El título de estas
páginas contrapone dos figuras cuasi ideales, por su tratamiento como dos
conceptos abstractos que sólo cobrarán vida y colores más intensos en historias
personales. Plantearlo en estos términos nos permite enfocarlos teóricamente,
con el necesario distanciamiento de la multiplicidad infinita de casos
individuales. Abstraer rasgos generales comunes a todos ellos, aceptando el
grado de arbitrariedad que encierra una selección de este tipo, abre un campo
más extenso y habilita una mirada más amplia y general. Nos encontramos en una
coyuntura que nos presenta, siguiendo esta estrategia, la manifestación
espiritual de época expresada en dos figuras: la que conforma la subjetividad
moderna —sostenida por las certezas de la cultura de los últimos tres siglos— y
la posmoderna, que padece el desgaste de las tantas promesas incumplidas, razón por la que se sumerge en un gris
escepticismo —«La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser»—, cubierto
por una actitud pretendidamente sostenida sobre el ejercicio de una libertad
sin compromiso y sin restricciones.
Sobre este clima,
que embarga a gran parte de la cultura occidental moderna, flota la desazón, la
desorientación, el sinsentido que esmerila lo mejor de nuestros sueños y nos
precipita en un abismo sin fondo y sin más allá. Enfrentar el problema de la
transición hacia otras formas de vida individual y colectiva, mejores, más
humanas, posibles no es tarea sencilla.
La decadencia de la modernidad es irrespetuosa con los mejores sueños que
pudimos tener; es implacable con la esperanza que acariciaba dulces utopías; es
irreverente ante las creencias que alimentaban y proyectaban la vida hacia un
futuro esperable; se nos presenta como una Parca que insinúa con su gélida
sonrisa la anticipación de un destino no querido pero inexorable. Todo ello
está presente ante todos nosotros, aunque intentemos torcer la mirada para
ignorarlo. La subjetividad se ve acuciada con esos anuncios y se cobra su
precio en lo más íntimo de nosotros.
Sin embargo quiero expresar
mi convicción, sostenida en la certeza de que todo es superable si somos
capaces de construir una realidad individual y colectiva que aliente el
espíritu de lucha. En consecuencia, no debe faltar una buena dosis de esperanza
para acumular en nuestra mochila de caminante la convicción de que la historia
puede ser reconducida hacia otro territorio. Sin olvidar la aún considerable reserva
de los mejores sentimientos solidarios mostrados por el hombre a lo largo de su
milenaria presencia, aunque ocultos por los relatos. Agregando la convicción de
que la historia ha sido siempre el resultado de la convergencia de fuerzas e
ideales sostenidos con diversos resultados, y que han sido los hombres, con
conciencia o sin ella, quienes han empujado el carro de la historia hasta el
sitio donde hoy se encuentra.
Para seguir avanzando
en una primera aproximación, convoco el pensamiento de la doctora en Psicología
Social, profesora
Mirtha Cucco, egresada de la Universidad Complutense de Madrid. Su
aporte a estas páginas parte de formular algunas preguntas, como comienzo del
tratamiento del problema sobre el camino de salida de la crisis que es, al
mismo tiempo, el de entrada en un mundo
diferente.
¿Cómo transformarnos y
transformar la sociedad a partir de ser hombres y mujeres enteramente
capitalistas, construidos con las lógicas del capital? Esto nos sitúa en la
necesidad de sentar las bases de una praxis que ligue los contextos micro y
macro sociales y transforme la realidad interna no menos que la externa. Nos
enfrentamos aquí con una gran asignatura pendiente en el ámbito de la
intervención político-social, que tiene que ver con el modo en que se soslaya,
cuando no se desprecia como problema menor o sujeto al ámbito de la
responsabilidad de cada uno para con su vida, el tema de la propia subjetividad
en juego, construida con las mismas categorías de aquello que se pretende
transformar.
Sus interrogaciones se afirman en la tesis de
que no puede pensarse por separado lo que define como el contexto micro y el macro. Advierte que deberemos enfrentar una paradoja: lo que
pretendemos modificar está construido
con la misma materia con la que nos proponemos llevar adelante la tarea desde
cada uno de nosotros.
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