La crisis que
estamos atravesando, como tantas de las que han azotado la historia del hombre,
provoca un malestar que merece ser analizado con la mayor profundidad posible.
La actual tiene un recorrido cuyo comienzo puede colocarse, para su mejor estudio,
en un tiempo que inicia la segunda posguerra mundial. Este punto de partida —es
necesario dejarlo expresado— es arbitrario, no es más que un recurso para
acotar la fluidez del tiempo histórico entre hitos que nos permitan encuadrar
el objeto por analizar y definir. Haber elegido ese comienzo sólo es una
determinación válida para el hombre occidental, que debe quedar afirmado como
el lugar desde el cual me propongo reflexionar e invitar a hacerlo. Para
aclarar aun más esa definición histórica y espacial, un señalamiento
perceptible en cuanto a lo enunciado es el siguiente: muy probablemente, un
chino o un aimara que se detuvieran ante un planteo similar fijarían comienzos
diferentes, lo tratarían de una manera distinta, y sus conclusiones serían
otras. Nadie puede escapar al condicionamiento impuesto por su época y su
situacionalidad.
Lo presentado
anteriormente significa que la propuesta tiene una referencia inmediata en el
hombre de la modernidad occidental por coexistir con una etapa de
descomposición que perturba las dimensiones sociales, culturales, políticas,
económicas. Todo ello pesa sobre su conciencia, lo sepa o no. Las consecuencias
se manifiestan en todos, aunque esto se exteriorice como una enorme variedad de
historias personales y colectivas. La mirada psicologizante las convierte en un
conjunto disperso de biografías. La mirada sociologizante las sumerge en una
complicada estructura en las que desaparecen las subjetividades. Otro tanto
podría decirse de los estudios económicos, políticos, culturales, etc.
El intento de estas
notas es pensar el problema por abordar con una mirada holística, abarcadora,
incluyente, que comprenda las perspectivas mencionadas sin sobredimensionarlas
pero sin ignorar sus particularidades. A ello debo agregar que me propongo —en
la medida en que el tema no exija precisiones conceptuales— no apartarme de un
lenguaje accesible a nuestro ciudadano de
a pie, pues para él escribo, con él quiero comunicarme, dialogar y
ofrecerle algunas explicaciones a mi alcance. Pero, sobre todo, mi intención es
llevarlo hacia una reflexión que se puede sintetizar con estas palabras que han
recorrido el mundo: «Otra vida es posible».
Las aristas que el
tema presenta son múltiples; dicho de otro modo, el problema asume la forma de
un poliedro. Esta es una dificultad que no debo esconder, no soslayar dentro de
la investigación, para expresar las limitaciones impuestas por la pretensión de
una explicación definitiva, de modo tal que logremos un acercamiento posible,
necesario, útil, para pensar y repensar nuestras vidas insertas en ese cuadro
de crisis. Esa cercanía no intenta quedarse en la descripción que pinte un
cuadro claro, que, sin embargo no logre levantar la mirada hacia un horizonte
prometedor de un mundo mejor. Quiero decir que el análisis de los problemas
presentados no ocultará situaciones dolorosas, como las que nos informan los
medios de comunicación diariamente (más todo lo que no se dice o se
distorsiona) ni precipitará en abismos que nos sumerjan en un crudo escepticismo.
La propuesta
contiene un intento de una actitud esperanzadora, sin que ésta conduzca a
engaños, al suavizar la intensidad y gravedad de lo que sucede, sin ignorar las
posibles ironías descreídas del lector al hablar de esperanza en medio de tanto
escepticismo. Quiero precisar que la esperanza es también un modo de mirar y
comprender, un modo que no impide el buen conocimiento, del mismo modo que la
actitud aparentemente neutra, o la escéptica, o la pesimista también lo hacen. Son
actitudes opuestas a la mía, ante las cuales tomo posición; son modos y
actitudes que definen una forma de vida, un compromiso y una voluntad
diferentes.
En el camino por recorrer, recurriré a la
ayuda de aquellos que han estudiado y reflexionado sobre el tema, y al cuidado
en la selección por la seriedad avalada por sus trayectorias, sus
publicaciones, sus pertenencias académicas. Apoyados en ellos, iré dando los
pasos posibles que nos vayan ofreciendo una inteligibilidad de estos temas muy
difíciles, pero imprescindibles para un mejor conocimiento del mundo actual y
de nuestra situación en él.
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