miércoles, 18 de septiembre de 2013

La Doctrina Social de la Iglesia y el pensamiento político moderno XIII



La crítica del profesor Velasco Criado nos obliga a entrar en la consideración de formas alternativas de pensar la propiedad. Esto no debe ser entendido como un retornar melancólico a modelos comunitarios de las sociedades anteriores o de culturas que se desarrollaron en otro curso de la historia, como ya vimos. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII hasta el XIX en Europa se planteó el tema de la propiedad privada con debates políticos intensos. Debo decir que no lo puedo tratar acabadamente, por la extensión que supondría embarcarnos en el estudio de cómo se presentó este tema en los diversos autores. Sólo utilizare algunos de sus máximos expositores y muy brevemente para tener un primer acercamiento. Y para comenzar, es necesario decir que Carlos Marx nunca abogó por una abolición de la propiedad sin más, como lo deja aclarado en el Manifiesto Comunista de 1848:
Las condiciones que forman el régimen de la propiedad han estado sujetas siempre a cambios históricos, a alteraciones históricas constantes. Así, por ejemplo, la Revolución francesa abolió la propiedad feudal para instaurar sobre sus ruinas la propiedad burguesa. Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del régimen de propiedad de la burguesía, de esta moderna institución de la propiedad privada burguesa, expresión última y la más acabada de ese régimen de producción y apropiación de lo producido que reposa sobre el antagonismo de dos clases, sobre la explotación de unos hombres por otros. Así entendida, sí pueden los comunistas resumir su teoría en esa fórmula: abolición de la propiedad privada.
Él define precisamente qué tipo de propiedad proponen eliminar y entiende que es necesario argumentar sobre la causa de tal afirmación. Por ello aclara poco más adelante:
Se nos reprocha que queremos destruir la propiedad personal bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano, esa propiedad que es para el hombre la base de toda libertad, el acicate de todas las actividades y la garantía de toda independencia. ¡La propiedad bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano!... Os aterráis   porque queramos abolir la propiedad privada, ¡cómo si ya en el seno de vuestra sociedad actual, la propiedad privada no estuviese abolida para nueve décimas partes de la población, como si no existiese precisamente a costa de no existir para esas nueve décimas partes!
La propiedad privada burguesa existe sobre la necesidad de la desapropiación de “las nueves décimas partes de la población”. Pocos años antes Marx había apuntado en sus cuadernos de notas, conocidos como Manuscritos de 1844, la peculiaridad con que opera el razonamiento de los economistas. «La economía política parte del hecho de la propiedad privada», equivale a decir la toma como un hecho natural de la sociedad moderna, «en realidad la describe en fórmulas generales y abstractas, que en seguida adquieren para ella valor de leyes» a partir de las cuales se sigue el estudio de la producción moderna:
No comprende estas leyes, es decir, no muestra de qué modo derivan de la esencia de la propiedad privada. La economía política no nos suministra explicación alguna acerca de la razón de la separación entre trabajo y capital.
Al no plantearse el origen del proceso que dio lugar a este estado actual de cosas en la sociedad  capitalista, como hemos vista más arriba. Por ello nos advierte:
No hagamos como el economista que, cuando desea explicar algo se coloca en un estado originario íntegramente fabricado. Esa clase de estado originario nada explica… Supone que en la forma del hecho, del acontecimiento, ya está dado lo que debería deducir de él… Así, el teólogo explica el origen del mal por el pecado original, es decir supone como un hecho, en forma histórica, lo mismo que debería explicar.
 Aguda observación y comparación de métodos por los cuales se da por cierto lo que debería ser  explicado, es decir, el origen de las cosas.

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