Parto de la tesis sustentada
en que la posmodernidad es el resultado del ocaso de la modernidad y, por lo tanto, necesariamente una época de
crisis.
La declinación cultural —expresada, como en otras
circunstancias históricas similares, en un proceso de relajamiento de las
normas sociales, de los valores imperantes, con sus correlaciones
intersubjetivas— desguarnece el entramado de las relaciones que unen a las
personas entre sí. El piso ético se resquebraja y se torna movedizo. El sujeto
portador de la subjetividad posmoderna es el emergente más claro de tales
consecuencias. Entonces, para hablar de subjetividad en esta época de crisis,
es necesario entender la potencia de este concepto y sus ambivalencias. La
palabra “crisis” viene del griego krisis y significa ‘separar’ o ‘decidir’; la segunda acepción denota, también, el momento de decisión que
abre camino ante una encrucijada nueva.
También derivan de allí las palabras “crítica” —‘análisis o estudio para emitir
un juicio’— y “criterio”, ‘razonamiento
adecuado’. He apelado a la etimología de estos términos por tratarse de un
recurso que favorece un pensamiento de mayor profundidad.
Este rico juego de
posibilidades de interpretación nos permite superar el restringido e inflexible
uso que convierte la crisis en una
situación próxima al desastre. Aceptado el aspecto que habla de lo no deseado, debemos agregarle ahora la posibilidad de la
desarticulación de lo anterior existente como potencial emergencia de algo nuevo. Siguiendo
esta línea de pensamiento, podemos ahondar en las promesas que la etimología nos
ofrece y preguntarnos: ¿qué tipo de oportunidad?; ¿oportunidad para qué?; ¿qué
promete y a qué nos invita? En este punto, debemos dejar dicho que el modo de
enfrentarnos con este tipo de estados socioculturales depende, en gran parte,
de las subjetividades que asumen la situación en toda su amplitud y elaboran
respuestas posibles ante ellos. Las potenciales réplicas resultan de la
condición espiritual de los actores, en su carácter de persona única e
irrepetible, y de los componentes socioculturales largamente amasados por la
conciencia colectiva histórica.
Voy a afirmar lo
siguiente: para responder ante la crisis, no hay respuestas únicas, mecánicas,
que incluyan a todos; eso no es humano y sólo puede funcionar como hipótesis en
las mentes que piensan en términos estructurales, como si el todo social marchara independientemente
de los actores sociales. La creatividad de cada persona — potenciada o mutilada por
las corrientes que cruzan el momento del espacio público, entramada en el
conjunto de acciones individuales— dará una resultante que de ninguna manera
puede esperarse como necesariamente predecible o, al menos, aproximativa. La
historia ha enseñado la alta variabilidad con que cada pueblo, en
circunstancias análogas, asumió y respondió en cada caso. Y la experiencia da
cuenta de tantas singularidades, de
imposible pronóstico, que han presentado un cuadro novedoso, aunque pueda
pasar inadvertido para aquellos que “tienen
ojos y no ven; tienen oídos y no oyen”. La historia humana es un caleidoscopio
de situaciones que, con el correr del tiempo, permite descubrir cuánta
creatividad ha demostrado en las respuestas ofrecidas. Apreciarlas o no es el
resultado espiritual del abanico comprendido entre la esperanza y el escepticismo.
Estamos atravesando
uno de esos tiempos de crisis. El clima de época condiciona las subjetividades
y los estados de ánimo consecuentes que genera. El tema del buen vivir en el que iremos
introduciéndonos exige la reflexión sobre ciertos aspectos previos que no
merecen ser soslayados. Hablé antes de la mirada estructural que genera una
fisura en su modo de apreciar la realidad sociohistórica. Esa visión coloca en
veredas enfrentadas al actor social, con su biografía y sus resultados en un
momento dado, ante los procesos complejos que discurren su acontecer con un
frío desentendimiento de las personas participantes. Pensar de este modo es el
resultado de la mentalidad científica que fragmenta el todo social en espacios específicos, poco conectados entre sí: para
este caso, el de la psicología y el de la sociología.
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