XIX en Europa se planteó el tema de la
propiedad privada con debates políticos intensos. Debo decir que no lo puedo
tratar acabadamente, por la extensión que supondría embarcarnos en el estudio
de cómo se presentó este tema en los diversos autores. Sólo utilizare algunos
de sus máximos expositores y muy brevemente para tener un primer acercamiento.
Y para comenzar, es necesario decir que Carlos Marx nunca abogó por una
abolición de la propiedad sin más, como lo deja aclarado en el Manifiesto
Comunista de 1848:
Las
condiciones que forman el régimen de la propiedad han estado sujetas siempre a
cambios históricos, a alteraciones históricas constantes. Así, por ejemplo, la
Revolución francesa abolió la propiedad feudal para instaurar sobre sus ruinas
la propiedad burguesa. Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la
propiedad en general, sino la abolición del régimen de propiedad de la
burguesía, de esta moderna institución de la propiedad privada burguesa, expresión
última y la más acabada de ese régimen de producción y apropiación de lo
producido que reposa sobre el antagonismo de dos clases, sobre la explotación
de unos hombres por otros. Así entendida, sí pueden los comunistas resumir su
teoría en esa fórmula: abolición de la propiedad privada.
Él define
precisamente qué tipo de propiedad proponen eliminar y entiende que es
necesario argumentar sobre la causa de tal afirmación. Por ello aclara poco más
adelante:
Se
nos reprocha que queremos destruir la propiedad personal bien adquirida, fruto
del trabajo y del esfuerzo humano, esa propiedad que es para el hombre la base
de toda libertad, el acicate de todas las actividades y la garantía de toda
independencia. ¡La propiedad bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo
humano!... Os
aterráis porque queramos abolir la
propiedad privada, ¡cómo si ya en el seno de vuestra sociedad actual, la
propiedad privada no estuviese abolida para nueve décimas partes de la
población, como si no existiese precisamente a costa de no existir para esas
nueve décimas partes!
La propiedad
privada burguesa existe sobre la necesidad de la desapropiación de “las
nueves décimas partes de la población”. Pocos años antes Marx había apuntado en
sus cuadernos de notas, conocidos como Manuscritos de 1844, la
peculiaridad con que opera el razonamiento de los economistas. «La economía
política parte del hecho de la propiedad privada», equivale a decir la toma
como un hecho natural de la sociedad moderna, «en realidad la describe en
fórmulas generales y abstractas, que en seguida adquieren para ella valor de
leyes» a partir de las cuales se sigue el estudio de la producción moderna:
No
comprende estas leyes, es decir, no muestra de qué modo derivan de la esencia
de la propiedad privada. La economía política no nos suministra explicación
alguna acerca de la razón de la separación entre trabajo y capital.
Al no
plantearse el origen del proceso que dio lugar a este estado actual de cosas en
la sociedad capitalista, como hemos
vista más arriba. Por ello nos advierte:
No
hagamos como el economista que, cuando desea explicar algo se coloca en un
estado originario íntegramente fabricado. Esa clase de estado originario nada
explica… Supone que en la forma del hecho, del acontecimiento, ya está dado lo
que debería deducir de él… Así, el teólogo explica el origen del mal por el
pecado original, es decir supone como un hecho, en forma histórica, lo mismo
que debería explicar.
Aguda observación y comparación de métodos por
los cuales se da por cierto lo que debería ser explicado, es decir, el origen de las cosas.
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